Los que venimos de la fotografía análogica nos resulta algo asombroso como los fabricantes se han obsesionado por ofrecer, en cada nueva cámara, unos valores ISO altísimos, como una característica valorable positivamente. Parece como si una compacta que llegue a 3200 ISO fuese mucho mejor que una que se quede en 1600. Craso error. Puesto que a poco que profundizemos en el conocimiento del uso de la cámara digital, nos percataremos que en pocas ocasiones usaremos valores tan altos, puesto que el efecto secudario (el famoso ruido) es demasiado molesto para el beneficio obtenido.
Cuando se usaban los clásicos rollos de película, los valores ASA (correspondientes a los ISO) más habituales oscilaban entre 100 y 400. Valores más que suficientes para cualquier situación y casi cualquier tipo de fotografía. Encontrar carretes con mayor sensibilidad (800, 1600,...) era mucho más complicado, puesto que estaban destinados al mercado profesional, y además a un precio mucho más elevado.
Y ni hablar de valores intermedios (64, 320,...), que eran tan específicos y costosos que pocos fabricantes se atrevían a vender. Lógicamente, la llegada de la fotografía digital echa al traste todo este concepto de película más sensible y, podemos conseguir, con el mismo sensor tomar fotografías en distintas situaciones, con más o menos luz, incluso variando la sensibilidad a nuestro antojo. Aunque, el concepto es distinto. Los sensores de nuestras cámaras traen una sensibilidad por defecto, siempre es la misma (a menos que lo sustituyamos), por lo que la variación de los valores ISO lo que provoca es una amplificación de la señal antes de su digitalización.
Esta amplificación es uno de los grandes retos de los fabricantes, puesto que trae como consecuencia el popular efecto denominado "ruido", algo bastante molesto y feo, que nada se parece al "grano" obtenido en fotografías reveladas de películas muy sensibles, que llegaba a ser un efecto buscado y tolerado. Hoy día, se ha mejorado mucho este ruido en cámaras no profesionales, pero aún queda mucho camino por recorrer.
Ahora, cuando tenemos en nuestra manos una cámara (sea compacta o réflex) y nos encontramos con situaciones de luz escasa, echamos mano del aumento de ISO, pero gran parte de las ocasiones obtenemos resultados no del todo óptimos. A pesar de que ese ruido en las zonas más oscuras y subexpuestas se puede tratar en el posterior procesado y con software específico para mejorarlo. Y en muy pocas ocasiones (depende de la experiencia del fotógrafo y del conocimiento del umbral tolerable de ruido de su cámara) barajamos otras posibilidades. Como usar la máxima abertura de diafragma del objetivo, disminuir la velocidad de obturación o usar un trípode o apoyo estable para la máquina antes de disparar.
Renuciamos, bajo mi criterio, con mucha comocidad a buscar una solución que nos dará mejores resultados (en gran parte de las situaciones), arrastrados por las posibilidades de nuestra cámara, capaz de alcanzar hasta un valor 3200 ISO.
En ello, tienen mucha culpa los fabricantes, que nos han vendido esta característica como notable e importante a tener en cuenta, logrando que caigamos en la trampa. Al igual que sucede con la guerra de los megapíxeles, que hasta hace bien poco (y en la actualidad incluso) ofrecer más megapíxeles en el mismo tamaño de sensor era un reclamo de primera para vender un determinado modelo.
A pesar de los avances rápidos en este terreno, a día de hoy encontrar una cámara que sea capaz de obtener resultados aceptables en situaciones díficiles con valores ISO muy altos (llámese 1600 ó 3200) hay que irse a los modelos profesionales (Nikon D3, Canon 5D,...). Por lo que el resto de cámaras tienen un nivel de ruido todavía muy acusado, y que no siempre valoramos en su justa medida. Además de que cuando aumentamos este valor, estamos reduciendo notablemente el rango dinámico.
Valga esta reflexión como una excusa para obligarnos a tener en cuenta este factor. Y, siempre y cuando nos sea posible, probar los valores ISO de la cámara que querramos comprarnos. Para no llevarnos sorpresas desagradables. Asimismo, romper una lanza en favor de obligarnos a barajar otras alternativas en situaciones de poca luz, menos cómodas, pero que ya tomábamos cuando no podíamos poner un carrete de 800 ASA en nuestras viejas cámaras analógicas.
Para concluir, invitaros a conocer mejor esta característica de nuestras cámaras, que a veces pasamos por alto y hacer pruebas para saber hasta dónde podemos llegar, así como probar técnicas de procesado y software específico para paliar el tan molesto ruido.
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