Canon y Sony ya han «movido ficha». A finales del año pasado empezaron a propagarse las filtraciones que aseguraban que estos dos fabricantes estaban preparando nuevas cámaras equipadas con sensores con una resolución superior a la máxima disponible en aquel momento. Y este pronóstico no tardó en confirmarse.
A principios del pasado mes de febrero Canon presentó sus EOS 5Ds y 5Ds R, ambas equipadas con un sensor de 50,6 megapíxeles. Y hace poco más de una semana Sony dio a conocer su nueva A7R II, avalada por un nuevo captador retroiluminado de 42,4 megapíxeles. Nuestra primera toma de contacto con estas tres cámaras Full Frame nos ha dejado un «sabor de boca» positivo, pero, aunque tienen bazas importantes, también adolecen de algunas debilidades que nos interesa tener en cuenta. Repasémoslas juntos.
Primero, los beneficios
Si nos ceñimos al mercado de cámaras con sensor Full Frame podemos movernos entre los 12,2 megapíxeles de la A7S de Sony y los 50,6 megapíxeles de las EOS 5Ds y 5Ds R de Canon. Es evidente que la diferencia de resolución entre estos modelos es enorme. Y también lo es si comparamos la A7S con la nueva A7R II. La mayor cantidad de fotorreceptores presente en los sensores de las nuevas cámaras de alta resolución les permite retener un mayor nivel de detalle durante la captura de las imágenes, algo que es posible apreciar sin esfuerzo si observamos una de estas fotografías al 100% de su tamaño en el monitor de nuestro ordenador.
Por otro lado, disponer de una mayor cantidad de píxeles nos permite imprimir nuestras fotografías en soportes más grandes sin que la densidad de puntos por pulgada se resienta. Además, es evidente que el ruido en la impresión será menor si la resolución original de la fotografía es mayor debido a que nos permitirá imprimir al mismo tamaño que con menos resolución, pero utilizando una densidad mayor de puntos por pulgada. Si no necesitamos imprimir nuestras fotografías en soportes amplios esta ventaja puede no ser importante, pero en fotografía publicitaria, por ejemplo, suele ser decisiva.
Otra ventaja de los sensores con una resolución muy alta consiste en que ponen en nuestras manos un margen de maniobra amplio a la hora de recortar nuestras fotografías y modificar el encuadre, siempre que lo consideremos necesario. Si aplicamos esta operación sobre una imagen con una resolución relativamente baja su calidad puede quedar comprometida. Si sopesamos cuidadosamente todo lo que acabamos de comentar llegaremos a la conclusión de que las nuevas cámaras de muy alta resolución son apetecibles en fotografía de producto, de estudio, macrofotografía, paisajes y arquitectura, aunque en esta última disciplina es preferible optar por cámaras con filtro óptico de paso bajo para combatir el muaré que suele provocar el entramado de ventanas de las fachadas de los edificios.
Estas son sus desventajas
Como acabamos de ver, las cámaras equipadas con captadores con una resolución muy alta son atractivas en varios escenarios de uso, pero también tienen debilidades que debemos tener presentes si queremos elegir nuestra próxima cámara con criterio. Una de las más evidentes, aunque no es de las más «graves», consiste en que estas cámaras generan archivos con un tamaño mayor, que, por tanto, ocupan más espacio en nuestras tarjetas de memoria y en nuestros discos duros. Además, su elevado «peso» provoca también que su procesado sea más lento, y puede obligarnos a actualizar el hardware de nuestro ordenador si queremos revelar con la misma eficiencia con que lo hacíamos al utilizar fotografías con menos resolución.
También debemos tener en cuenta que, con frecuencia, más resolución implica unos disparos en ráfaga y de forma continua más lentos. Los fabricantes pueden combatirlo incrementando el tamaño de la memoria intermedia de la cámara (el buffer) y la capacidad de cálculo del procesador de imagen, pero casi siempre las cámaras con más resolución son más lentas al utilizar estos modos de disparo.
Otra circunstancia que debemos tener presente si nos hacemos con una cámara con una resolución muy alta es que, si queremos sacarle el máximo partido, que es lo deseable, tendremos que hacernos con objetivos que sean capaces de ofrecernos una resolución óptica efectiva en consonancia con la resolución del captador. Si el objetivo no es capaz de resolver el suficiente nivel de detalle, de poco nos servirá el incremento de la resolución del sensor. Además, también nos viene bien tener presente que los errores de enfoque se perciben con más claridad si la resolución de las fotografías es mayor, lo que a menudo nos obliga a tener más cuidado al enfocar.
Por otro lado, la integración de un mayor número de fotodiodos en la misma superficie provoca, como es lógico, que su tamaño sea menor. En estas condiciones cada fotorreceptor captura menos luz porque la superficie que expone es inferior, lo que puede provocar que la sensibilidad nativa del sensor se reduzca, y, en determinados escenarios, que el ruido aparezca con valores de sensibilidad ISO relativamente moderados. En entornos bien iluminados las cámaras con una resolución muy alta suelen sentirse cómodas, por lo que arrojan un bajo nivel de ruido. Pero cuando la luz escasea las cámaras que incorporan sensores del mismo tamaño, pero con resoluciones moderadas, suelen ofrecer niveles de ruido más bajos.
Un último apunte que merece la pena que tengamos en cuenta: las cámaras con sensores de muy alta resolución son más sensibles a las vibraciones que las que se decantan por captadores con una resolución moderada, lo que suele obligarnos a recurrir al trípode con más frecuencia si queremos sacarles el máximo partido. Si tenemos todo lo que hemos comentado presente podemos llegar a la conclusión de que en fotografía de bodas, de naturaleza, deportes y urbana no suele ser necesario disponer de mucha resolución, y sí, por ejemplo, de disparos en ráfaga más rápidos. Aunque, por supuesto, esta decisión depende en última instancia de las necesidades de cada fotógrafo. No hay reglas inapelables.
Elige bien antes de comprar la tuya
Espero que todo lo que hemos repasado en este post os ayude a elegir vuestra próxima cámara con una mayor probabilidad de acierto. En definitiva, lo que nos interesa tener presente es que la resolución es una característica más de una cámara, pero ni mucho menos la más importante. Y tampoco es la menos decisiva. Debemos valorar las especificaciones que nos ofrecen las cámaras que nos interesan en su justa medida, y contemplarlas como un todo. La resolución importa, pero también cuentan, y mucho, el enfoque, la estabilización, la relación señal/ruido, la construcción, la calidad y el número de ópticas, etc. Si sopesamos bien nuestras necesidades y valoramos todas estas prestaciones, elegiremos con criterio.
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