Con la llegada del calor, lo que nos apetece es escapar al campo, a ese lugar cerca del río donde nos relajamos y nos evadimos de las preocupaciones diarias. Llevamos nuestra tartera, toalla y un libro. Pero, como amantes de la fotografía que somos, también nos llevamos nuestra cámara. Se trata de dedicar el día a relajarnos y disfrutar de una manera creativa.
Como es un día para el disfrute, nos acompañará nuestra cámara de confianza, la que mejor conocemos y nos permite centrarnos en captar lo que tenemos a nuestro alrededor, pero sin las preocupaciones de intentar sacar nuestro mejor macro o esa corriente del río con efecto seda. No hemos salido al campo para hacer una sesión de fotos, si no para pasar el día en un ambiente relajado haciendo, de vez en cuando, lo que nos gusta: fotografiar.
Para comenzar, montaremos el chiringuito, el espacio donde pasaremos el día plácidamente tumbados pero un poco alerta a aquello que nos rodea. Desde la toalla tenemos muchos elementos a nuestro alcalce. Por ejemplo, miramos al cielo y veremos una perspectiva nueva de ese árbol que tenemos a nuestra espalda. Motivo más que suficiente para darle al click.
Cuando pensamos en un día de picnic en el campo, nos vienen a la mente instantáneas llenas de color. Busquemos el color que tenemos a nuestro alrededor, seguro lo encontramos donde menos lo esperamos. Vamos a atrevernos con los colores más llamativos. Ello nos dará frescura y esa sensación de día veraniego.
Si estamos cansados de la toalla, es hora de salir a dar un paseo. Sintámosnos como exploradores y pongamos en practica nuestra vena voageur. Con ayuda de las plantas, podemos conseguir imágenes sugerentes. No hace falta que mostremos a “nuestra presa”, a veces un buen desenfoque nos dará más juego.
Hace calor, ¡pues al río! Siempre que la corriente lo permita y no sea un peligro para nosotros y nuestra cámara, el verano es el mejor momento para dar rienda suelta a ese tipo de imágenes difíciles de hacer en invierno (por lo helado del asunto). Desde dentro podremos buscar nuevas perspectivas difíciles de conseguir si nos quedamos mirando desde la orilla.
La comida del picnic también puede ser un buen recurso fotográfico. Ensaladas, gazpacho, fruta, son elementos que van a quedar muy bien si nos acercamos al detalle. Podemos también optar por una imagen general donde se verán los vasos con tinto de verano, el pan, el mantel a cuadros. Aquí podemos ser más típicos, pero no importa cuando de lo que se trata es buscar nuevos bodegones con luz natural.
Como se trata de pasar el día en un mismo lugar, también podemos verlo como una manera amena de analizar la luz. Nos fijaremos en cómo incide la luz a medida que pasan las horas e incluso quedarnos hasta el atardecer, lo que dará unos tonos más tenues, por ejemplo, para determinados retratos.
¿Tenemos algún objeto digno de ser fotografiado? Pues llevémoslo. Una maletita de picnic, una botella retro de cristal, cualquier cosa con la que podamos practicar nuevos encuadres. Buscaremos las diagonales en imágenes de detalles. Un sólo detalle nos da la parte por el todo evitando así un plano general más esplícito.
Sobre todo vamos a tener en cuenta que es un día para el disfrute, no queremos desesperarnos buscando la mejor captura de nuestra vida. Podemos relajarnos a la vez que nuestro ojo está pendiente de algún nuevo detalle, pero sin llegar a que nos acabe obsesionando. Porque cuanto más tranquilos estemos, más aflorará nuestra creatividad.
Las vacaciones o los días de permiso veraniegos son el mejor momento para llevar a cabo este tipo de prácticas sencillas. Ir al campo es sólo un ejemplo. Seguro que tenemos otros lugares en mente ahora mismo como la piscina o la playa, todos ellos con las mismas posibilidades, porque al final no importa donde vayamos, si no que lleguemos a casa con la sensación de haberlo disfrutado.
Fotografías | Lu Muñoz y La Mirada de Gema
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