Sigma está atravesando un buen momento de forma. La elevada calidad de buena parte de las últimas ópticas que ha lanzado, especialmente las de la familia Art, ha permitido a esta compañía japonesa hacerse con la confianza de muchos fotógrafos, lo que en un sector tan competitivo no es nada fácil. Lo interesante es que para hacer esto posible no basta con diseñar arquitecturas ópticas muy depuradas y fabricar lentes con precisión; además es necesario tener un control de calidad muy estricto.
Y, al parecer, Sigma lo tiene. Antes de empaquetar cada uno de los objetivos que fabrica los pone a prueba en unos equipos de test a los que llama A1. En realidad estos dispositivos son unas cajas casi cúbicas de gruesas paredes metálicas a las que es posible acoplar los objetivos utilizando todas las monturas con las que trabaja Sigma. Pero lo interesante es que la función de los equipos A1 (tiene 60 repartidos por sus cadenas de producción) es analizar minuciosamente la resolución óptica de los objetivos utilizando el test de modulación por función de transferencia (MTF).
En el interior de cada caja A1 reside un sensor Foveon con tamaño APS-C, por lo que a la hora de analizar la calidad óptica de los objetivos para cámaras con captador Full Frame Sigma ha tenido que optar por una solución ingeniosa: desplazarlo para cubrir toda la superficie de un sensor de formato completo. Pero, obviamente, es imprescindible hacerlo con mucha precisión para mantener las tolerancias bajo control.
En el vídeo que tenéis justo encima de este párrafo podéis ver en acción la mecánica que se encarga de desplazar el sensor Foveon APS-C. Según Sigma se trata de un dispositivo de alta precisión que les permite evaluar la calidad de sus ópticas con unas tolerancias más estrictas que las ofrecidas por los sistemas de proyección óptica porque eliminan de la ecuación el «factor humano». Interesante, ¿no os parece?
Vía | Imaging Resource
En Xataka Foto | Así trabaja el servicio técnico de Sigma en su fábrica de Aizu: con una meticulosidad extrema