Conseguir un estilo fotográfico es una labor que toma años, experimentación y análisis de nuestras obras. Para poder llegar a él es importante tener claro sus componentes. Una buena herramienta para lograrlo es compartir el proceso de nuestro trabajo.
Compartir no te quita trabajo
Hablando con colegas fotógrafos, una de las actitudes que todavía me causa asombro es escuchar cuando dicen “no digas cómo haces las cosas, luego te van a copiar las ideas”. Es una frase muy fuerte, que solo demuestra una falta de confianza en nuestro trabajo. En especial porque ninguno de nosotros tenemos “LA fórmula” del éxito; y, segundo, porque la forma en que conseguimos crear nuestro estilo se basa principalmente de imitar el trabajo de otros y experimentar técnicas que desarrollan ese conocimiento.
Así que, ¿cuál es el miedo a compartir cómo realizamos y llegamos al concepto de nuestras ideas?
El primer punto que veo a favor de compartir nuestros procesos de captura, edición y retoque es que nos permite generar seguridad sobre nuestro trabajo. Aprendemos a hablar de lo que hacemos con propiedad. Impartimos esa seguridad en nuestros asistentes de trabajo y en nuestros clientes. Aprendemos a identificar los elementos que necesitamos para generar nuestras imágenes y el por qué son necesarios para que funcionen.
Además, no hay mejor forma de saber que algo estás haciendo bien que escuchar que hay personas ahí que intentan hacer fotos como tu.
Analizar la evolución fotográfica
En el pasado os recomendamos un ejercicio de buscar imágenes viejas y volver a editarlas como lo hacéis el día de hoy. Hablar sobre esta retrospectiva de nuestro trabajo es una forma muy útil para ir encontrando puntos de cambio fundamentales y saber qué elementos hemos descartado y cuales potenciado para generar nuestro estilo.
El estilo fotográfico es algo que se crea durante toda la vida. Sin embargo, su evolución tiene muchos momentos. Al ir al pasado veremos que muchos cambiábamos de estilo según la tendencia, sea que la sigamos o que vayamos en contra de ella. Pero, veréis que con el tiempo el estilo comienza a tener más estabilidad, manejamos composiciones específicas, técnicas o estilos de color parejos entre las imágenes.
Hablar de esos cambios nos permite identificar posibles caminos a los que podría evolucionar ese trabajo a futuro. Tal vez al analizarlos encontraremos soluciones o inspiración de lo que se puede convertir nuestro siguiente trabajo fotográfico.
Retroalimentación activa
Una parte fundamental del crecimiento de cualquier fotógrafo es la retroalimentación de la comunidad. Una de las principales formas que hacemos esto es compartir nuestras imágenes en redes y ver lo que aparece en los comentarios. Eso siempre da un indicio de qué le gusta al público y qué elementos pueden mejorar.
Sin embargo, el compartir públicamente nuestros procesos puede ser más beneficioso para esa retroalimentación. Que otros puedan saber qué hicimos nos permite resolver las dudas que podamos tener sobre cierta manera de hacer una toma. Algunos verán ese proceso y nos dirán si hay alguna parte del proceso o de la técnica que se puede realizar de manera más eficiente. Incluso, si alguien disgusta de algo en la imagen, podrá decirnos exactamente qué hubiera hecho distinto para arreglar eso que no le gusta.
Este es un buen método para disminuir la cantidad de ‘trolls’ que intentan simplemente echar nuestro trabajo a la basura. Por otro lado, es una forma idónea de atraer a una comunidad más activa que de sugerencias útiles.
¿Medios de distribución?
Considero que los dos medios más útiles son: un blog o un vlog. En especial porque ambos son “gratuitos”.
A favor del vlog debo decir que es una forma de mayor tendencia y que la gente está más dispuesta a ver y participar. Muchas personas prefieren ver un vídeo que leer una entrada. Su contraparte es que hay que quitarse el miedo frente a cámara.
Yo soy gran partidario de crear un blog. La gran ventaja de este sistema es que escribir nos hace pensar más cada palabra, lo que nos hace pensar más a fondo en el proceso de las imágenes que capturamos. También nos permite desglosar de manera más sencilla el contenido y quien quiera dar una pausa en la lectura luego puede retomar desde donde quedó, sin tener que ir a un historial a buscar el vídeo y luego moverse entre la barra de tiempo a buscar en qué parte quedó.
Otra ventaja del blog frente al vlog es que no hay costos adicionales grandes a futuro. Pasar de ser un YouTuber más a crear un vlog de aspecto más profesional requiere que luego se invierta en cierto equipo de sonido e iluminación que haga más pulido el canal. Pasar del blog básico a uno profesional incurre en pagar un dominio y poner una plantilla premium que sea más elegante, lo que puede ser tan bajo como 10 euros al año.