Después de muchos años, la fotografía digital se ha establecido hasta un nivel en que a la mayoría de la gente le resulta extraño ver a alguien con una cámara de carrete al cuello. En todo este tiempo, miles y miles de fotógrafos de toda la vida han hecho un esfuerzo en migrar sus equipos químicos en electrónicos, adaptando flujos de trabajo y haciendo a veces enormes inversiones. ¿Tiene sentido entonces plantearse la vuelta atrás?
Para los que ya somos nativos digitales, comprar una cámara de carrete (o desempolvar la de nuestros padres o abuelos) puede resultar una jugada complicada, pero es algo que perfectamente se puede conjugar con nuestro sistema actual, especialmente si comparten la misma montura.
Como sé que no soy el único que se ha planteado esta vuelta a los orígenes, voy a intentar responder a la pregunta que me llevan haciendo los últimos meses, en los que me he embarcado en esta aventura de hacer fotos “como se han hecho toda la vida”: ¿por qué molestarte en andar peleándote con carretes?
1. Aprenderás a medir la exposición…
A día de hoy muchos estamos tan ligados al RAW que no concebimos hacer una foto en JPG, por el miedo a no poder editarla a gusto a posteriori. Esto nos hace a menudo despreocupados en cuanto a la exposición, recurriendo al famoso “me puedo equivocar en 1EV y no pasa nada”.
Al tirar en carrete perdemos en muchos casos ese control (la mayoría de los aficionados revelarán en laboratorios estándar, sin intercambiar indicaciones sobre cómo realizar el proceso), pero eso nos puede ayudar a entender e interiorizar mucho mejor algo que hemos relegado a la cámara, y que es uno de los pilares básicos de la captura fotográfica: la exposición.
Después de una temporada en el mundo analógico, conceptos eminentemente digitales como el histograma o el derecheo serán mucho más naturales, y otros como la edición por zonas tendrán un sentido más completo.
2…aunque tendrás más latitud
Siguiendo con la exposición, trabajar en negativo le da la vuelta a la tortilla, llegando tiene un punto que tiene su pequeña carga d e ironía: aunque estamos cuidando con mimo la exposición, tendremos una latitud que puede rondar los 15 pasos, igualando o superando a la mejor de las cámaras digitales.
Sumando estos dos puntos descubriremos que si somos capaces de cuadrar la iluminación para cada momento y situación, aprenderemos a sacar el máximo partido al elemento sensible de nuestro equipo, sea un carrete caducado que tenemos en el congelador, o el último sensor recién salido del horno. Una vez más, la fotografía tradicional nos da lecciones que podemos aplicar cuando intentemos que nuestro móvil haga mejores fotos.
3. Tendrás más implicación con todo el proceso
Aunque en digital hagamos capturas, revelados o impresiones, la accesibilidad de la fotografía actual ha convertido a las cámaras en cajas negras que a partir de un botón generan un fichero en una tarjeta de memoria. Con una cámara clásica, en cambio, tendremos más a mano (literalmente) cada uno de los elementos que conforman nuestro equipo.
El simple hecho de montar el carrete, exponerlo, rebobinarlo y llevarlo a revelar hace que trabajemos con elementos mecánicos que en muchos casos siguen estando presentes aunque ocultos. Y, cuanto más antigua y manual sea la cámara, más reales y tangibles serán los conceptos que aparecen en los menús de nuestra digital: el obturador, las aperturas, el disparador, el exposímetro…
Cuando le he explicado las bases de la fotografía a algunos amigos, siempre he agradecido llevar un 50mm manual en el bolsillo: girar la rueda de aperturas y ver cómo se abren y se cierran las palas del obturador es mucho más gráfico que cualquier artículo que podamos escribiros sobre el tema.
4. Conocerás el formato completo, o incluso más allá
Hemos mitificado los 35mm como el summum de la calidad, dándoles incluso el rimbombante nombre de “formato completo”. Una vez más, podemos encontrar mucha ironía en esto, si tenemos en cuenta que en su día este formato nació para crear sistemas de tamaño reducido a riesgo de reducir su calidad, y tuvieron que pasar muchos años y muchos grandes fotógrafos para llegar a dignificarlo y estandarizarlo.
Volviendo un paso atrás del mundo de los sensores, un altísimo porcentaje de las cámaras que podemos encontrar son de ese “formato completo“, y no es difícil ni extraño llegar a sistemas de formato medio por menos de lo que nos cuesta un teleobjetivo de gama baja. Incluso algunas de las cámaras lomográficas más conocidas, como la Holga (arriba) o la Diana, son de 6×6.
Por tanto, Si vuestra obsesión es que vuestro 35mm ha dejado de ser angular, ¿por qué no buscar un cuerpo de respaldo donde vuelva a serlo?
5. Obtendrás resultados en papel
Cuando por fin hayamos tomado la foto, inevitablemente acabaremos teniendo en la mano su representación física, el negativo o la diapositiva, que en la gran mayoría de los casos se verán positivados en papel fotográficos.
A día de hoy vemos las fotos en pantallas que muchas veces están sin calibrar, y sólo en muy contadas ocasiones sacamos copias de las imágenes, muchas veces en impresoras domésticas de dudosa calidad. Aunque este sistema es cómodo y productivo, tener todas nuestras imágenes en papel sigue siendo una forma muy natural de repasar nuestro archivo y de compartirlas con amigos y familiares.
Si con estos cinco puntos aún no os hemos convencido para lanzaros a la aventura de los químicos y el carrete, esperad a la segunda parte del artículo: Aún hay muchos más motivos.
Foto de cabecera | Nina Across the Universe (Rolleiflex 3.5, Fuji Velvia 100 ASA, digitalizada con iluminación natural sobre una ventana)
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