Las redes sociales parecen ser un elemento obligatorio para la creación de la marca personal del fotógrafo. Para nosotros, Instagram podría ser la más obvia a la que deberíamos trabajar. Sin embargo, la red social de fotografía puede ser una de las más frustrantes para nuestra comunidad.
Imágenes de corazón
¿Qué hace una cuenta de Instagram exitosa? Una cantidad de seguidores muy alta, fotografías gustadas que estén sobre el 30% de esta cantidad de seguidores, participación de los seguidores sobre la cuenta y la famosa ‘fidelización de usuarios’. En el pasado os hemos contado cómo hacer un buen uso fotográfico de Instagram, además de tips y consejos que se pueden aprender de otros fotógrafos para mejorar estas estadísticas. Por suerte los bots van a ser una preocupación menos en esa cadena de estadísticas.
Sin embargo, la realidad de la red va más allá de tratar de manipular los elementos para que los números de estadística cuadren. Ser popular en Instagram puede resolverse de manera sencilla si: os dedicáis a la fotografía de viaje enfocada en estilo de vida, pues la gente quiere sentir que se puede vivir viajando; sois fotógrafos boudoir, pues la gente quiere ver piel; sois famosos por algún otro motivo, pues le dais un vistazo al mundo de esa vida “privada”; os dedicáis a hacer memes de temas específicos, pues ese mundo encuentra si o si un nicho de seguidores; o sois páginas de publicación de contenido de terceros, pues si os dedicáis a curar contenido impactante para atraer a las personas, ellas llegarán.
Como se menciona en un artículo de Fstoppers, en Instagram a nadie le importa el fotógrafo. La gente sigue contenido llamativo constante. Solo los fotógrafos comenzamos a seguir otros fotógrafos y creamos una pequeña red social. Y los seguidores ‘fidelizados’ son aquellos que llegan a nosotros por referencia, nuestros amigos, los modelos con quienes trabajamos, nuestra familia y uno que otro cliente que también es aficionado a la fotografía y nos sigue si lo seguimos. No hay casi usuarios que lleguen a una cuenta de publicación, vea una foto y diga “¡Hey! ¿Quién es el fotógrafo de esta toma?”, ocurrirá una de cada cien veces.
Aquí se encuentra la primera frustración que existe en esta red social. A nadie le importa quienes somos como creadores de imagen. Entonces, si mi enfoque no es el de satisfacer a la audiencia para ser un influenciador, no importa que tanto publiquemos, pues el crecimiento orgánico será muy mínimo. Si quiero ser popular en Instagram, nuestro trabajo es uno que se crea para agradar a la audiencia y no uno que creamos para agradarnos como artistas.
Yo soy de la filosofía que si uno quiere ser fotógrafo, debe ser fotógrafo. La creación de la marca personal está en un segundo plano escondido. También soy de la filosofía que piensa que no importa tener una red social o no, eso no debería influenciar la calidad de nuestro trabajo. Aunque suelen haber casos de fotógrafos que al dejar las redes mejoran su calidad fotográfica. Y siempre he manejado mis redes como Twitter para hablar basura y aquellas como Instagram para publicar imágenes que me agradan y momentos de uno que otro de mis trabajos.
¿Dejarlo o no dejarlo? Esa es la cuestión
La falta de satisfacción a la hora de no encontrar un camino de crecimiento en Instagram que no venga de pagar contenido o de aplicar las técnicas de bots, pone en duda a muchos creadores de imágenes sobre qué hacer con esta red social. Algunos incluso pierden autoestima en su trabajo debido a la presión que se ponen de ser populares.
Pero, si la gran mayoría de los usuarios de Instagram solo quieren pasar de imagen bonita en imagen bonita, sin darse el tiempo a observarlas, sin darse el tiempo de conocer la persona quien creó esa imagen y sin darse el tiempo de conocer nuestro mensaje, ¿para qué invertirle tanto tiempo a sumar números en esa cuenta?
The Washington Post publicó un artículo recientemente sobre una de las primeras 13 desarrolladoras de Instagram, Bailey Richardson. Ella habla sobre por qué dejó la red social que ayudó a construir, nombrando la principal razón como el perder el sentimiento de que veías el contenido que te importaba y que quienes veían tu contenido era porque verdaderamente les parecía importante.
Con el crecimiento masivo, los filtros de contenidos que pueden o no mostrar tu foto en el feed y la sobre-explotación de cuánto más podemos meter en la vida de un usuario (historias, encuestas, IGTV, etc…), los usuarios dedican fracciones de segundo a pasar una imagen y darle doble tap a esa imágen que pasó llamativamente, ese famoso que publicó una selfie y una que otra imagen de un amigo o amiga que se detiene a ver para estar al día en los chismes de quienes siguen. Como dice Richardson, estar en Instagram “se siente que somos adictos a una droga que ya no nos eleva más”.
Nosotros somos creadores del contenido de esa droga. Pero si el enfoque que deseas tener es el de aumentar números, esa droga podría terminar dañando tus deseos por la fotografía. Por eso, si te sientes frustrado con ella, cambia el enfoque. Sigue compartiendo por diversión a tu arte, por las oportunidades de conocer visiones y personas que deseen discutir tus imágenes. Pero no seas alguien que solo piensa en una cifra sin verdadero valor.
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