Ahora que termina el año me he acordado de todas las cámaras con las que he trabajado, en la búsqueda de la mejor máquina fotográfica que he tenido. Y más que nada para luchar contra la manía de pensar que una marca o un tipo de cámara cambiará en algo tu estilo fotográfico.
Después de leer una entrada he recordado de nuevo que estoy en el mundo de la fotografía por la afición de mi abuelo materno. Él se compró en 1929 una cámara de fuelle para fotografiar la Exposición Universal de Barcelona de 1929. Una Agfa, que forma parte de mi colección, con la que todavía puedo hacer fotos sin problemas, por cierto.
Una cámara de fuelle, plegable con la que hizo fotografías que todavía conserva mi madre en su casa. Con el tiempo, y por ser tan plasta, me la terminó regalando. Nunca he hecho una fotografía con ella pero todo se andará.
Los primeros pasos
Pero cuando yo solo era un niño él tenía ya una Canon AV-1 con tres objetivos fijos. De sus manos pasó a las de mi querido padre. Y ese modelo era poco menos que un tesoro para mi. Con el paso del tiempo me di cuenta de que no tenía nada que ver con esa maravilla que era la Canon AE-1. Quizás por ella soy ahora un firme defensor de la Prioridad al diafragma...
Yo por aquel entonces tenía ya una cámara propia, una flamante Nassau roja que gané en un concurso infantil donde solo participó un niño más... Ese premio también tuvo mucho que ver en mi afición y posterior profesión. Era una compacta grande y llamativa con un obturador que sonaba poderosamente... Pero de vez en cuando podía pedirle a mi padre la Canon...
Al final terminó en mis manos porque mi padre estaba harto de su peso, según me dijo... Con semejante cámara réflex hice mis primeros pinitos en este mundo. Con ella aprendí muchas de las cosas que hoy hago por rutina. De hecho creo que la tuve hasta los 18 años y fue la primera cámara con la que empecé a ganar dinero.
El profesor de uno de los primeros cursos a los que asistí tenía una cámara de formato medio. Me fascinaban esos negativos tan grandes. Y como no tenía dinero y no me veía con la cámara de fuelle por la calle (maldita vergüenza adolescente) me compré una Lomo rusa por 2000 pesetas... Entonces no estaban de moda.
Y puedo prometer que no he tenido una cámara peor en mi vida. Con un objetivo de menisco, un sistema de arrastre que montaba las exposiciones... Esa fue una de mis pocas incursiones en el formato medio marcadas con un rotundo fracaso.
Así que volví a mi querida Canon. Y como seguía siendo pobre no tuve más remedio que ahorrar para comprar más y más película para experimentar y empezar a soñar con otro modelo superior. No me quedó más remedio que apostar de nuevo por Canon para aprovechar los objetivos.
Y me compré, de segunda mano, y con la ayuda de una de mis hermanas, la mejor cámara que he tenido nunca. Como veréis más adelante no soy un visionario, desde luego. La Canon T90 es conocida como El tanque. Es la última profesional que hizo Canon con la famosa montura FD.
Es rápida, bonita, sencilla de usar, las cuatro pilas aguantan lo que no está escrito... Pero no tiene autoenfoque. Canon cambió justo después de la T90 la montura y dejó abandonado a todos sus fieles seguidores. Dolió mucho pero fue un acierto, después de todo.
Como anécdota, y para confirmar su fama, contaré que en un viaje por Florencia tropecé y la cámara se estampó contra el muro de un palacio renacentista. No le pasó absolutamente nada a la cámara. Respecto a los objetivos tengo una anécdota similar... En el mirador de las cuevas del marqués de Pindal se me cayó el FD 135mm f3,5 al fondo del precipicio... una caída de 10 m en la que solo se torció un poco la montura.
La llegada del autoenfoque
Aguanté durante mucho tiempo con esta cámara. Llevaba la AV-1 como segundo cuerpo y fotografié lo más granado del mundo de la cultura y de la política madrileña de aquellos años. Todos los compañeros me miraban raro por no trabajar con modelos más modernos pero todo me salía a la perfección.
Incluso me compré como cámara de apoyo una pequeña Minox GT-E que llevaba siempre con un carrete de 400 ISO de blanco y negro. Quien no la conozca puedo decir que es una de las mejores compactas que se hicieron y que su MC Minoxar 35 mm f2.8 está a la altura de los mejores objetivos que he probado (a lo mejor hablo con nostalgia).
Pero era evidente que ya no podía seguir con estos modelos. El autoenfoque era el último grito y ya había alcanzado una rapidez asombrosa. Así que en el año 2003 me compré, de nuevo de segunda mano, la Canon EOS 1 original con mis primeros 28-70 y 80-200 f2,8.
Una cámara que disfruté poco pero que reunía lo mejor de aquel entonces. Robusta, totalmente estanca y rápida, muy rápida. Creía que por fin tenía una máquina para toda la vida. Tenía todo lo que podía necesitar un fotógrafo... ¿Qué sentido tenía comprar una de esas digitales que empezaban a salir? Cada vez estoy más convencido de mis dotes de adivino...
La era digital
Yo aguanté todo lo que pude con mis analógicas, más que nada por cabezonería... Que si el digital es una moda, que si no tiene calidad, que si da lo mismo... Pretextos que tenía porque no quería reconocer que no tenía ni idea de utilizar un ratón...
Todavía recuerdo mi primera experiencia con Photoshop... Solo supe seleccionar la herramienta Borrar y quitar todos los píxeles de la imagen y meterme corriendo en el laboratorio para hacerme ver que como los químicos no había nada en el mundo.
Pero el tiempo cambió muy deprisa y me vi obligado a cambiar o desaparecer. Después de estar a punto de perder el tercer trabajo me compré una Canon EOS 300D. Nueva. Y mi vida fotográfica cambió para siempre con la entrada en el mundo digital. Siempre me arrepentiré de no haber empezado antes con el laboratorio digital.
Con esta cámara de entrada viajé a África, a la República del Çhad para recorrer todos los campamentos de refugiados de la guerra de Sudán, fui a las zonas más deprimidas de Nicaragua y anduve numerosos parques nacionales y pueblos de España. Y puedo decir que nunca me dejó colgado. Solo había que cuidarla bien.
Luego pasé a la Canon EOS 30D, que utilicé muy poco. Pronto llegó la Canon EOS 5D Mark II, con la he aguantado 10 años hasta que, en un giro inesperado, y rompiendo la tradición de reciclar los objetivos, me pasé a la Sony A7III. Ya no hago tantas fotografías y me dedico a la docencia casi a tiempo completo. Y no necesito una cámara más dura. Algún día escribiré de los dos años que llevo con ella... Seguro que daré alguna que otra sorpresa.
Y he tenido muchas compactas para llevarlas siempre encima. Desde la Panasonic LX2, pasando por las Canon G9, la Fuji X10 y X100, la X-T1... En el poco tiempo que llevo en el mundo digital he tenido 9 cámaras digitales frente a 4 analógicas.
¿Y a dónde llevan todas estas batallitas?
Todas estas han sido mis cámaras. Y por trabajo he utilizado Nikon, Minolta, Olympus, Pentax, Bronica... Y he disfrutado con todas ellas. Sin contar todas las que he probado desde que estoy en el mundo de las redes.
Y puedo decir, sin miedo a equivocarme, que todas son iguales. Tienen el objetivo por el que pasa la luz controlada por el diafragma, que llega a la película o al sensor a través de la cámara oscura durante un tiempo determinado.
Por este motivo no tiene sentido atarse a una marca o a un tipo de cámara. He hecho buenas fotos con todas las cámaras y lo único que tienen en común es que han pasado por mis pobres manos. Sí, seguro que unas serán más grandes que otras, o tendrán más ruido pero los resultados son idénticos. Estoy seguro de que nadie distinguiría si están hechas con una Canon o una Minolta o una Minox. Y eso es otro punto a favor de mi teoría.
La cámara no es importante. Puede ser más rápida una que otra o tener más destreza con un modelo concreto porque has practicado más. Enseguida se convierten en la extensión de tu mirada, como decía Cartier Bresson. Todas hacen lo mismo. Obedecerte y conseguir buenos resultados si las órdenes son correctas.
Así que no entiendo a los que dicen que una es mejor que otra. Todo depende de nuestras necesidades y de nuestro bolsillo. Todas las marcas son buenas, todas tienen modelos que han salido peor. Y algunas puede que tengan mejor tecnología pero no cambian tu estilo.
No podemos hacer afirmaciones rotundas en el mundo de las cámaras. Da igual, de verdad. No se puede ir de visionario, ni defender a capa y espada un modelo u otro. Me encantan las cámaras pero prefiero hablar de experiencias, estilos o de cualquier cosa que me sirva para mejorar como fotógrafo. Lo que importa es la foto, no con qué está hecha.
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