La fotografía es otra profesión más. Y quizás una de las aficiones más interesantes que podamos encontrar. Pero si tu pareja le gusta puede que provoque algún que otro problema durante la relación. No es fácil convivir con alguien que ama también a una máquina.
Los fotógrafos somos raros. Según algunos amigos solo movemos el dedo índice para trabajar. Y siempre vamos cargados de mil cosas para no hacer ninguna foto. Nos fijamos en cosas extrañas y solo estamos pendientes de la luz. Ellos solo nos ven de vez en cuando.
Pero para la pareja es distinto. Tienen que convivir con nosotros en una casa. Y además de lo que sacamos a la calle sufren todos los cachivaches que tenemos en los armarios, en las mesas y donde sea posible. Por no hablar de los libros de fotografía, esos que son tan pequeños y ocupan tan poco espacio...
En mi caso tengo tantos libros después de tantos años buscando que las estanterías están llenas. Tengo una mesa con dos pantallas y una torre en el suelo con dos discos duros externos. Y lo peor de todo es que me siento en una silla de gamer, fea como un dolor, grande como un elefante pero cómoda como ninguna.
Y ella sigue ahí. A pesar de pedirle que pose para probar una técnica, que me de una opinión sobre si una frase está bien o mal escrita para el curso; o para ver por la noche, antes de acostarse, si el revelado de un nuevo proyecto va por buen camino o simplemente es una mierda. Por no hablar de las películas, las exposiciones y demás...
Convivir con un fotógrafo
Los fotógrafos no somos especiales. Somos como todos. Pero nos fijamos en muchas cosas. Somos observadores por naturaleza. Y tenemos el problema de llevar todo a casa. Sería maravilloso tener un estudio para no mezclar la vida con la profesión. Pero no se puede en muchos casos.
Algunos siempre estamos con la cámara al hombro. Nunca sabemos cuándo pasará algo y es difícil que nos separemos de ella. En las películas los fotógrafos siempre son personas complejas. ¿Cómo olvidar al marido de Scarlett Johansson en 'Lost in translation'? ¿O a la pareja de Juliette Binoche en 'Mil veces buenas noches'? ¿O al mismo Clint Eastwood en la mítica 'Los puentes de Madison'?
Parece que los fotógrafos siempre tenemos una vida sentimental complicada. Hay de todo, por supuesto. Seguro que muchos recordamos noches en el laboratorio con la luz roja; sesiones en las que todo termina por los suelos para lograr esa foto en la que tu pareja te sonríe como nunca.
No todo es como la noche loca de 'Lucia y el sexo'. Eso puede ser una mera fantasía (o no). Decir tengo una cámara puede suponer un malentendido y terminar en bronca porque tu pareja piense que te has vuelto a comprar otra...
Lo único que puedo decir es que San Valentín es una tontería. El amor es como la fotografía. Hay días buenos y malas noches. Hay veces que todo sale y otras que se te olvida hasta medir la luz. Pocas veces consigues algo inolvidable si no practicas todos los días, si no cuidas hasta el último detalle.
Solo me queda decir que mi vida de fotógrafo sería incompleta sin ella. Sin su luz y su tiempo no tendría proyecto alguno. Y que muchas gracias por las dos mejores fotografías de nosotros mismos.
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