Hay un tendencia muy arraigada en los círculos fotográficos a pensar que las fotografías deben ser totalmente perfectas. Es decir, si tu imagen tiene mucho grano, hay elementos trepidados o faltos de nitidez por definición se tiende a pensar que la foto no es lo buena que debería. Pero ¿es absolutamente necesario? ¿Qué pasa con la creatividad? ¿Y con el mensaje? ¿Hay que supeditarlo a la calidad técnica?
Evidentemente depende del tipo de fotografía que hagamos, porque no es lo mismo el fotoperiodismo que el paisajismo, pero ciertamente esta tendencia de lo que podríamos llamar “vieja escuela de la fotografía” está muy implantada. “Deberías haber usado una mayor profundidad de campo” o “tendrías que haber disparado con una velocidad más alta, y con un ISO más bajo” dicen... ¿Pero tienen razón?
En un mundo en el que vemos muchísimas imágenes a un tamaño muy pequeño (principalmente hablo de Instagram, claro), tanto que apenas se notan los defectos (y fotos “normalitas” parecen mucho más de lo que son sin ampliarlas), es curioso que aún sigan instaladas estas ideas. A mí mismo me ha pasado trabajando para Xataka Foto, cuando analizo las cámaras que probamos. En más de una ocasión me han acusado de que una foto estaba trepidada, cuando esto es algo que había buscado a propósito.
No digo yo que las fotos fueran muy buenas, pero desde hace tiempo me siento bastante atraído por esas fotos en las que hay algún elemento movido sobre un fondo lo suficientemente nítido. O al revés, como en la que he puesto en portada y que fue realizada en la toma de contacto con la Fujifilm X-T100. ¿Os parece una mala foto? A mí me gusta bastante.
La combinación de zonas nítidas y otras trepidadas es algo que me resulta interesante porque (creo) puede hacer ganar muchos enteros a una imagen que, a lo mejor, de otro modo sería muy convencional ¿No os parece? Desde luego no voy a ser yo quien diga que para nada hay que intentar hacer buenas fotos y cuidar la técnica, pero creo que ésta no debe coartar la creatividad, que al final es lo que puede marcar la diferencia.
Precisamente hace unos pocos meses, en el festival Madrid PhotoPhest, asistí a la conferencia de Eugenio Recuenco, un reconocido fotógrafo publicitario, quien nos contó como a él no le interesaba que una foto fuera absolutamente perfecta y que todos sus elementos estuvieran nítidos.
Curioso en un profesional al que, desde luego, no podemos acusar de hacer malas fotos, sobre todo porque el tipo de las que hace sí que aparentemente son perfectas. Sin embargo, sus palabras me hicieron pensar que la obsesión por la perfección y la nitidez está sobrevalorada. ¿Acaso muchas de las fotografías que han quedado para la historia, como ‘El beso’ de Doisneau o ‘El Miliciano’ de Capa, eran perfectas?
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Fotografías de Oscar Condés
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