Recuerdo un profesor que una vez nos dijo “¿Hace cuánto no se regalan una fotografía?”. En su momento era difícil imaginar lo que significaba esa pregunta. Sin embargo, pasados los años, la respuesta se hacía más clara: no solo hacemos fotografías para vivir de este arte, sino para tener mementos de ese camino que exploramos a través de la cámara.
Estas son las fotografías que no están colgadas en una exposición, en el catálogo de una revista o rondando entre la viralidad de las redes sociales. Estas son imágenes para vosotros.
Encontrando el momento
En el camino profesional nos encontramos que, a medida que pasa el tiempo, nuestras fotografías adquieren cierto tono de ser pensadas para agradar a un público general. En esta época de fotografía digital y redes sociales es algo que ha incrementado. Alguien que busca ser influenciador busca que sus imágenes sean impactantes para adquirir seguidores y corazones, por ejemplo. Y, como fotógrafos, nuestra rebeldía de estilo se comienza a sentar cuando dependemos de que un cliente esté satisfecho con nuestro trabajo. Esto influencia nuestro estilo para ser relativamente más agradable a ellos y el público.
Esa rebeldía no se queda quieta, es la que nos hace crecer, es la que nos hace buscar que haya un cambio estético que dicte un nuevo gusto por parte de la sociedad. Esa rebeldía es la que nos pide ser únicos.
Es ahí donde la pregunta de mi profesor adquiere su mayor sentido. Hay que darnos un espacio para poder enorgullecernos de nuestro trabajo, siendo nosotros el cliente o la audiencia que ve esa imagen colgada en una pared. Regalarse una fotografía es darse egoistamente una imagen para disfrutar, sin importar si a alguien más le gusta o no.
Imprimir una foto nuestra en el tamaño más amplio posible, enmarcarla y colgarla en una pared del departamento no tiene descripción. Es un recuerdo, un momento que nos hace sentir que vamos por buen camino y que por más de esos instantes es que debemos seguir creciendo como fotógrafos.
Pero no es gratuito. No significa que debamos imprimir por imprimir. Eso le quitaría valor a la pregunta. Cuando nos regalamos una foto es porque concentra el valor de tanto tiempo de esfuerzo en esa imagen; porque hay un sentimiento que verdaderamente acompaña al momento que tomamos aquella fotografía, como el cumplir el sueño de ir a un lugar que estaba pendiente desde hace años o el recuerdo de la persona que estaba junto a vosotros en aquél instante. Es aquel recuerdo de nuestro ser que debe ser inamovible.
Por eso, espero que consigáis regalaros una foto muy pronto. Y adelante en este hermoso camino que es la fotografía.
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