Los turistas cuando viajamos hacemos fotos. Es uno de los sentidos del viaje. Enseñar las fotografías de nuestras experiencias. Unos hacen más y otros menos. Unos con más calidad y otros peor. ¿Pero qué es exactamente la fotografía turística?
Todos somos turistas. Absolutamente todos. Cada uno nos movemos como hemos aprendido. Personalmente jamás entenderé viajar para hacer colas interminables o para no parar de visitar tiendas para llenar las maletas de regalos. Pero es otra forma perfectamente válida, ¿por qué no?
Respecto a la fotografía los turistas nos enfrentamos de dos formas. Los que buscamos nuestros recuerdos y forma de ver las cosas y los que quieren el recuerdo rápido que todos tienen para enseñarlo cuando vuelva a su hogar. Los que solo quieren las fotografías de los lugares pintorescos y los que queremos nuestra vida.
Otra cosa es el apartado técnico. Los que saben y los que no. Los que hacen fotos a contraluz y echan la culpa de la oscuridad al precio del móvil y los que dominan todos los secretos técnicos. Dentro de este apartado podemos hablar de los que se vuelven insufribles para los que les acompañan con tanto artilugio y los que se bastan con una cámara y un objetivo.
Buenos recuerdos los de aquel año
La única verdad es que todos pueden hacer lo que les apetezca. Mientras les sirva para almacenar recuerdos. Yo recuerdo muchos sitios por las fotografías que se guardan en casa de mis padres. Y con el paso del tiempo me da igual que sean buenas o malas, desenfocadas o cortadas, con intención o sin ella. Son el diario de nuestra familia, nuestra historia. Y da igual que no sean fotografías de autor. Os lo digo de verdad.
La fotografía es el recuerdo perfecto pues solo te enseña las cosas buenas de la vida. Normalmente no fotografiamos las desgracias. Eso se lo dejamos a los morbosos o a los autores autobiográficos. Ese es el gran valor de la fotografía turística. Un puro y duro buen recuerdo de nuestra vida. ¿Quién se atreve a juzgarlo?
La fotografía postalera
Lo que sí hay que hacer es intentar mejorar. Yo no tengo buenas fotos de mi querida abuela. Solo una en la que está hablando por teléfono con mi hermana que estaba de viaje por aquel entonces por tierras ignotas. Se ve todo el fondo bien enfocado, el flashazo en la vitrina, desde un punto de vista alto... Todo lo que no hay que hacer. Pero es la que tenemos enmarcada.
Por este motivo siempre aconsejo mejorar nuestras fotografías. Superar nuestras taras técnicas y llegar por lo menos a la altura de la fotografía postalera. Un punto en la fotografía en el que cualquiera con esfuerzo puede llegar. Y del que nos cuesta mucho escapar por lo cómodo que es. Miras, colocas la máquina y disparas. Todo está en su sitio.
Esta forma de fotografiar, que yo llamo postalera, es aquella que despierta la admiración de tu madre y tu familia más cercana. Y hace exclamar a la abuela pero qué buen fotógrafo que eres. La típica foto que encandila a tus allegados y amigos pero que fracasa en cuanto llegas a una escuela o tienes la suerte de enseñar tu trabajo a un fotógrafo de renombre o a un conocido con el que nada te une. Es una fotografía mil veces hecha, que puedes colocar en una tienda y venderla como una postal (de ahí su nombre).
De vacaciones
Pero si no tienes más pretensiones fotográficas qué sentido tiene hacer otra cosa. Si has conseguido alcanzar ese nivel, convertirte en el amigo que hace las fotos de los viajes, enhorabuena. Estás en el punto perfecto de la fotografía turística, aquella que te permitirá recordar como nadie tu historia, tu vida. Muy cerca de lo que hace por ejemplo Martin Parr pero desde un punto de vista satírico.
Es verdad que igual has tenido que esperar una hora para hacer la foto porque mil como tú están esperando a hacerlo mismo, que la hora es la peor según dicen los manuales, pero qué más da. Es tu foto, y es lo único que debería importarte. Y si quieres avanzar, ya sabes, se acerca el nuevo curso.
En Xataka Foto| ¿Te has parado a pensar alguna vez por qué haces fotos?
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