Ya sea para capturar un paisaje al atardecer o amanecer o un bonito efecto seda, probar con el lightpainting o con una foto circumpolar, capturar las estrellas o la Vía Láctea, fotografiar unos fuegos artificiales o estelas luminosas... En muchas situaciones la fotografía de larga exposición es, sin duda, una técnica útil y atractiva para todo fotógrafo... Y también todo un reto.
Sobre todo porque, aunque la teoría sea relativamente sencilla (buscar un buen apoyo para la cámara y disparar con una velocidad de obturación larga), conseguir buenos resultados no suele ser fácil. De hecho, simplemente por realizar un disparo lento estamos tentando la posibilidad de que la foto salga trepidada y que las fotografías no resulten válidas por culpa de la ausencia de la anhelada nitidez.
Para lograrla, os proponemos una serie de consejos y recomendaciones que os ayudarán a lograr mejores resultados. Eso sí, no esperéis recetas milagro porque en fotografía eso prácticamente ya no existe. Sólo algunos trucos más o menos básicos pero imprescindibles para conseguir la máxima nitidez cuando realicemos largas exposiciones.
Cámara y objetivo
Lo hemos contado en innumerables ocasiones pero es obligado hacer un repaso del equipo que debemos utilizar para este tipo de tomas. Empezando cómo no por una cámara que nos permita realizar largas exposiciones (que tenga modo Bulb) y, a ser posible, que cuente con un sensor de buen tamaño por aquello del ruido. Lo ideal, claro está, son los de formato completo, aunque con cualquier tipo de captor nos podemos lanzar a la aventura.
En cuanto al objetivo a elegir, esto ya es más optativo, ya que dependerá del campo de visión que queramos captar a la hora de hacer la foto, aunque lo más habitual es optar por una óptica gran angular. Lo que sí es recomendable, de todas todas, es que utilicemos un objetivo con la mayor calidad posible, motivo por el cual será preferible elegir uno de longitud focal fija (lo de escoger uno luminoso ya no es tan importante, aunque sí recomendable). Y si no tenemos o, por lo que sea, escogemos uno de tipo zoom, es recomendable usarlo en distancias focales intermedias para evitar las aberraciones que suelen tener este tipo de ópticas en los extremos.
El trípode, imprescindible
Ya os decíamos que no hay recetas mágicas, por eso el primer y fundamental accesorio que necesitaríamos es el siempre recurrente trípode que permita asegurarnos de que no haya ningún tipo de movimiento en la cámara durante la exposición (ojo, otra cosa es que haya movimiento en la escena y salga de un modo u otro).
Ciertamente siempre se pueden buscar otros puntos de apoyo (poyetes, bancos, mochilas…), incluso en casos de necesidad recurrir a trucos para hacer fotos si olvidamos el trípode, pero dado que estamos hablando de lograr la máxima nitidez en ningún caso deberíamos prescindir de este útil accesorio.
Claro que además de utilizar trípode también hay que hacerlo bien, incluyendo acordarse de desactivar el estabilizador de cámara y/u objetivo para evitar movimientos artificiales que pueden ser provocados por el propio sistema.
Autodisparador, espejo y otros
Nuestra siguiente recomendación ya la podrás imaginar si tienes cierta experiencia: Utilizar algún tipo de disparador remoto. Tal y como hemos dicho sobre el trípode, se trata de que no se produzca el más mínimo movimiento en el equipo, y esto incluye la posible vibración que nuestro propio dedo crea al disparar y que puede magnificarse en fotografías de este tipo.
En este sentido las posibilidades son amplias, porque podemos utilizar desde un disparador por cable o inalámbrico (lo más recomendable), hasta una aplicación del móvil con la que nos conectemos a la cámara. Además también tenemos una muy asequible (porque no necesita de ningún extra adicional) es simplemente usar el autodisparador que incluye la cámara, de forma que ésta realice una cuenta atrás (lo ideal es usar la de dos segundos) y haga la foto en un momento en el que nada toque la cámara. Eso sí, esto no sirve cuando vamos a hacer exposiciones más allá de los 30 segundos utilizando el modo B (que normalmente requiere tener pulsado el botón).
Por cierto que antes de esto es recomendable tomar otra medida en el caso de que estemos utilizando una cámara réflex digital. Se trata de levantar el espejo que hace que la imagen se pueda ver a través del visor y que, cuando se hace una foto, se levanta de forma mecánica (lo cual puede provocar también alguna que otra vibración). Así que busca en el menú de la cámara cómo levantar el espejo antes del disparo, para evitar ese movimiento, y ponlo en práctica.
Por último, hay que citar algunos otros accesorios que pueden ser útiles para este tipo de tomas como los filtros de densidad neutra, por ejemplo si estamos haciendo una larga exposición diurna. También hay que recordar que este tipo de fotografías suelen agotar las baterías con facilidad, así que más que nunca conviene llevar energía de repuesto.
Enfoca en modo manual
Si vas a realizar una fotografía de larga exposición es (muy probablemente) porque las condiciones de luz son bajas, justo el escenario en el que peor responden los sistemas autofoco de las cámaras fotográficas, ya sea por lentitud o falta de precisión. Incluso si tu cámara es muy moderna y lo hace relativamente bien es posible que al apretar el disparador a fondo el foco se reajuste chafando el resultado.
Por eso, este tipo de tomas son uno de los escenarios en los que se recomienda encarecidamente usar el enfoque manual. Para ello, simplemente puedes ajustarlo a una distancia concreta, tal vez usando alguna ayuda al enfoque (como el focus peaking o una linterna que permita ver mejor), o bien decantarte por enfocar en automático y, cuando tengas el punto elegido, desactivar el automatismo.
En el caso de que vayas a usar filtros de densidad neutra degradados, seguramente tengas que situarlos en una posición concreta, así que para evitar que causen problemas con el enfoque lo mejor es montar el filtro una vez que se haya fijado el foco y tener cuidado de no tocarlo para evitar posibles desenfoques posteriores.
Dispara en modo M
Una vez tenemos la cámara montada y la imagen enfocada, llega el momento de decidir la exposición, lo que posiblemente sea el tema más peliagudo en este tipo de imágenes de larga exposición. Para hacerlo conviene no fiarse del modo automático y decantarse por el manual, o al menos por la prioridad al diafragma o al obturador utilizando, si es necesario, la compensación de exposición.
Por supuesto es más que conveniente fijarse bien en la luz de la escena, en el contraste y en el rango dinámico que exista y, a consecuencia de ello, elegir el modo de medición que usar y dónde medir la luz. Una vez decidido ya sí podemos elegir la exposición teniendo en cuenta que, al buscar la máxima nitidez, deberías decantarte por el ISO más bajo que tenga tu cámara y elegir bien el diafragma. Lo habitual es utilizar un valor grande (osea cerrar el diafragma) pero es mejor emplearlo en su punto dulce para evitar problemas de refracción.
En cuanto a la velocidad, si la foto que queremos captar se sale del margen normal que suele ser 30 segundos (lo cual es habitual) el fotómetro de la cámara no servirá así que debemos hacer varias exposiciones de prueba. Claro que esto no siempre es lo más factible ni lo más recomendable, entre otras cosas porque puede ser causa de calentamiento de la cámara que produzca un mal funcionamiento o de “píxeles calientes”.
Por ello, conviene utilizar un sencillo truco basado en la ley de reciprocidad. Consiste en hacer las fotos con un ISO alto hasta que la exposición sea de nuestro gusto (el histograma siempre es una gran ayuda) y calcular luego la velocidad necesaria teniendo en cuenta que por cada paso de ISO que bajemos, habrá que multiplicar la velocidad por dos.
Es decir, imaginemos que la foto está correcta usando una exposición de un minuto a ISO 1600. Para calcular el tiempo correcto iríamos bajando a ISO 800, 400, 200 y 100 (suponiendo que ese sea el ISO mínimo de nuestra cámara) y subiendo el tiempo a dos, cuatro, ocho y dieciséis minutos, que será el valor final a utilizar.
Como veis en las imágenes que hemos puesto de ejemplo, los resultados con esta técnica son tan variados como espectaculares. Por ello, como siempre, esperamos haberos animado a probar con este tipo de tomas que mezclan ciencia y arte. Si no lo habéis probado aún, os aseguramos que realizar fotografías de larga exposición es una experiencia muy gratificante que os hará sentiros auténticos fotógrafos. Y como siempre recordaros que tenéis a vuestra disposición los comentarios si consideráis que tenéis algo interesante que aportar al artículo.
Foto inicio | Jimmy Musto
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