¿No os ha pasado nunca que al ir a hacer una foto alguien os ha preguntado qué hacíais o por qué se os ocurría retratar una cosa que para ellos no tiene el menor interés? Puede sonar extraño, pero si sois fotógrafos seguramente os gusta hacer una serie de cosas "extrañas" que normalmente hacemos los que tenemos este arte por hobbie o profesión y que son raras para el resto de los mortales. Vamos a repasar algunas de ellas.
Casi siempre que alguien me pregunta por un modelo de cámara para iniciarse, o por algún truco sobre cómo hacer tal o cual foto, lo que suelo hacer es aconsejarle que aprenda fotografía y le aseguro que, si se lo toma en serio (y le gusta, claro), descubrirá un mundo apasionante que, fácilmente, acabará enamorándole.
Ciertamente es una disciplina que engancha, y mucho, y que también hace que cambie, en cierto modo, nuestra vida. Sobre todo porque vemos el mundo de otra manera. Siendo fotógrafo, y no hace falta serlo profesionalmente, uno se fija en ciertas cosas que pasan inadvertidas para los demás y hace cosas raras que a veces pueden hacer que parezca que nos hemos vuelto un poco locos e, incluso, que llegen a provocarnos problemas con el resto del mundo (por ejemplo con tu pareja o familia). Veamos algunas.
Nos gusta madrugar
Bueno, siendo serios puede que no nos guste, pero no nos importa hacerlo si la recompensa es un precioso amanecer que plasmar con nuestra cámara. La luz en estos primeros momentos del día es maravillosa y encima las calles están muy tranquilas y permiten hacer fotos en sitios normalmente concurridos sin que haya nadie que “estropee” la foto.
Vamos hacia la luz
Y no, evidentemente no me refiero al sentido de Poltergeist, aquella famosa película de terror, sino hacia cualquier luz que nos parezca interesante para una foto. ¿Alguna vez has oído a alguien que no sea fotógrafo (o al menos tenga un mínimo interés) decir que hay una luz muy bonita? Apuesto a que muy pocas veces. Pero también estoy seguro que tú, amigo fotógrafo, sí que lo haces y te vas fijando en cómo es la luz de los lugares que visitas, sobre todo si vas con la cámara en la mano.
Nos gustan los días nublados
Pasa un poco como con los madrugones (al menos a mí), no es que nos gusten pero sí que sabemos valorar la típica suavidad de la luz que hay en los días nublados. Del mismo modo, a veces nos encanta que las condiciones climatológicas sean malas, por ejemplo que se ponga a llover, porque lo vemos como un reto para nuestra creatividad, en vez de una invitación para quedarnos a cubierto con una bebida calentita.
Perdemos la noción del tiempo
Esto sin duda nos pasa a todos alguna que otra vez. Cuando estamos en plena “orgía fotográfica” es fácil que perdamos la noción del tiempo y se nos pasen las horas como si fueran minutos, sin darnos cuenta de nada más que de lo que estamos haciendo (buscando “la foto”). Esto también pasa cuando charlamos con alguien que comparte nuestra afición, en cuyo caso podemos pasar horas hablando sin que nos resulte pesado en absoluto.
Nos encanta vagar solos
Normalmente los fotógrafos somos seres solitarios y disfrutamos caminando por las calles, campos, caminos, etc con la cámara al cuello buscando algo que nos llame la atención para retratarlo. Cualquiera de nuestros amigos o familiares encontraría absurdo y aburrido esto de vagar sin rumbo fijo, y preferiría sentarse a tomar algo... Pero a nosotros nos encanta perdernos.
Vemos el transporte público como un escenario
Cuando estudiaba Imagen y Sonido un profesor nos recomendó aprovechar los trayectos en transporte público para fijarnos en la gente. Realmente es verdad que es un mundo de posibilidades, con gente de todas clases que a veces hace cosas extraordinadias y siempre son fuente de inspiración. El ambiente del transporte público es muy sugerente para el fotógrafo, aunque atrevernos a hacer fotos a la gente no sea tan sencillo.
No nos gusta borrar fotos
Al menos a mí no me gusta. No sé, siempre pienso que a lo mejor un día esa foto que no parece tener mucho interés ahora puede servir para algo. Ni siquiera si es el retrato de un amigo que nos ha pedido una foto para su nuevo currículum. Puede que él no se vea bien, pero ¿por qué demonios tengo que borrar la foto porque a ti no te guste? El resultado es que acabamos con los discos duros petados de archivos RAW, pero nosotros somos así...
Somos gente rara e incomprensible
Por ejemplo cuando vemos una película que nos gusta mucho visualmente y mencionamos el gran trabajo del director de fotografía, e incluso llegamos a pausar la película (si estamos en casa y podemos, claro) para apreciar los detalles. También cuando observamos una fotografía, por ejemplo en una exposición, y hacemos algún comentario sobre el encuadre o nos preguntamos qué diafragma habrá usado el autor para lograr semejante profundidad de campo (por poner dos ejemplos). Se puede entender que, para cierta gente, los fotógrafos puedan parecer seres raros que hacen comentarios incomprensibles.
Nos gusta Photoshop, pero no para eso…
Por supuesto que nuestras fotos pasan por Photoshop, o por Lightroom o por cualquier otro programa de edición y retoque fotográfico pero ¿hacer un “adelgazamiento virtual"? ¿Quitar todos los granos de la cara a costa de perder expresividad? ¿Pero esto qué es? ¡Ni que fuera una revista de alta costura donde todo tiene que ser absolutamente perfecto!
No compartimos las fotos de inmediato
Hace tiempo me molestaba cuando la gente compartía las fotos del móvil nada más acabar la función de Navidad del cole (por ejemplo) y yo tenía que volcarlas, retocarlas un poco y tal, y siempre llegaba tarde. Pero hoy ya me da igual, al final muchas veces ni las llego a compartir (me las quedo para mí). Total si ya habrán inundado el grupo de WhatsApp de fotos que, vistas en el móvil, serán tan pintonas como las mías ¿para qué?
Podemos estar media hora para una foto…
¡Y sin repetirla ni una sola vez! Como suele hacer la gente “normal” que casi siempre hace otra (y otra, y otra…) por si acaso. Vale, si se trata de un retrato grupal está bien por aquello de pillar a todos con los ojos abiertos, pero normalmente no hace falta más que una sola foto. Lo que pasa es que hay que prepararla bien, pensar el encuadre, decidir la exposición… Osea saborear los pasos a dar antes de hacer la foto, y eso lleva su tiempo.
Y encima, por si fuera poco (tal y como os decía al principio) nos fijamos en cosas raras que no tienen interés para la mayoría pero a nosotros nos atraen. A veces simplemente por el contraste que produce un color sobre un fondo, o por una textura interesante resaltada por una luz rasante… Y si hay que tirarse al suelo para conseguir la mejor perspectiva pues ¡ahí vamos! ¡Mira qué somos raros los fotógrafos!
Foto de portada | Trenten Kelley
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