En verano, a pesar del calor, es cuando se hacen más fotografías. Justo en el momento que la luz es más fuerte es cuando la gran mayoría nos podemos colgar la cámara a nuestro cuello y lanzarnos a buscar una imagen del verano. Muchos aficionados vuelven frustrados y piensan que es culpa del zoom compacto del kit. Nada más lejos de la realidad. Hoy vamos a ver que esto no es cierto y que lo único que tenemos que cambiar es nuestra forma de mirar.
Tenemos un problema en el mundo de la fotografía. Y ha crecido desde que somos digitales 100%. Según la creencia popular, algo contra lo que intentan luchar las marcas con todas sus fuerzas, siempre harás mejores fotografías si te compras un equipo nuevo cada dos años o menos. Todo el mundo lo sabe. Y que evidentemente solo haces malas fotografías porque tu objetivo no es luminoso o te lo dieron junto con la cámara. Muchos se refieren a él como el pisapapeles que te han colocado...
El pobre 18-55 mm que viene con muchas cámaras es menospreciado por sistema. Que si es de plástico, que si es poco luminoso, que si con él no te respetan en las calles y en los lugares donde todos hacen las mismas fotos... Y no falta razón. Pero como tantas cosas en la vida, no todo es blanco y negro. En este caso concreto hay muchos matices y cada fotógrafo tiene que encontrar sus límites para saber si este objetivo vilipendiado por las hordas es nuestro objetivo ideal o no.
Los problemas reales de los zoom compactos
No vamos a mentir. Tienen muchos problemas. Y sus detractores no dejan de tener razón. Los zoom compactos de las grandes marcas nacieron bajo la premisa de ser baratos. No tienen otro fin. Son objetivos económicos, con muchas licencias en su construcción. Por ejemplo, en algunos casos la montura llega a ser de plástico. Nada de metal. Y las lentes puede incluso que no sean de cristal.
Además tienen que ser pequeños, por lo que la luminosidad no es uno de sus fuertes. Encima tienen un diafragma variable. En su posición más angular llegan a f3,5 en el mejor de los casos. Pero en tele cierran hasta f5,6. Eso quiere decir que estamos obligados a disparar con velocidades muy bajas en situaciones de poca luz o subir el ISO. O la gran pesadilla para los que lo llevan para evitar el peso, cargar con un trípode.
El diseño óptico no destaca por nada. En casos extremos, y si queremos eludir los arreglos por software (que vienen por defecto), las distorsiones, las aberraciones y el viñeteado campan a sus anchas en nuestros disparos. Y la nitidez no es brillante, por decirlo de una forma suave. Y las esquinas sufren una pérdida de nitidez importante...
Solo son un conjunto de cristales que han creado para conseguir un precio atractivo de cara al público. Nosotros compramos la cámara y tenemos la sensación de recibir un regalo en forma de objetivo. Todas estas cosas van en su contra. Y es absolutamente verdad. Pero como he dicho más arriba no todo es blanco y negro. Y depende del destino final de nuestras fotografías.
Las virtudes de los zoom compactos
No son tan malos. Las últimas versiones vienen incluso estabilizadas (lo que compensa su escasa luminosidad). Todo depende de lo que hagamos con nuestros disparos. Aquí es donde encontramos los matices. Y es sumamente importante tenerlo en cuenta antes de ir corriendo a las tiendas a comprarse un pata negra. Tengo que decir que con mi primera réflex digital llevé durante mucho tiempo la primera versión del 18-55 mm.
Hasta entonces trabajaba con un 28-70 f2,8 en la EOS 1. Y noté la diferencia. Vaya si la noté... La calidad no tenía nada que ver, por supuesto. Pero la diferencia de peso era poco menos que una bendición. Creo que es la principal baza. Hasta que descubres las virtudes de un sencillo objetivo fijo, pero eso es otra historia...
Estos objetivos zoom, que salieron con las primeras digitales réflex, con aquellas que equipaban sensores de 6MP, cumplían con creces su destino. El diseño óptico tendría que haber mejorado con los nuevos sensores pero en aquel entonces daban una calidad más que aceptable.
La clave, como ocurre exactamente con todos los objetivos del mercado, es encontrar su punto dulce. Y en este caso lo tenemos a f8. Y si encima colocamos la cámara sobre trípode, os puedo asegurar que no vamos a tener ningún problema. Tengo fotos ampliadas a 50x60 cm con una calidad increíble.
Y con las cámaras de hoy en día no está todo perdido por un motivo muy claro y del que evidentemente son conscientes los fabricantes. Se hacen muy pocas copias en papel y la mayoría de nuestros trabajos se ven en pequeñas pantallas. Y ahí todos los gatos son pardos...
Efectivamente. Si no haces ampliaciones y el destino final van a ser las redes sociales, este tipo de objetivos son tus compañeros perfectos. La nitidez que le falta se verá compensada por el tamaño final. Con esos pesos todas las fotografías parecerán sacadas con algún mítico objetivo de Zeiss. Será imposible distinguir la calidad si subimos con moderación la Claridad o aplicamos una buena máscara de enfoque.
Y gracias a ellos, nuestros viajes serán mucho más ligeros que con un pesado 2,8. Es un objetivo versátil, sin pretensiones. Y perfecto para todos los que no piensan sacar ampliaciones de sus fotografías. Como dice un amigo, casi siempre será mejor gastarse el dinero en un viaje que en un objetivo más luminoso... Y siempre nos quedarán los fijos.
En Xataka Foto| Creando un objetivo "Supermacro" con un 18-55 de Canon