Ahora que están saliendo, de nuevo, las joyas de la corona de las principales marcas, todos estamos haciendo cálculos para ver si nos las podemos comprar. Algunos estamos analizando todas sus especificaciones para que todos vean sus virtudes y sus defectos... ¿Pero realmente es tan importante tener una cámara u otra para hacer fotos?
Algunas de las coletillas más habituales del mundo que rodea a los fotógrafos son...
Claro, con la cámara que tienes ya puedes hacer esa foto... ¿Qué cámara tienes? Es por ver si me la compro... Claro, todo es más fácil con la cámara que tienes, así cualquiera...
La cámara, en algunos círculos, parece mucho más importante que el propio fotógrafo. Parece que la función de la persona es dar a un botón y ya. La cámara hará el resto. como publicitó Kodak en sus inicios. Y es algo que muchos creen a pies juntillas: con una cámara mejor haré mejores fotos. La respuesta rápida sería sí y no. La respuesta buena viene a continuación.
¿Pero quién hace las fotos?
En la publicidad de las nuevas cámaras podemos leer todas las bondades de los nuevos equipos, que si millones y millones de píxeles, que si estabilización óptica de cinco ejes, que si 14 bits, que si enfoque híbrido... Los fabricantes nos hacen sentir que si no hacemos buenas fotografías es porque no tenemos sus cámaras. Y así empieza todo el malentendido.
Todas las buenas fotos que se han hecho hasta este preciso momento las han hecho personas con una mirada excelente y con la cámara que tenían entre las manos, no los últimos modelos. Les ha dado igual todo, solo se han preocupado por tener una buena exposición (a veces ni siquiera eso) y listo. Todo ha sido un ejercicio mental, una conjunción perfecta de la luz y el momento, además de un dominio exquisito de la técnica para sacar el máximo provecho posible en el momento exacto del disparo.
Si Robert Frank hubiera hecho las fotos de Los americanos con una Nikon D850 quizás tendrían más nitidez, o se podrían ampliar más para colgarlas en los grandes museos nacidos a raíz de la inauguración del Guggenheim de Bilbao. Pero estoy seguro de que no serían mejores. Es más, probablemente no hubieran salido pues él se perdería con tanta configuración, mucho más allá de elegir un diafragma, una velocidad de obturación y la sensibilidad de la película.
Porque las fotos las hace el fotógrafo. Es duro tener que decir esto a estas alturas, pero una cámara nueva no sirve para nada. No vas a ser mejor fotógrafo. Lo único es que tus trabajos van a tener una mayor calidad técnica. Nada más y nada menos. Pero olvídate de hacer mejores fotografías. La única forma de conseguirlo, y voy totalmente en serio, es comprándose un buen calzado, de suela gruesa e impermeable y perderse todas las horas que se puedan por la ciudad, por el campo o en el estudio. Con unas buenas zapatillas los pies no te dolerán y podrás hacer largas jornadas buscando ese momento que se detendrá en tu tiempo.
Entonces, ¿qué tengo que buscar?
A la hora de comprarse una cámara hay que tener en cuenta muchas cosas. En primer lugar analizar si es estrictamente necesario comprarse una nueva. Todo depende de tu trabajo o de tu afición. Si no necesitas más velocidad, o mayor tamaño de impresión, no tiene sentido alguno cambiar de cámara.
El único motivo real por el que interesa una cámara nueva es porque la que tienes se ha estropeado. Es muy drástico, pero si eres aficionado es así. Conozco a muchos fotógrafos que siguen disparando con una Nikon D90 o una D300, o incluso una Olympus M5 y sus fotografías son impresionantes. No hacen fotos en sitios oscuros con mucha frecuencia, y si lo hacen, no tienen necesidad de subir a más de 400 ISO. ¿Por qué? Porque utilizan el trípode o saben manejar muy bien el flash.
Es cierto que interesa no tener ruido, pero las cámaras llevan por lo menos cinco años ofreciendo resultados limpios con ISO 3200. Y no creo que haga falta disparar con ISOS más altos salvo que seas profesional o tu especialidad sea la fotografía de minas de carbón por la noche. También pensamos que los sensores de formato completo son imprescindibles, pero si no vamos a pasar a papel nuestras imágenes tampoco vamos a notar la diferencia (todo depende de la profundidad de campo).
¿Qué quiero decir con todo esto? Que a lo mejor no hace falta comprarse una cámara nueva y sí un buen objetivo. Es aquí donde notaremos el aumento de calidad, independientemente de la máquina que tengamos. No tiene nada que ver disparar con un Canon EF 50 mm f1.4 USM que con un Sigma 50mm 1.4 DG HSM “ART” con una Canon EOS 5D Mark II. De repente ves otra cosa, más nitidez, más detalle fino y una mejor reproducción de las luces y las sombras.
Estrenar una cámara es una sensación maravillosa para un fotógrafo, y las tentaciones están siempre ahí presentes. Pero no podemos olvidar que las mejores fotografías las haremos si hemos descubierto a nuevos fotógrafos, grandes libros y mejores técnicas que si tenemos el último modelo de cámara. La fotografía no es solo mecánica, es ante todo una forma de pensar. ¿Qué pensáis?
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