La fotografía se fusiona de forma casi sutil con el viajar. Incluso aquellos que puedan no considerarse amantes de la fotografía no podrán negar que en su vacaciones jamás reprimen su instinto de remarcar gracias a una instántanea un momento, un paisaje.
Personalmente mi cámara es un elemento indispensable de mis viajes, una compañera inseparable que siempre está preparada para lo imprevisto, abierta a lo inesperado. Quizás la cámara nos invite en ciertos aspectos a tener los ojos más abiertos, nos motive a caminar más atentos, más despacio y eso, eso siempre ayuda también en el viajar.
Ante nuestro objetivo paisajes y paisanaje se alinean de manera entrópica. Un mercado lleno de vida, un paisaje desolador, un personaje que ensimismado realiza su tárea diaria…¿Qué enfoque es el más adecuado?¿utilizamos un gran angular o un tele?
Hoy nos iremos de viaje a través de diferentes fotografías de distintos lugares del mundo. Siempre he creído que a veces lo importante no es el lugar, aunque algunos paisajes o monumentos ayuden a conseguir especialmente espectaculares fotografías, cualquier momento y cualquier lugar pueden regalarnos una imágen inolvidable.
La foto anterior la tomé en la plaza principal de Riga, Letonia. Normalmente en los viajes utilizo una lente digital 18-200 mm. Es muy versátil, ya que con él podemos alcanzar casi todas las posibilidades y no tenemos que estar cambiando el objetivo (lo que en ocasiones ensucia el cristal). En cualquier caso, también recomiendo llevar un gran angular para determinadas fotos de paisaje y ciudad.
La mirada perdida de esta camarera, ensimismada en algún pensamiento mientras observa las mesas que tiene que atender, puede regalarnos una fotografía con intensidad y cierto halo de misterio. Utilizando un tele podemos realizar esta foto sin romper el ambiente, sin incordiar al “personaje” principal.
Cuando viajamos en ocasiones nos centramos en realizar fotografías a monumentos. Elementos estáticos que a veces nos muestran un aspecto poco vivo de una ciudad. Sin embargo en cada monumento, como por ejemplo este monasterio budista de Gandantegchinlin en el centro de Ulan Bator en Mongolia, siempre suceden cosas que podemos captar, otorgando a la foto más vida y autenticidad.
En ocasiones un evento cultural puede ofrecernos grandes posibilidades fotográficas en nuestros viajes. En la fotografía superior observamos un detalle de dos bailarines de Tango en un escenario callejero en Buenos Aires. Para esa fotografía necesitamos irremediablemente un trípode y una alta exposición. De este modo conseguimos este efecto de movimiento cuasi fantasmagórico.
No podía faltar en esta ruta por fotografías que buscan un detalle más allá de los específico y de lo esperado, una foto de un edificio. Un monumento puede parecernos plano, incluso soso, pero tal vez hay un instante en el cual ese mismo edificio gana fuerza por un simple detalle de “luz”.
Cuando tomé esta foto en la iglesia de Saint Anne en Vilnius, Lituania, el día comenzaba a nublarse, y justo ese hecho brindó la posibilidad de atenuar la fuerte luz del medio día, tan mala para las fotografías en general. Además la luz acentúo de manera casi mágica el destello de la cruz dorada.
Imágenes | Víctor Alonso
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