En la fotografía de viajes, sobre todo cuando andamos de vacaciones y tomamos capturas relajadas, es un buen momento para centrarnos en los pequeños detalles. Esas cosas pequeñas que observamos y que nos suelen causar interés pero que no siempre protagonizan nuestras fotografías.
Si nos movemos por sitios turísticos caer en fotografiar los tópicos, los lugares más pintorescos a veces es difícil resistirse, en el fondo es lo más fácil y habitual. Pero podemos potenciar mucho nuestra creatividad y extraer un buen recuerdo fotográfico si nos centramos solo en los pequeños detalles. Puede parecer arriesgado, pero seguro que puede reportarnos muchas satisfacciones.
Se disfruta mucho capturando la belleza arquitectónica, los paisajes, los lugares más turísticos que visitamos. Pero un buen ejercicio para salir de los tópicos y lograr más interés es centrarnos en esos pequeños detalles que nos vamos encontrando.
Si visitamos un edificio típico, una catedral, una iglesia, un museo o un monumento popular, podemos primero observar detenidamente y luego aproximarnos, mirar con calma y encontrar cosas interesantes y estimulantes que también suponen un extracto de la esencia del lugar.
Los pequeños detalles como ejercicio de observación
Podemos plantearnos econtrar pequeños aspectos que tienen un interés fotográfico: una inscripción, un remate arquitectónico (gárgola, ventana, piedra tallada, vidriera…), un dibujo o pintura,… esos pequeñas cosas consiguen aportar una visión más detenida, un punto donde enfocar la mirada más allá de los grandes planos de los lugares que visitamos.
Podemos hacer una buena combinación para extraer múltiples aspectos de nuestro viaje, pero incluso podemos hacer un ejercicio interesante (y exigente) si solo nos centramos en los detalles.
Las ventajas son múltiples: nos obligan a ser más curiosos, más observadores, a aproximarnos, a romper esa distancia del visitante o turista para entrar más en profundidad en el lugar.
Para ello, no necesitamos un equipo especial, pero desde luego que ayuda a que dejemos guardado el zoom o el angular y saquemos partido a una focal fija o un objetivo macro, y si usamos una compacta podemos fijar una distancia focal para la gran parte de las tomas.
Así, nos podemos dedicar de lleno a sacar partido a los colores, al ambiente, a las sensaciones que nos transmite nuestra visita a través de esos pequeños detalles son, en muchas ocasiones, mucho más estimulantes, interesantes y personales que la fotografía más típica de lugares turísticos.
Solo hay que romper con el esquema de la panorámica general y fijarnos en las pequeñas cosas, que seguro son muchas, están ahí y solo hay que encontrarlas y sacarles el máximo provecho fotográfico (composición adecuada, luz ideal,…). Con ellos podemos llegar a capturar nuestra visión particular, más personal y no tan estereotipada en nuestra fotografía de viajes.
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