Joaquín Sorolla es uno de los pintores españoles más importantes del siglo XX. Su forma de reflejar la luz a través de la pintura es uno de los hitos de la historia del arte. Pero lo que poca gente sabe es la importante relación que tuvo con la fotografía el pintor valenciano. Si nos detenemos a contemplar sus cuadros veremos que es poco menos que evidente.
En Madrid está uno de los museos más importantes del mundo, el museo del Prado. Y tenemos más joyas únicas como el Thyssen o el Reina Sofia, que alberga el cuadro más importante del siglo XX, el Guernica de Picasso, del que hablaremos más adelante en un futuro artículo. Pero no solo de estos tres museos vive la ciudad. Tenemos algunos más desconocidos que bien merecen una visita (y por supuesto no estoy hablando del museo del Jamón o del museo del Real Madrid). Una de las maravillas es el museo Sorolla, en la que fue la casa y estudio del pintor valenciano a lo largo de gran parte de su vida.
Y dentro del museo veremos alguno de los cuadros más importantes del pintor, sus referencias, su forma de vida y sobre todo la luz de su estudio. Es un lugar que todo fotógrafo debería visitar en santa peregrinación para conocer la luz que debería inundar todos los estudios que se precien.
Y si somos observadores al ver sus cuadros, notaremos algo que solo los fotógrafos somos capaces de ver. Muchos se desmarcan de todo lo visto hasta entonces. La gente salta, tiene posturas invisibles para el ojo humano e incluso en ellos llegamos a ver una Brownie... La relación de Sorolla con la fotografía es más que evidente. Como veremos a lo largo del artículo, el gran pintor conoció muy de cerca el mundo de la luz.
La relación de Joaquin Sorolla con la fotografía
Joaquín Sorolla nació en 1863 en Valencia. Murió en 1923 en un pueblo de la comunidad de Madrid, Cercedilla. A los dos años sus padres murieron víctimas del cólera. Se crió con sus tíos. Y desde muy pequeño manifestó su inclinación por el mundo de las bellas artes. Pero su realción con la fotografía siempre ha estado muy discutida. Como podemos leer en la fabulosa tesis de Roberto Díaz Pena en boca de Tomás Llorens:
Pero el impacto más poderoso, el que afectará más profundamente a los pintores de impronta naturalista será el de la fotografía. Será la fotografía la que les enseñará a todos, desde Degas hasta Sorolla, a ver cosas que el pintor del pasado no está capacitado para ver: como mueven sus patas los caballos cuando corren, cómo nos movemos, brazo y ojos, para hacer un brindis, cómo cambiamos de expresión, cómo se separan la luz y la sombra en nuestro rostro. La fotografía enseñará sobre todo a disolver el vínculo ancestral que en el mundo antiguo unía la imagen con lo sagrado. A profanar la imagen.
Muy joven entró en contacto con Antonio García, uno de los fotógrafos más importantes de Valencia, en cuyo estudio se dedicaba a iluminar los negativos (realmente es el antepasado de los maestros del Photoshop). Llegó tan lejos la relación, y la fe del fotógrafo en el joven maestro, que el pintor llegó a casarse con la hija del fotógrafo, Clotilde, y fue el gran amor de su vida. Su mentor pasó a ser su suegro, y fue tan buena la relación, que le realizó algunos de los mejores retratos que se conservan del genio.
Sin embargo, esta relación entre la fotografía y la pintura dio lugar a uno de los mayores problemas a los que se enfrentó Sorolla, cuando ya era un pintor de éxito con exposiciones en París, Berlín, Londres y Nueva York. Muchos de sus críticos (España es el país de la envidia) llegaron a decir que estábamos ante un mero ilustrador por el mero hecho de aprovechar las virtudes y posibilidades de la fotografía.
Este hecho ha impedido que se reconozca la influencia de la fotografía en la pintura y cómo los pintores se sirvieron de ella:
Hay algunos ejemplos de archivos fotográficos de artistas que han sido ocultados o han desaparecido debido a la negligencia de sus herederos, siendo uno de los más significativos el caso del artista Gustave Moreau, cuyo archivo fotográfico fue ocultado por la fiel secretaria de Moreau, Henri Rupp hasta que recientemente los historiadores del arte lo han sacado a la luz. En otros casos la irremediable pérdida ha imposibilitado su estudio como en el caso del archivo fotográfico de Camille Corot. Respecto a Sorolla cabe destacar la importancia de la pérdida de gran parte del material fotográfico de su suegro, el fotógrafo valenciano Antonio García Peris, el cual posiblemente arrojase aun más luz respecto a la relación de Sorolla y la fotografía.
Pero es algo que no se puede negar al contemplar sus cuadros. Hace falta una mano maestra para deslizar el pincel por el lienzo y combinar los colores de tan acertada forma, pero hay instantes que son imposibles de pintar si no los has congelado antes con la ayuda de una cámara fotográfica. No podemos olvidar que hizo más de 2000 pinturas. Si en todas ellas tuvo que tomar apuntes del natural sin apoyo alguno hubiera sido imposible que tuviera algún tipo de vida social. Y realmente tuvo la suerte de disfrutar de la vida, tal como certifican las miles de fotografías de los fondos del museo.
La fotografía en los cuadros
No estoy diciendo en ningún caso que Sorolla tomará las fotos para convertirlas en pintura. Esa sería una afirmación aventurera y falsa. Como gran maestro, al igual que los genios renacentistas de Hockney, utilizó las propiedades de la imagen sacada de la cámara oscura para hacer los estudios de proporciones, profundidad de campo y demás para plasmar mejor su forma de ver en sus óleos. Pero donde mejor se puede ver esta relación es en el movimiento de sus figuras.
Dentro del museo podemos ver un cuadro en el que observamos a unas niñas jugando en el parque. Ese instante es imposible captarlo con todo el detalle con una sesión. O uno de sus cuadros menos conocidos, que está en el museo de Bellas Artes de Asturias, Niños corriendo por la playa, detiene en el aire a un niño corriendo por la orilla. Esos instantes se perderían como lágrimas en la lluvia (que referencia más cinematográfica) si alguien no las hubiera fotografiado para luego pasarlas al lienzo.
La fotografía enseñó una nueva forma de ver las cosas. Siempre se habla de las escopeta fotográfica de Eadweard Muybridge que fue capaz de descubrir que el caballo al galopar tenía las cuatro patas en el aire en alguno de los momentos. Pero en cierta manera liberó a la pintura del realismo que muchos no han abandonado. Posibilitó nuevos puntos de vista y una contemplación del espacio/tiempo que nunca antes había sido posible. Como dijo Roland Barthes, la pintura desarrolló la conciencia de estar ahí, pero la fotografía posibilitó la conciencia de haber estado ahí. El tiempo se podía detener de otra forma. Ya se puede jugar con él. Y eso es lo que hizo Joaquin Sorolla en muchos de sus cuadros alejados de los cánones clásicos.
Como dato curioso, señalar que Sorolla es quizás el primer pintor que dibujó con sus pinceles una cámara de fotos para aficionados, la popular Kodak Brownie, esa que desató la manida frase que ahora se vuelve a repetir: Usted dispare que nosotros hacemos el resto.
Y durante todo el verano podemos ver en el mismo museo Sorolla una exposición que muestra parte del archivo fotográfico del pintor: Sorolla en su paraíso. Álbum fotográfico del pintor, con obras de grandes fotógrafos y amigos de la época: Antonio García, Christian Franzen, Alfonso, Campúa, Guillem Bestard, González Ragel y Venancio Gombau. Una ocasión inmejorable para profundizar en un tema que no deja de asombrar.
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