La repetición de objetos, lo que en fotografía denominamos “patrones”, es una técnica ampliamente presente en las artes visuales. Utilizarlos es una buena oportunidad para concentrar nuestra mente en aspectos cruciales como las formas, las líneas y, en definitiva, la composición, y permite no sólo componer de forma efectiva sino también dar cierto ritmo a las fotografías. Por eso, vamos a ver cómo emplearlos de forma más efectiva.
Podemos encontrarlos en multitud de lugares, tanto en la naturaleza (como en las flores, hojas o las pieles de animales) como en entornos artificiales (sobre todo por la arquitectura), y nuestro cerebro tiende a buscarlos (tal y como contábamos en este artículo), por su simetría, como una forma de recordar cosas y de fijar imágenes en nuestra memoria. Por eso, su inclusión en las fotografías es sin duda un buen recurso útil para cualquier tipo de composición.
Pero también son una tentación que puede hacer que obtengamos fotografías curiosas para utilizar como fondo de pantalla (lo cual tampoco es desdeñable de por sí) pero sin demasiado interés más allá. Por eso vamos a tratar de ver cómo sacarles partido con algunos consejos prácticos que pretenden hacer su uso más efectivo.
El equipo necesario
Pero antes vamos a detenernos un poco en el tipo de cámaras y objetivos más recomendados para este tipo de fotografías. Aunque nuestro primer consejo es precisamente que, como norma general, no hace falta ningún equipo especial. Ésta es una de esas prácticas en las que el ojo es más importante que la cámara, pero sí es cierto que hay algunas cosas que apuntar.
Lo primero es que, aunque ciertamente sirva cualquier cámara, desde una réflex a un smartphone, sin duda es ideal contar con un equipo de cierta polivalencia y al que se le puedan acoplar objetivos diferentes. Porque en este caso si hay una recomendación que podemos hacer es, por un lado, utilizar un objetivo macro y, por otro, un teleobjetivo.
Con el primero (o algunas de las otras posibilidades que se usan en macrofotografía como las lentes de aumento y los tubos de extensión) se nos abrirán las puertas de un mundo en el que posiblemente encontraremos infinidad de motivos que contienen patrones naturales, como las plantas, las flores o los insectos. Con lo segundo, un teleobjetivo, podremos identificar y aislar elementos repetitivos dentro de una escena amplia.
Por lo demás, aparte de cámara y objetivos, podemos hablar de algunos accesorios que nos pueden ser de utilidad, aunque no se salen para nada de los que siempre recomendamos. En concreto hablaríamos de un buen trípode, por si necesitamos disparar con velocidades de obturación lentas, y quizá de un flash que nos aporte un apoyo lumínico en ciertos entornos.
La técnica adecuada
En cuanto a esto, tampoco estaríamos hablando de nada especial, y de hecho los ajustes que elijamos deberían depender más de la situación lumínica que del tipo de foto que estamos haciendo. En este caso una adecuada composición es mucho más importante que una técnica concreta; Sin embargo, de nuevo sí que podemos apuntar algunos consejos o recomendaciones.
Por ejemplo que en principio es recomendable buscar una amplia profundidad de campo con el fin de garantizar el mayor nivel de detalle dentro de todo el espectro de la imagen, por ejemplo recurriendo a la técnica del F8 o a la hiperfocal. Si estamos hablando de fotografía macro, a lo mejor incluso tenemos que ir más allá y utilizar técnicas de apilamiento de enfoque.
Claro que lo anterior no quita para que en un momento dado optemos por lo contrario, por un desenfoque selectivo, con el fin de romper la monotonía de una foto demasiado repetitiva. Piensa que la nitidez absoluta no es ni mucho menos una obligación, y de hecho a veces podemos intentar jugar con desenfoques o incluso zonas trepidadas (usando velocidades bajas) que den a los patrones un aspecto abstracto que puede llegar a ser muy impactante.
¿Dónde encontrarlos?
Ya os hemos adelantado que podemos encontrar elementos que se repiten en todas partes, tanto en lugares naturales como artificiales. Sin embargo a veces no nos resultan tan obvios como podría parecer, bien porque están “camuflados” o porque no tenemos el ojo lo suficientemente entrenado. Porque un ojo fotográfico certero es sin duda el mejor “cazador” de patrones, así que el mejor consejo es estar muy atentos a todo lo que nos rodea.
De cualquier forma, en la naturaleza es sencillo encontrarlos, sobre todo formando parte de la fisonomía de los seres vivos, tanto en animales como plantas. Los simples pétalos de una flor suelen ser un buen ejemplo de patrones, pero también la estructura de árboles y plantas, así como la piel de los animales. Un buen ejemplo de esto son las cebras con su curioso pelaje en blanco y negro, pero cualquier animal visto desde lo suficientemente cerca está compuesto de patrones. Claro que tampoco hay que acercarse tanto, porque los patrones pueden encontrarse de forma natural en muchos paisajes.
En cuanto a los patrones artificiales, son igualmente abundantes (incluso más) en todos esos lugares habitados por la especie humana, especialmente en las ciudades. En ellas, la arquitectura y el urbanismo tiende a la repetición tanto en entornos amplios (como las estructuras de muchos edificios o la disposición de elementos de todo tipo) como en áreas más reducidas (como la textura y composición de objetos como una pared de ladrillos).
Por eso, aquí más que ser capaz de encontrar patrones casi me atrevería a decir que la labor más complicada está en ser capaz de hallar su atractivo visual y de ponerla en valor con una composición adecuada y que, además, sea capaz de comunicar. Algo de lo que vamos a hablar a continuación.
Cómo sacarles provecho
Llegamos por fin a la parte crucial del artículo, cómo aprovechar los patrones para mejorar nuestras fotos, o cómo fotografiar patrones con más criterio, que todo puede ser. Porque esto es lo realmente importante, lograr una imagen que impacte pero, al mismo tiempo, que transmita algo (eso que podemos denominar una “buena fotografía” pero que tan difícil es de definir, aunque de vez en cuando lo intentemos).
Patrones y ritmo
Para empezar, tenemos que ver la relación, que ya apuntamos al principio, entre los patrones y el ritmo de las imágenes. Tal y como os contamos en un artículo sobre el ritmo en fotografía, “consiste en la repetición rítmica de líneas y formas. Por lo general, dichas repeticiones producen una sensación agradable para el ojo humano.”
Es decir, la reiteración de patrones, dependiendo de la frecuencia con la estos se repiten, logra que la imagen tenga cierto ritmo, haciendo que el ojo vaya naturalmente de unos a otros siguiendo el ritmo. Así, como dijimos también entonces, “en algunos casos, el ritmo puede llegar a convertirse en el tema principal de la fotografía.” Claro que si abusamos podemos caer en la monotonía y aburrimiento, así que lo aconsejable (como en todo) es emplearlos con moderación, o mejor aún, romperlos.
Rompiendo patrones
Seguramente el recurso más efectivo, y también bastante fácil de aplicar, es el de romper el ritmo introduciendo en la composición un elemento “ajeno”. Puede ser con un elemento distinto o en una posición diferente, puede ser introduciendo un brillo o una figura humana, el caso es añadir un elemento que rompa la monotonía y añada interés a la fotografía.
Por eso lo citábamos como uno de esos trucos efectivos para dirigir la atención del espectador en una fotografía, porque inevitablemente atrae la mirada al romper el ritmo visual de nuestro ojo y hacerle que centre su atención en otra cosa. De hecho, utilizar los patrones y el ritmo que crean como elemento secundario de una composición, con un elemento predominante bien destacado gracias a ello, es una técnica muy efectiva, sobre todo si la combinamos con la conocida regla de los tercios.
El color… y su ausencia
Un elemento que suele funcionar bien a la hora de crear redundancias de elementos, y también al romperlos, es el color. Gracias a él podemos identificar muy rápidamente determinados patrones, pero también a veces la tonalidad puede hacer que entendamos elementos distintos como semejantes y los consideremos patrones. Además, el color también funciona muy bien a la hora de romper el ritmo introduciendo una discordancia de tonalidad.
Por otro lado, también hay que considerar que a veces el color distrae hasta el punto de hacernos perder patrones interesantes relacionados con las formas o las texturas. Así, a veces es recomendable elegir un tratamiento de las fotografías en blanco y negro para potenciar una determinada repetición de elementos que podría haber pasado desapercibida.
Luz, textura y minimalismo
Además del ritmo, otros recursos que normalmente se asocian con la repetición de elementos son la textura y determinadas iluminaciones que la potencian. No en vano en la textura de la piel y las cosas podemos encontrar muchos patrones, que pueden apreciarse mucho mejor cuando la luz les llega a forma lateral, por ejemplo a la hora del amanecer y el atardecer, gracias al juego de luces y sombras.
Igualmente el minimalismo fotográfico está muy relacionado con los patrones, cuya búsqueda suele ser constante en esta disciplina. De modo que no es rara esta asociación que no debemos pasar por alto si nos encontramos a la caza y captura de patrones. De hecho, como podéis ver, algunas de las fotos que hemos incluido para ilustrar el artículo no son otra cosa que texturas o imágenes minimalistas que de algún modo buscan la abstracción gracias al uso de elementos repetidos.
Y con esto hemos terminado esperando haberos animado a poner en práctica este tipo de fotografía y no sin volver a insistir en la necesidad de desarrollar nuestro ojo para encontrar patrones y sacarles provecho. Algo que, por supuesto, se puede desarrollar con el tiempo y la experiencia. Ah y por supuesto os animamos a aportar vuestras propias sugerencias sobre este tema.
Foto de portada | Geoff Greenwood
Ver 1 comentarios