Hace unos días un buen amigo, fotógrafo profesional, me comentó la muy buena impresión que le había causado la A7r de Sony, la CSC Full Frame sin filtro óptico de paso bajo que la compañía japonesa lanzó a finales del año pasado.
Su opinión tiene para mí un valor especial por la experiencia de este entusiasta, por supuesto, pero también porque la calidad de la «maquinaria» con la que trabaja está fuera de toda duda. Tiene una Hasselblad de las «gordas», una Nikon D4 y varias sin espejo de buena calidad que usa en su entorno cotidiano y que comparte con su mujer. Aun así, la A7r le gustó tanto que acabó comprándosela.
Parece que las tornas empiezan a cambiar
Después de nuestra conversación, regresé a casa dándole vueltas a lo que habíamos hablado acerca del presente y el futuro de las cámaras sin espejo en el mercado estrictamente profesional. Mi amigo me confesó que al principio se mostró reacio ante la llegada de las CSC por muchas razones.
Se trataba de una tecnología relativamente nueva y poco probada (en sus inicios), los visores electrónicos que había utilizado hasta la fecha no le atraían lo más mínimo, sobre todo, por su falta de resolución y excesivo tiempo de respuesta, el tamaño de los sensores tampoco se adecuaba a lo que él necesitaba dadas sus exigencias profesionales...
Además, la ligereza y el cuerpo más compacto de las cámaras sin espejo en un principio le traían sin cuidado. De hecho, estaba tan acostumbrado al peso y las considerables dimensiones de su Hasselblad y su D4 que, incluso, casi los prefería.
Sin embargo, a mediados del pasado mes de octubre Sony presentó su A7r, una cámara sin espejo dotada de un sensor Full Frame de muchísima calidad (según DxOMark, el mismo que incorporan las estupendas D800 y D800E de Nikon), y, en sus propias palabras, «un visor electrónico con muy buena pinta». El tamaño y el peso, para él, «son lo de menos».
No tardó en conseguir una A7r de prueba, y, después de utilizarla durante un par de días con mucha intensidad, la compró. Cuando le pregunté si la iba a usar para sus trabajos profesionales, me aseguró que sí. «Irá en mi bolsa de trabajo junto a la D4 y la Hasselblad. En el mismo lote».
Un futuro muy interesante
Probablemente, a las cámaras sin espejo les costará más «calar hondo» entre los profesionales que al nivel de los aficionados. De hecho, esta tendencia se observa con claridad actualmente. No obstante, durante los últimos meses del año pasado y lo que llevamos de 2014 hemos presenciado el lanzamiento de cámaras CSC realmente atractivas que podrían estar «haciendo mella» en algunos fotógrafos profesionales.
Las A7 y A7r de Sony son dos de ellas, pero también tenemos otros modelos a priori atractivos, como la X-T1 de Fujifilm o la Lumix GH4 de Panasonic (esta última destaca sobre el papel por sus prestaciones a la hora de grabar vídeo), entre muchas otras. La resolución y el tiempo de respuesta de los visores electrónicos de estas cámaras han mejorado sensiblemente. Además, incorporan sensores de gran calidad y tamaño respetable, sobre todo los dos modelos Full Frame de Sony.
Y, posiblemente, muchos profesionales sí valorarán positivamente la portabilidad de las sin espejo, la previsualización de los ajustes a través del visor o la posibilidad de enfocar automáticamente con mucha rapidez a través de la visualización en directo y en el modo de grabación de vídeo, entre otras características.
Me parece razonable prever que, poco a poco, las CSC se vayan abriendo camino entre los usuarios más exigentes, que, cómo no, son los profesionales. ¿Qué opináis vosotros al respecto? ¿Creéis que la supremacía de Nikon y Canon en este sector en particular podría peligrar a medio plazo?
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