Hay momentos en nuestra profesión en los que hay mucha información, situaciones y personas generando una nube que nos ciega poco a poco. Estos momentos pueden crear una caída en la calidad de nuestro trabajo o incluso dejarnos bloqueados creativamente. En ocasiones pasadas hemos hablado que algunas soluciones pueden llegar de darse una pausa o renovar la originalidad mediante pequeños ejercicios. Pero a veces, para combatir ese sentimiento de agobio fotográfico, hay que buscar un espacio fotográfico de seguridad para nosotros.
En la profundidad
Vivimos observando el mundo constantemente con muchas cosas alrededor de nosotros ocurriendo en simultáneo. Todos esos sucesos en paralelo ocupan mucho espacio en nuestra mente. Por lo que poco a poco debemos encontrar un balance enfocándonos en elementos que nos lleven a la calma.
Estos elementos son personales. Estos elementos no cuentan con un concepto. Son lo que nos llevan a un determinado género fotográfico a través de la forma más primitiva de hacer fotografías, la intuición.
En mi caso, ese espacio de seguridad es la fotografía de naturaleza. Probablemente por ser el total opuesto al mundo comercial. Pero es en este espacio donde puedo dejar de oír los clientes, la ciudad, el tráfico y todo ese bombardeo de información.
Hay muchos que, por el contrario, pueden sumergirse en ese espacio aún más; explorar dentro de ese caos con la fotografía de calle. Hay personas cuyo espacio de seguridad es el estudio y sacan esa tranquilidad desde el producto hasta el retrato. Los más inquietos incluso crearán puestas en escena para despejarse de aquello que los nubla.
Una vez encontremos ese espacio, no olvidemos visitarlo constantemente. Nutrirlo. Que sea el punto donde podemos ir a capturar con naturalidad y primitividad. Pero que, al ver en el revelado los resultados, nos demos cuenta que son sitios donde la experiencia y nuestra mirada reflejan la evolución de nuestro trabajo.
¿Cuál es vuestro espacio de seguridad?
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