El diafragma, el tiempo de obturación y el ISO forman el triángulo de la exposición. Si no dominamos estos tres pilares estaremos a merced de los modos automáticos y pocas veces lograremos una buena fotografía desde el punto de vista técnico. Así que vamos a presentar unos consejos para que la exposición deje de ser un problema.
La técnica es fundamental en fotografía. Si la dominamos no tendremos límite alguno a la hora de plasmar nuestras ideas. Es verdad que hoy en día podemos hacer fotografías sin conocer los principios básicos. Solo hay que apretar un botón y listo. Pero nos estaremos perdiendo muchas cosas. Depende de cómo queramos trabajar. Muchos fotógrafos de renombre trabajan en modo P y sus fotos nos dejan con la boca abierta. Esto no se puede negar, pero seguro que saben todos los entresijos para lograr lo que están buscando. Eso o siempre hacen lo mismo...
En Xataka Foto ya hemos hablado de todos estos factores que alteran el resultado final. Es el famoso triángulo de la exposición. Hay que dominarlo para entender el abc de la fotografía. Ya vendrán luego otras cuestiones más interesantes. Sin técnica es imposible crear. Así que vamos a ver una serie de consejos básicos para entenderlos.
Elegir el diafragma
Como ya hemos señalado en otras ocasiones el diafragma es el dispositivo que regula cantidad de luz que llega al sensor. Es un conjunto de palas que se abren o cierran para dejar pasar más o menos luz. Si la abertura es grande dejará pasar más luz a cambio de reducir la profundidad de campo y viceversa: una abertura pequeña dejará pasar menos luz pero a cambio aumenta la profundidad de campo.
Si tenemos esto en cuenta, si somos capaces memorizarlo para siempre, dejará de ser un problema para convertirse en un aliado. Solo nos queda enfrentarnos a la fotografía en cuestión y decidir qué queremos hacer. Como siempre he dicho, no tiene sentido ceñirse a las reglas. Pero hay que repetirlas muchas veces antes de aventurarse.
Diafragmas abiertos (1,4-1,8-2-2,8-4) para lograr destacar al sujeto enfocado por la pérdida de nitidez en todo lo que le rodea. Y diafragmas cerrados (5,6-8-11-16-22) para aumentar la profundidad de campo a partir del objeto que hayamos enfocado. Así de sencillo. No hay que darle más vueltas a la cabeza.
Si quieres profundidad de campo cierras. Si quieres centrar la atención en el sujeto abres diafragma. No hay más secretos. Solo hay que decidir el campo de nitidez que necesita la fotografía para conseguir tu objetivo, que no debe ser otro que conseguir que el espectador mire exactamente donde tú quieres.
El estereotipo es que los paisajes deben estar perfectamente nítidos, por lo que necesitamos diafragmas cerrados. También dicen que los retratos tienen que tener el fondo desenfocado, así que no queda más remedio que abrir el diafragma al máximo y listo. Es lo que dice la teoría, pero la fotografía no es solo mecánica y unos y ceros...
Elegir el tiempo de obturación
En la mayoría de los casos se habla de velocidad de obturación. Se refiere al tiempo que está abierto el obturador para dejar pasar la luz hasta el sensor. Velocidades muy rápidas congelarán el movimiento. Velocidades lentas lo difuminarán. También tenemos que tener en cuenta el movimiento del sujeto para lograr nuestro objetivo. Y tenemos que aprender a distinguir entre el sujeto movido o la trepidación.
Una de las reglas básicas para evitar la trepidación es que la velocidad mínima es la inversa de la focal. Esto es algo que se olvida constantemente. Si disparas con un objetivo de 50mm, la velocidad mínima será 1/50. Si tienes un zoom entonces será la inversa de la mayor focal. Con el tema de los objetivos y sensores estabilizados esta teoría se tambalea. Pero mi consejo es seguirla, al menos al principio, para acostumbrarse a coger bien la cámara. Parece algo banal pero os aseguro que es importante.
Las velocidades altas solucionan ambos problemas, aunque prefiero llamarlos efectos. ¿Por qué? Porque hay mucha obsesión con congelar el movimiento a toda costa. Y el mundo se mueve constantemente. Si nos fijamos en muchas de las grandes fotografías de la historia, veremos que es un mito tener que congelar todo.
Al final depende de nosotros qué queremos conseguir. Para fotografía deportiva puede ser fundamental, pero para proyectos personales no hay necesidad. Al final todo depende de la sujeción de la cámara y la velocidad del sujeto.
Elegir la sensibilidad
La sensibilidad, que se mide en ISO, es lo sensible que es el sensor a la luz. A más luz, menos ISO necesitamos. Solo subiremos la sensibilidad entonces si la luz se reduce. Pero a costa de tener un peor registro de la escena por culpa del ruido digital.
La clave es recordar que con el ISO nativo, el más bajo que tenga la cámara, la calidad general de la imagen será más alta, con un mejor registro de los colores, de las luces y de las sombras. Con ISOS más altos podremos hacer la fotografía, pero con problemas de reproducción en las sombras, las luces y los colores. Como norma general con ISO 100-200 las cámaras darán el mejor resultado. Si subimos a más de 3200 ISO la calidad empezará a bajar hasta límites insospechados en las cámaras más antiguas.
Por norma general, lo mejor sería disparar con el ISO nativo. Pero la luz de la escena tiene la palabra. Y sobre todo nuestra necesidad de registrar la realidad como queramos. Y como parte del triángulo de exposición, depende de los otros dos pilares. Al final es un juego de compensaciones para conseguir equilibrar la mesa de tres patas que es exponer correctamente. Si una se queda corta, o es más larga, no será posible poner bien las cosas en el tablero, en la fotografía.
Para conseguir un buen equilibrio, sobre todo cuando estamos empezando, no nos queda más remedio que practicar en situaciones de mucha luz o contar con la ayuda imprescindible del trípode. Con la cámara fija en un punto haremos todas las prácticas posibles y entenderemos todas las posibilidades que nos ofrecen estas tres variables. Pero como podéis ver, dominarlo no asegura una buena imagen.