La semana que viene empiezan las vacaciones de Semana Santa. Algunos han tenido la suerte de empezarlas este mismo fin de semana. Y vacaciones muchas veces es sinónimo de fotografía. En esta ocasión os queremos proponer un reto: contar una historia con la única ayuda de veinte fotografías.
Hasta ahora las vacaciones siempre han sido un cultivo fértil para la fotografía. Es el momento en el que muchos pueden cargar sus mochilas con mil cachivaches y lanzarse a la aventura. Un gato que pasa, una vaca que pasta, una puerta desvencijada, niño quítate de ahí que me estropeas la foto...
Al final tenemos mil fotografías en las tarjetas en las que intentaremos encontrar esas fotos sueltas que justifiquen nuestra inversión en equipo. Algunos hasta enseñarán a sus compañeros de viaje ese disparo que justifica haber llevado ocho diarias el trípode colgado al hombro... Y ya, hasta el próximo viaje.
Pero el reto que os propongo no es precisamente hacer fotos bonitas y ya está. Hacer unas cuántas fotografías para enseñarlas en la próxima reunión familiar o colgarlas sin más en las redes sociales. Como mucha gente piensa... seguro que si hago las mil fotos de rigor alguna será buena. Vamos a aprovechar los días de descanso para hacer otra cosa. Subir un escalón. Mejorar como fotógrafos.
El reto de la fotografía y las vacaciones
La fotografía requiere concentración. Necesita pensarse. No consiste en enseñar una mera sucesión de postales. Hay que ser capaz de contar una historia con ella. Los fotógrafos no nos parecemos a los pintores, somos más bien contadores de historias. Cuentistas, o a lo mejor novelistas. Pero siempre he creído que un cuento es lo más cercano a un buen trabajo fotográfico.
El reto es el siguiente. Hay que imaginar una historia que nos pueda pasar en nuestro viaje. Puede ser real o no. Algo histórico, o un poco de realismo mágico. O quizás mero costumbrismo. O una descripción detallada como si fuera 'La regenta'.
Y todo con solo veinte fotografías. Me gustaría ser más restrictivo y limitar el número de disparos que se pueden hacer. Pero no vamos a pasarnos. No hay límite. Eso sí, al final solo pueden quedar veinte. Nada más y nada menos.
Sería estupendo que las pudierais compartir para que todos las viéramos. Pero no. Lo mejor es que se las enseñéis a vuestros allegados y si queréis, escribir en los comentarios para que nos contéis las impresiones que habéis recibido.
El porqué del reto
No es algo caprichoso. Es uno de los objetivos para mejorar como fotógrafos. Si pensamos antes lo que hacemos lograremos mejores disparos. Si tenemos un objetivo las fotografías serán más difíciles. No valdrá cualquier cosa. Precisamente por este motivo tendremos un mayor porcentaje de acierto.
Nos equivocaremos igualmente. Habrá días en los que no saldrá nada. Pero de repente, en un momento, llegará la inspiración. La luz será la adecuada para lo que hemos decidido contar y el proyecto empezará a tomar cuerpo. Lo mejor sería tener claro el primer disparo y el último de nuestra historia. Todo lo demás irá más o menos fluido. Afortunadamente esto no es mecánico.
No sé si nos haremos mejores fotógrafos. Esto solo se consigue con mucho trabajo y mucha suela. Pero es una forma de salir de la fotografía postalera, de enseñar miles de imágenes de forma cronológica, de quedarse en uno o dos disparos más o menos aceptables.
No es obligatorio, por supuesto. Podemos seguir haciendo lo de siempre porque es lo que nos gusta. Pero para los que no nacemos fotógrafos, este es uno de los caminos para hacernos. Ya nos contaréis.
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