Incluir el sol en nuestras fotografías puede aportar un plus de magia e interés pero muchas veces sus rayos se cuelan dentro del encuadre sin permiso, sobre todo ahora que la trayectoria del astro rey es muy baja. Por eso es un buen momento para recordar la manera de evitar los problemas que plantean los reflejos del sol o, por el contrario, la forma de sacarles provecho para enriquecer nuestras imágenes.
Ya sea que lleguen a nuestra lente debido a que el motivo que queremos fotografiar está en la dirección del sol o, por el contrario, que los busquemos expresamente como una forma de añadir interés a la foto (por ejemplo algo de romanticismo en la típica imagen de dos novios besándose) lo importante en este caso es que lo empleemos de manera correcta, tratando de controlar sus efectos más perniciosos.
Y es que si éstos son demasiado pronunciados, el resultado muy probablemente será una imagen sin contraste ni definición. Piensa que el sol no deja de ser la principal fuente de luces parásitas que pueden llegar hasta el interior de nuestro objetivo y provocar flares indeseables. Por eso, lo primero es tratar de mantener los reflejos solares a raya.
Cómo controlarlos
Hay varias posibilidades, la primera de ellas sería utilizar el parasol del objetivo, que por algo recibe ese nombre (aunque no sea su única utilidad). Claro que más fácil aún es evitar el reflejo del sol cambiando de ángulo. Ten en cuenta que los reflejos se producen porque los rayos del sol inciden directamente sobre el objetivo, de tal manera que si te sitúas en otro ángulo respecto al sol (lo ideal, claro está, de espaldas) o bien disparas en plano contrapicado (desde arriba hacia abajo) evitarás el problema.
Claro que ya decíamos que a veces sí que queremos que el sol aparezca (por ejemplo en un paisaje) o bien resulta que el motivo a fotografiar se encuentra en su misma trayectoria y entonces hay que recurrir a otros remedios. Una posibilidad es delimitar el efecto de los rayos tapándolos parcialmente con algún objeto que aparezca en el encuadre. Un buen ejemplo es cuando fotografiamos el sol filtrado a través de las ramas de un árbol, lo que posibilita que lleguen algunos rayos del sol pero que éste no incida completamente.
Otra opción es colocarnos en una sombra de tal manera que los rayos del sol no puedan incidir directamente en el objetivo, aunque lo que estés fotografiando sí que le dé el sol. Para ello no hace falta irse a una zona completamente sombría, basta por ejemplo con buscar una farola o el tronco de un árbol y situarse de manera que su fina sombra se proyecte sobre la parte delantera de la óptica para evitar los reflejos.
Si no tienes ninguna sombra a la que recurrir, siempre puedes usar tu propia mano para bloquear manualmente la acción de los rayos. Es fácil, simplemente extiende el brazo y mantenlo por encima del objetivo moviéndolo despacio hasta encontrar el punto en el que bloquees los rayos (lo notarás rápidamente). Eso sí, tendrás que hacer el disparo con una sola mano, lo que evidentemente repercute en el agarre de la cámara.
Cómo sacarles provecho
Ya hemos aprendido, dentro de lo que cabe, como controlarlos y/o eliminarlos, pero como decíamos al principio los destellos del sol no dejan de ser un elemento más con el que podemos jugar a la hora de componer la imagen, y por eso no debemos desdeñarlos como recurso creativo. Es más, bien utilizados pueden hacer que una foto mediocre mejore.
Si esperabais un largo epígrafe de consejos sobre cómo aprovecharlos siento decepcionaros porque la mejor receta es la práctica. Eso sí, conviene saber que utilizando diafragmas cerrados (como f16 y f22) se suele lograr que los rayos aparezcan con forma de estrella y, por otro lado, hay que tener en cuenta los trucos comentados para controlar los reflejos, muy necesarios para hacer que el efecto se mitigue lo suficiente como para no estropear la fotografía.
Piensa que algo de “distorsión” en la imagen puede ser atractiva, pero una imagen lavada y sin apenas contraste, o unas figuras que apenas se aprecian por efecto de los rayos del sol quizá no son la mejor idea. En este sentido, lo más recomendable es hacer muchas pruebas, buscar el ángulo adecuado, hacer varias tomas y, sobre todo, no abusar del efecto, ya que normalmente cuando los rayos del sol inciden directamente dentro de la óptica son bastante incontrolables.
Por cierto que otro de los efectos que producen los rayos al incidir en el objetivo es la dificultad para enfocar bien, algo que podemos paliar bloqueándolos con algunos de los métodos comentados, enfocando y, posteriormente, dejando pasar otra vez la luz del sol para realizar la toma.
Foto de portada | Óscar Condés