Los fotógrafos podemos ser un gran problema a la hora de viajar. No os lo podéis imaginar (soy uno de ellos). Cuando era más joven era de los que llevaba doscientos cincuenta kilos por si acaso. Era una forma de hacerlo, pero era incapaz de ver más allá. Hoy, en pleno periodo vacacional, vamos a ver cómo preparar nuestro equipo para irnos de viaje.
Viajar es un placer. Y hacerlo acompañado también, incluso. No concibo viajar solo. Me gusta ir en grupo. Y procuro que ir conmigo tenga más pros que contras. ¿He dicho que soy fotógrafo? Seguro que si leéis esto también lo sois, y que en vuestra memoria conservareis experiencias que incluso os hayan hecho viajar, fotográficamente hablando, solo con otros locos como vosotros con la cámara al hombro.
Pero todos tenemos familia. Y seguro que viajamos con ellos. E iremos a lugares donde la luz es distinta o veremos algo que nos gusta... Yo soy de esos que no concibo ir sin cámara (uno de mis muchos defectos). Por eso, después de muchos años de viajar con amigos ajenos al gremio, y con una familia que me tiene que soportar, os voy a describir una de las muchas formas en las que un fotógrafo puede hacer la maleta en estos días.
Adelanto que lo mejor es olvidarse de dedicar 24 horas a la fotografía. Tenemos que entenderlo. Todos debemos sacrificar algo por el bien común. Y si no somos capaces de hacerlo lo mejor es evitar sufrimientos a los que nos acompañen. El mejor ejemplo que puedo poner sobre esto fue en una ruta que hice por los valles de Áliva. Allí vi a un padre de familia que hacia fotos por doquier con su pesada cámara y trípode mientras su pareja soportaba los lloros de tres niños pequeños atrapada en medio de la montaña. Esta es la forma perfecta de conseguir que la gente termine odiando a estos seres extraños que somos los fotógrafos.
Clave fundamental para viajes familiares no fotográficos
Si quieres dedicarte en cuerpo y alma a la fotografía no viajes con la familia. Es uno de los errores más graves que podemos cometer. Puede que durante una hora les parezca hasta simpático y glamuroso, pero corres el riesgo de convertirte en la oveja negra. Por eso olvídate del tema. Ambas cosas no son compatibles. Si piensas que puede ser así estas muy equivocado. Y tu círculo cercano te ha estado engañando.
Por lo tanto no tiene sentido que saques tu flamante equipo formado por tres o cuatro objetivos, dos cuerpos de cámara, una tarjeta de calibración, el trípode y toda la parafernalia de filtros. Eso era posible cuando erais dos y tu pareja te quería sin condiciones. Ahora si hay niños por medio no tienes más remedio que decidir.
¿Eso quiere decir que tenemos que renunciar a hacer fotos? Desde luego que no. Hay que adaptarse. Este mundo consiste en saber moverse con soltura en cualquier ambiente. Y eso incluye el familiar. Si no quieres convertirte en el pesado de turno, te recomiendo que sigas estos consejos para ser aquel al que requieren siempre para inmortalizar los momentos estelares del viaje en vez de ser el que retrasa todo con sus tonterías.
El gran consejo es que no lleves todo por si acaso. Hay que centrarse en lo esencial. Hoy en día tenemos mucho para elegir. En un viaje de este tipo lo mejor es dejar en casa todos los objetivos voluminosos. En serio. Fuera los teles, los zoom luminosos y todo aquello que suponga un gran volumen.
Un viaje familiar no es un evento fotográfico. Debería ser un momento de relax. Recuerdo cuando iba con el 24-70, el 70-200, el flash, el macro, el segundo cuerpo... Pesaba demasiado y disfrutaba poco. Pero sin embargo me engañaba a mi mismo pensando que si no lo hacia así perdería el instante decisivo. Nunca llegaba, os lo puedo asegurar que jamás pude justificar realmente llevar todo el armamento.
Fue en un taller en Galicia con José Manuel Navia cuando me di cuenta de la realidad. Todo sale mejor si vas ligero y te acercas. Pocas cosas interesantes ocurren más lejos de tu círculo de intimidad. Por lo tanto, a no ser que te dediques a la fotografía de naturaleza, deja los teleobjetivos en casa.
Si llevas mucho peso y vas en familia no tiene sentido llevar un zoom pesado, grande e invasivo. Por lo tanto adiós a las joyas luminosas de las grandes marcas. En estos viajes la clave es sacar esos objetivos fijos del fondo del armario y empezar a disfrutarlos. En serio, la vida os cambiará cuando metáis en vuestra pequeña mochila un 35 mm, o un 50 mm. O como locura, los dos más un 90 mm. Ese es mi equipo desde hace mucho tiempo, con una réflex de formato completo. Nunca he viajado más ligero y pocas veces he conseguido tanta calidad en mis fotografías de vacaciones.
Conclusiones
Parece una perogrullada lo que acabo de decir, pero os cambiará la vida. Os lo prometo. Viajar ligero es lo mejor que podemos hacer para poder disfrutar de la fotografía y de todo lo que nos rodea. En algunos momento envidio a los que solo llevan el móvil y son capaces de desenvolverse con él. Yo no me hago con ellos, pero lucho por conseguirlo.
Pero algo que cada vez hago más es llevarme una de las compactas de alta gama que circulan por el mercado. Mi favorita en este momento, porque es la que tengo (no se puede ser fetichista en este mundo) es la Fuji X100. Los viajes han vuelto a ser maravillosos. E incluso me estoy planteando realizar proyectos más profesionales solo con una cámara de este tipo.
Eres menos agresivo cara al público, puedes llevar más bocadillos en la mochila, así como los muñecos, el agua, las toallitas, las piedras que encuentran por el camino y todavía queda hueco para el segundo que no se han terminado en el restaurante. Pero el equipo bien cuidado siempre
Y os confieso una cosa. Como muchas veces voy en coche en el fondo del maletero, sin que nadie se de cuenta llevo mi réflex con los objetivos fijos y sobre todo mi trípode. Y por las mañanas me escapo, mientras están todos dormidos a buscar esa luz que no me deja dormir.
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