¿Alguna vez os habéis preguntado cuándo os sentísteis atraídos a la fotografía por primera vez? Tal vez es una pregunta sencilla y boba, pero es el tipo de preguntas que nos pueden recordar por qué estamos en éste camino de la imagen.
Al formarnos como fotógrafos aprendemos de técnica y concepto. Dos elementos que guían nuestra mirada fotográfica a disparar con un propósito más allá de una captura primitiva. En esta formación no solo se nos enseña a capturar el momento, sino a identificar y expresar un por qué de esa captura.
Poco a poco el mundo profesional nos va guiando a pensar que nuestras imágenes deben estar justificadas por esta visión conceptual y/o técnica. Editamos de cierta manera porque es como resaltamos las propiedades del sujeto que capturamos, o creamos una serie pensando en un hilo conductor narrativo que las une.
Poco a poco transformamos el instinto primitivo de capturar lo que nos llama la atención por buscar la estética o el mensaje. Poco a poco los escenarios que nos capturan se vuelven banales y tratamos de evitarlos. En ese sentido perdemos algo hermoso de lo que hace la fotografía: sorprendernos con el mundo a través de un objetivo.
Pero ese instinto primario es algo que considero debemos retomar de vez en cuando. Hacernos la pregunta banal de cómo nos sentimos atraídos a capturar una imagen y reforzar el dejarnos llevar por instinto. El desarrollo técnico y conceptual es importante, pero también lo es el dejarse ir por la fotografía en su sentido más banal y primario.
En mi caja de recuerdos encontré mi primera cámara, la cual ven en portada. Durante el colegio tenía problemas de matoneo y los videojuegos eran un gran escape. Le comenté a un amigo que me gustaba mucho el juego de ‘Pokmon Snap’, porque uno podía capturar momentos divertidos y felices. Por este motivo, él me dió una cámara de verdad para poder ir por el mundo capturando esos momentos divertidos y felices en la realidad. Desde aquel entonces me dediqué a llevar una cámara y fotografiar todo aquello que me hiciera sonreír, sin entender de técnica o concepto, solo pensando en sentimiento.
Recordar esto le sigue dando fuego a mi pasión de la fotografía y el cine. Por ello, considero que como fotógrafos debemos recordar dónde inició esta llama de amor por la fotografía, para entender por qué la seguimos alimentando y avivando.
¿Qué fue lo que encendió vuestra llama?