Foto: Alvarictus, de nuestro grupo de Flickr
Muchas veces no podemos dedicarle todo el tiempo que nos gustaría a hacer una fotografía: porque estamos de viaje, porque queremos captar el instante, porque no llevamos todo el equipo con nosotros, o porque simplemente es lo que nos apetece ese día. En esos momentos, las fotos suelen ser simples recuerdos o documentos de lo que nos ha pasado.
Para esos casos, hace mucho tiempo que, salvo que tenga una idea muy clara de qué foto voy a hacer, siempre llevo la cámara preparada en modo prioridad a la apertura y con un ISO intermedio (entre 200 y 800, según la situación). Vamos a ver cómo sacarle partido a esta configuración, y cómo puede ayudarnos a convertir fotos “de recuerdo” en fotos “para recordar”.
Pensad que la idea no es tener la mejor foto del mundo (si es que eso existe), sino intentar lograr las mejores imágenes posibles en situaciones que no podemos controlar, y para las que no tendremos tiempo de prepararnos.
Aperturas grandes
Una manera rápida y directa de destacar un elemento sobre los demás es desenfocando el resto, y la manera más fácil de hacerlo es usando aperturas grandes, o focales relativamente largas cuando sean las adecuadas.
Foto: Paolo Martinez, de nuestro grupo de Flickr
Cuando llevo la cámara al cuello, y no sé qué tipo de imagen voy a tomar, suelo tener la lente abierta casi a tope (normalmente, un paso por encima de la F máxima, para ganar algo en nitidez), y el enfoque configurado como puntual (a no ser, claro, que lleve una lente de enfoque manual).
De esta manera, es muy rápido llevar la cámara al ojo con el sujeto en el centro, hacer clic hasta la mitad del disparador, reencuadrar, y tirar la foto. Además, al trabajar con aperturas grandes, y un ISO intermedio, obtendremos tiempos muy cortos de exposición y será más fácil que la foto no salga movida.
Si nuestro objetivo no es especialmente luminoso, una alternativa es disparar desde lo más lejos posible, con el zoom a tope (o con nuestra focal fija más larga). Con el tiempo, también, entrenaremos al ojo para buscar fondos que estén muy separados del sujeto, de manera que el desenfoque se consiga más fácilmente, o incluso a pedirle ayuda a la madre naturaleza: la niebla, por ejemplo, puede ser perfecta para ocultar todo lo que no nos interese destacar.
También, si estamos a plena luz del día y nuestro objetivo es muy luminoso, conviene utilizar el mínimo ISO. Además de ganar en nitidez, evitaremos tener demasiada luz y que la cámara no será capaz de ofrecernos una velocidad de obturación suficientemente corta para exponer adecuadamente la foto.
Aperturas pequeñas
Si sólo llevamos encima un móvil, la luz no acompaña, o no tenemos posibilidad de estabilizar la cámara, el movimiento es un factor que juega en nuestra contra, y de hecho tendemos a asociar el concepto de “fotografía movida” con “fotografía descartable”. Dándole la vuelta a la tortilla, el movimiento es un elemento excelente para separar sujetos.
Foto: Javier Vergara Lacuey, de nuestro grupo de Flickr
En este caso las dos alternativas son claras: dejar que se mueva el sujeto principal sin mover la cámara, o dejar el sujeto estático y permitor que se mueva el resto (bien porque realmente es el único que no se mueve, o bien porque lo sigamos con un barrido). En el primer caso nos vendrá bien un buen apoyo o disponer de un estabilizador, y en el segundo necesitaremos algo de mañana para seguir a nuestro protagonista.
Así, una manera fácil de darle un cierto interés a alguna fotografía de algún sitio con mucha gente (un museo, una calle transitada, etc.) es bajar el ISO al mínimo, cerrar bastante el diafragma (a la inversa que en el punto anterior, funciona bien cerrar a tope y luego quitar un paso completo), y tirar una ráfaga de varias fotos. Descartando la primera y la última foto, os sorprenderá ver la cantidad de fotos aprovechables que salen con velocidades inverosímiles, especialmente si disponemos de un estabilizador.
Al cerrar el diafragma estamos también multiplicando la profundidad de campo, así que en este caso tenemos que sacar partido de los detalles de todos los planos, y tener cuidado con que la foto no se haga confusa. Si, en cambio, queremos combinar las ventajas de una exposición larga y un diafragma abierto, tendremos que recurrir a filtros o a momentos de muy poca luz, lo cual no siempre será posible.
Ventajas con respecto a otros modos
El principal motivo de usar esta filosofía de trabajo es que con el cambio de un único parámetro, la apertura, podemos modificar radicalmente el feeling de la foto. Por eso, disponer de un objetivo o un cuerpo que disponga de una rueda específica para modificarla es una ayuda enorme, ya que un pequeño giro de muñeca será suficiente para ir de un extremo a otro.
En el segundo caso del que hablamos (aperturas pequeñas para resaltar el movimiento), parecería más lógico usar el modo de prioridad a la velocidad. La ventaja de usar la apertura es que con girando la rueda a tope (y haciendo algún que otro “clic” hacia atrás, para evitar la difracción) ya habremos conseguido la velocidad más lenta posible en esa situación. Por supuesto, muchas veces será demasiado lenta y tendremos que modificarla.
Con respecto al modo manual, puede requerir un esfuerzo extra al tener que controlar dos parámetros simultáneamente, y aquí estamos hablando de momentos efímeros. Al usar un modo “semiautomático”, en cambio, dependemos de la capacidad de medición de nuestra cámara, pero ahí también entra nuestra experiencia, que debe dictarnos cómo compensar la exposición en cada situación.
Yo ya os he contado el secreto del 90% de mis fotografías casuales. Ahora os toca a vosotros, ¿cómo soléis llevar preparada la cámara para lo que pueda pasar?
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