Es curioso que en pleno auge de la fotografía digital (y con la avalancha de los fabricantes por colapsar el mercado con más y más modelos nuevos) surjan modas "retro" de hacerse con viejas cámaras de carrete, las analógicas de toda la vida. Evidentemente, está motivada porque la fotografía, en general, se está expandiendo y cada vez más gente se aficiona.
Me parece una gran idea que aparezcan iniciativas y tendencias para retomar viejas cámaras que estaban destinadas a desaparecer del mercado (y algunas lo están) y prácticamente en desuso. Con ello, y de forma complementaria, podemos probar a hacer fotos a la vieja usanza, con película de carrete, con resultados curiosos y que nos puede ayudar sobremanera, tanto a aprender como fotógrafos sin tener tan en cuenta la cámara, como para experimentar y divertirnos un poco.
Ya os hablamos hace tiempo de la Lomografía, esa tendencia que revitalizaba las viejas cámaras Lomo, de pésima calidad, pero cuya estética está en apogeo, y con la que se puede sentir la emoción del desconcierto sobre el resultado final.
Pero las cámaras Lomo no son las únicas que podemos encontrar. También otros modelos como las Diana, las Holga entre las más populares, pero también Polaroids, cámaras acuáticas, de juguete, y (aunque en menor medida) antiguos modelos analógicos de Canon, Nikon, Olympus, Yashica, Minolta, Vivitar, Agfa, Minox o Pentax. Y yendo más allá, cualquier vieja cámara, incluso una de juguete o una desechable puede ser suficientemente interesante para ponerle un carrete y experimentar.
Una de las principales ventajas que le veo a estas viejas cámaras, es que nos pueden ayudar a mejorar, que evidencian nuestros defectos. Lo más positivo de usar una cámara de película antigua es que nos enfrentamos con el proceso de la fotografía de forma más limpia, sin mucha ayuda y más exigente si cabe.
Lo cierto es que siempre estamos muy obsesionados con la tecnología, con tener un equipo a la última y en muchas ocasiones nuestras fotografías vienen condicionadas por esa fijación en la máquina. Y es bueno desprenderse de ciertas manías o costumbres y centrarse únicamente en el motivo fotográfico, en buscar inspiración y entrenar nuestro ojo fotográfico. Con una cámara de película, sin fotómetro digital, sin poder controlar la exposición y sin las habituales ayudas, tenemos que agudizar el ingenio.
Aparte de lo comentado, este resurgimiento de viejas cámaras también viene provocado porque forman parte del desplazamiento por parte de las nuevas cámaras digitales. Muchos de sus poseedores, se desprenden de ellas por estar obsoletas y el mercado de segunda mano florece con modelos a cual más raro.
También, gracias a este auge, algunos fabricantes todavía fabrican rollos de película que tienen una demanda, mucho menor que antaño, pero suficiente para subsistir. Y no se puede negar, que por muy poco dinero (una Holga nueva sale por unos 30 euros) podemos hacernos con algún modelo y probar. Puede ser incluso, una buena terapia contra la crisis, en vez de gastar en un equipo nuevo o ampliar el que tenemos. Aunque, si vamos más allá, seguro que tenemos alguna cámara abandonada o conocemos a alguien cercano que piensa en tirarla. Yo estoy sumido en la experimentación de una cámara desechable y acuática, ideal para niños y piscinas, pero que con un poco de imaginación es tremendamente divertida.
En el blog Epic Edits propusieron una especie de reto a sus lectores para que publicaran sus imágenes tomadas con alguna vieja cámara de película de no más de 50 dólares y el resultado fue sorprendente, ya que se contabilizaron más de cincuenta modelos distintos. Y, por supuesto, con resultados cuanto menos curiosos.
Además de las cámaras, también existen una emergente moda por recuperar viejos objetivos y su reutilización con las actuales réflex digitales (con sus correspondientes adaptadores). Pero eso lo dejamos para otra próxima entrada.
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