Realidad contra narrativa. La fotografía nace como una manera de mostrar la realidad, pero rápidamente se convirtió en una manera de crear narrativa artística. Esta vez un vídeo nos muestra un poco de historia sobre la manipulación y nos deja la pregunta: ¿cuánta manipulación es demasiada en fotografía?
El vídeo de Jamie Windsor nos muestra un acercamiento a algunas de las fotografías más famosas de la historia, y cómo han sido manipuladas con un propósito pictórico o narrativo. El primer caso es la fotografía de ‘A Sudden Gust of Wind’, por Jeff Wall. La imagen del fotógrafo canadience es una reinterpretación de una pintura japonesa compuesta por varias fotografías capturadas en el transcurso de dos años.
El siguiente ejemplo muestra una foto de Robert Frank, ‘Elevator Girl’, una de las famosas imágenes que mostraban la vida postguerra de Estados Unidos. Una fotografía que muestra una mirada perdida por parte de la chica, pero que a su vez fue una interacción de Frank y su sujeto para buscar distintas miradas hasta encontrar la expresión que más le gustara al fotógrafo para mostrar la sensación del trabajo de esta quinceañera.
Yendo más al pasado, Windsor nos lleva a Ansel Adams y su fotografía de ‘Moonrise, Hernandez, New Mexico’, capturada en 1941. Donde hubo una pesada manipulación de la edición en la imagen para poder conseguir ese estilo oscuro y dramático.
En ocasiones pasadas hemos hablado sobre la ética de la edición en fotografía y otros escándalos del pasado, como el de Steve McCurry en 2016. Se ha hablado sobre el contexto donde se espera una imágen pura “sin tocar”, así como los límites que tiene la manipulación de la escena o de la edición antes de ser considerada una falsedad.
Para mi, la fotografía está en un plano en el que se cuentan visiones sobre el mundo observado. La “realidad” no es posible desde el momento que uno decide capturar una escena con X o Y objetivo; porque los objetivos no son sino una subjetiva del fotógrafo. Luego, esa subjetiva pasa por un revelado que puede incluir recortes, cambios de color, cambios de temperatura, enfoques de iluminación y demás procesos que cambian ya ese momento capturado.
Yo tengo una política de no dejarle a Photoshop nada, que parte de una gran pereza de retocar imágenes. Sin embargo, para cierto tipo de fotografías de mi trabajo personal sí que lo utilizo; como en retratos, pues sé que ninguno de mis sujetos quiere ser publicado con el acné u otras imperfecciones que ellos consideren tuvieron en aquel día.
Sin embargo, la audiencia prefiere no enterarse que hay manipulación en las imágenes. Estas presentan realidades que son más acordes a lo que desean ver. Y esa fantasía es amarga una vez se rompe. A su vez, hay que romper esa fantasía, pues ella puede generar cosas negativas, como la percepción irreal de belleza, la publicidad falsa y la manipulación de la información en medios.
Es el balance entre narrativa y realidad lo que constantemente buscamos como fotógrafos. Así que, ¿cuánta manipulación es demasiada en fotografía?
Considero que ninguna manipulación es demasiada, siempre y cuando seamos honestos con el espectador de cuánta manipulación hay en una fotografía. Siempre y cuando tomemos responsabilidad por lo que presentamos en nuestras imágenes, sabiendo que existen personas que toman esos cuadros como una verdad absoluta. Siempre y cuando seamos capaces de darle al espectador una entrada a nuestra visión y un camino de salida para que sepa que es así como nosotros vemos el mundo.
Vosotros, ¿cuál creéis que es el límite?
Ver 5 comentarios