La evolución tecnológica permite que muchos entusiastas de la fotografía entren a explorar este arte y, quienes aún están entrando en el mundo de la edición, tienen cada vez más facilidades de acceder a software de revelado y edición. Dentro de este proceso de aprender hay herramientas que nos ayudan a buscar un camino, sin embargo, a veces esas herramientas se pueden volver un vicio que limita nuestra creatividad. Los presets de color son uno de esos vicios, pero no necesariamente debe ser así.
El acceso a nuestros referentes
Los presets son herramientas para los software de edición y revelado que permiten emular el proceso de edición de una imagen para obtener un estilo de color. Usualmente los podemos encontrar en el mercado por paquetes creados por fotógrafos y retocadores. En sus versiones pagas, muchos de ellos cuentan con tantas variaciones de color, que, por probabilidad, alguno de esos estilos se va a ver bien en nuestras imágenes. Funcionan por cantidad pero no realmente por utilidad.
Sin embargo, los presets gratuitos cuentan con pocas variaciones y usualmente es lo que terminan usando las personas que entran a este mundo. Los presets de color son herramientas que tienen un gran valor de aprendizaje, pero que mal utilizados dañan el proceso de aprendizaje del fotógrafo.
El principal problema que tienen es que limitan nuestra visión del potencial de nuestras imágenes, nos adoctrinan a un estilo de captura específico y nos vuelve perezosos en la edición.
Esto ocurre porque los presets son una forma llamativa de acercarnos a los estilos de nuestros referentes. Si seguimos a alguien que admiramos y esta persona lanza un grupos de presets, sentimos que comprando ese grupo de presets nuestras fotos se verán como las de ellos. A veces encontramos fotógrafos que tienen looks interesantes y nos lleva a pensar que con un preset simularemos lo que hacen.
El problema es que para que un preset sea efectivo debe tener características similares a las de la toma sobre la cual fue construido. Cuando alguien construye un pack de estilos, usualmente lo prueban sobre varias de sus imágenes, para ver si funciona en la gran mayoría o qué ajustes se pueden hacer para lograrlo.
Abajo podemos ver un ejemplo. El preset de Jan Erik Waider está pensado para capturas dentro de bosques, con contrastes en color donde predominan los marrones. Dentro de mi catálogo encontré una imagen a la que sus estilos les va muy bien.
Sin embargo, en otras imágenes con tonos similares pero una variación en el contraste y la exposición de la toma, los estilos de color quedan muy contrastados o simplemente con una imagen muy plana.
Pero pueden ser un buen inicio para llevar otras imágenes.
¿Son malos?
Los presets no son malos cuando se utilizan bien, como una herramienta que guía un camino hacia la edición final. Pero hay que entender que no se deben usar para ahorrarse el revelado y la edición.
Cuando se utilizan mal, terminamos imitando las fotos de nuestro referente y no crecemos como fotógrafos. Nos vuelve uno de esos más que aparecen imitando tendencias, sin destacar en el mercado.
Como hemos mencionado antes, se pueden utilizar para aprender qué herramientas utilizan y con qué fin. Entendiendo cómo funcionan los ajustes, podemos aplicar conceptos parecidos en nuestras tomas, pensando en cómo potenciar nuestro arte.
Si hay un estilo que nos llama la atención, es mejor experimentar, pues hay muchos caminos en el revelado y edición para llegar a los mismos resultados. Con los presets podemos entender algunos de esos caminos, pero es más satisfactorio cuando encontramos la solución nosotros mismos.
Yo soy de los que opinan que pagar por un preset es perder dinero. Emular lo que se logra con un preset requiere que nos sentemos a analizar varias imágenes del creador o varias imágenes con el resultado. Sin embargo, los presets gratuitos que se encuentran por la red pueden ser una buena base para empezar a entender estilos y los ajustes que los llevan a la realidad.
Vosotros ¿Cómo os enfrentais ante los presets?
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