No es que sea un regla establecida, digamos... “académicamente”. De hecho, su origen es muy curioso y muy poco formal. Por eso quizá deberíamos decir que más que una regla es una recomendación. El caso es que utilizar un diafragma f8 de forma habitual si practicas fotografía callejera, de viajes, documentalista o similar es un buen consejo como os vamos a contar.
Por supuesto, como siempre decimos, las reglas en fotografía están para conocerlas, usarlas cuando nos puedan ser útiles y romperlas cuando lo que hagan es coartarnos. Más en un caso como éste en el que, como ya hemos adelantado, más que una regla es una recomendación.
¿En qué consiste?
Se trata, como ya habéis podido imaginar, de utilizar una apertura de diafragma fija de ƒ8 de forma intensiva. Una técnica que ya hemos apuntado otras veces porque, de hecho, es uno de los consejos básicos que dábamos en la segunda parte de nuestro especial sobre fotografía callejera. Se trata, efectivamente, de tratar de buscar una profundidad de campo bastante amplia para asegurarnos de que la toma va a estar enfocada en un margen muy amplio.
Esto nos viene muy bien para realizar fotos que surgen de forma rápida sin que tengamos tiempo apenas de enfocar y lo podemos combinar con el uso de un modo de disparo semiautomático (porque disparar en modo manual no te hace más profesional), en este caso lógicamente del conocido Modo A de prioridad al diafragma.
Así, una vez fijado el valor de ƒ8, la cámara debería encargarse de elegir la velocidad y permitirnos un trabajo rápido sin problemas. En cuanto al ISO, dependiendo de las condiciones de luminosidad sería conveniente fijarlo con antelación (siempre teniendo en cuenta que el valor elegido esté dentro de los que nos ofrecen buenos resultados).
Por otro lado, un valor de ƒ8 normalmente siempre va a estar cerca del punto dulce de nuestro objetivo (es decir de la apertura con la que se consigue la máxima calidad), y en cualquier caso no es un valor lo suficientemente alto como para que perdamos nitidez a causa de la difracción.
Pero, como decimos, no tiene porqué ser una regla para seguir el pie de la letra, sino más bien un punto de partida para iniciarse en esta práctica con la seguridad de que nos permitirá un enfoque correcto. De esta manera, podremos estar más pendientes de otros temas como puedan ser la composición para lograr buenas fotos.
¿De dónde viene esta regla?
Su origen es ciertamente atípico ya que su inventor fue el mítico fotoreportero Weegee. Puede que así de nombre no os suene mucho pero os aseguro que alguna vez le habéis visto o habéis oído hablar de él, incluso se hizo una película de Hollywood inspirada en su historia. Así que no nos vamos a extender, pero os recordamos que fue un fotoperiodista que se hizo famoso en el Nueva York de los años 40 del siglo pasado por llegar al lugar del crimen antes que la propia policía.
Lo más curioso es que este fotógrafo era totalmente autodidacta y fue con la experiencia como desarrolló una técnica que le permitía una práctica fotográfica muy veloz. El caso es que en cierta ocasión alguien le preguntó que cuál era su secreto para conseguir sus fotografías y él contesto “ƒ8 y estar allí”. Así de simple y de efectivo… aunque tenía su truco claro.
Lo primero ya lo hemos explicado: Usar este diafragma, que combinaba con una velocidad fija de 1/200 seg y el uso de un flash (utilizaba una vieja Speed Graphic 4×5), le aseguraba que la foto estuviese enfocada en prácticamente cualquier situación sin tener que tocar ningún ajuste. Lo de “estar allí” ya era otro tema, pero parece que tenía mucho que ver con el hecho de moverse con una furgoneta en la que llevaba una emisora de radio para escuchar a la policía y un pequeño laboratorio para revelar sus fotos rápidamente y ofrecérselas a los periódicos antes que nadie.
Todo un personaje que forma parte de la historia de la fotografía y que además de ingéniaselas para “estar en el lugar correcto en el momento justo”, no se sabe muy bien cómo pero dio lugar a esta regla fotográfica que, por supuesto, hoy sigue teniendo su utilidad.
Foto de portada | Valentin Salja
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