John G. Morris murió el 28 de julio de 2017 a los 100 años. Apenas ocupó unas líneas en los periódicos del día siguiente y alguna que otra amable reseña. Pero su fallecimiento cierra la edad de oro del fotoperiodismo mundial. John G. Morris fue el editor fotográfico más importante del siglo XX.
Recuerdo perfectamente el día que vino a Madrid para presentar su autobiografía en La Fábrica. Quienes conozcan la sala de dicho lugar sabrán que no es muy grande. No se llenó, pero a John G. Morris pareció darle igual. Durante todo el acto estuvo afable, recordando algunas de las muchas anécdotas de su vida. Incluso se sentó con infinita paciencia para firmar los libros a los que allí estábamos.
Parece mentira que aquel hombre de melena blanca, ya con más de 90 años pero con una vitalidad que ya querrían muchos, que estaba firmando con infinita paciencia a un reducido número de admiradores, había dirigido la agencia Magnum, la edición gráfica de la mítica revista Life, o que había estado con Robert Capa durante la II Guerra Mundial...
La vida de John G. Morris
Nació el 7 de diciembre de 1916 en Nueva Jersey. Y desde entonces no paró de vivir intensamente ni un solo instante de su vida. Estuvo cerca de la muerte con solo tres años, cuando se llevó un fuerte golpe en la cabeza al caer desde un segundo piso. Esa caída parece que le impulso a tener una de las vidas más interesantes del siglo XX.
La fotografía le invadió en la época de la universidad, cuando se encargó de la parte gráfica del periódico estudiantil de facultad de Ciencias Políticas de la universidad de Chicago. Allí estaba, entre otros, Bill Vandivert, uno de los fundadores de la mítica agencia Magnum. El porqué se hizo editor gráfico y no fotógrafo es curioso.
Era consciente de su falta de habilidad para encuadrar pero tenía un ojo preparado para seleccionar los mejores disparos de los demás. Solo trabajó como fotógrafo al lado de su gran amigo Robert Capa en una ocasión después del famoso desembarco de Normandía.
Al terminar la universidad entró a trabajar en 1938 como editor gráfico de la mítica revista 'Life', una de las referencias fundamentales del fotoperiodismo internacional. Fue su mejor escuela y donde educó su ojo hasta límites insospechados para conseguir la foto, en el menor tiempo posible, entre los miles de carretes de 35 mm y formato medio que llegaban sin cesar a la sede en el edificio Chrysler de Nueva York.
En aquella época había que revelar. Para los más jóvenes, había que esperar, con suerte, unas tres horas para tener el positivo revelado en tus manos listo para pasar a la imprenta. Y no cuento el tiempo que había que esperar para que los carretes llegaran al laboratorio. No había tiempo para pensar. La mejor fotografía tenía que saltar enseguida. Algunos eran capaces de verla durante el baño de fijador de la tira de negativos.
Allí se dio cuenta de otra cosa. Para ser un buen editor gráfico era fundamental conocer bien a los fotógrafos. Ser amables con ellos y conocer su estilo. Solo así sabía que no se equivocaría cuando les enviara a cualquier lugar del mundo. Y siempre les daba el mismo consejo:
En el periodismo, primero se busca el significado, la verdad que está implicada en la imagen: ¿esta imagen muestra algo importante? ¿Es verdadero o falso? La composición, la forma, que es más una cuestión estética, viene en segundo lugar. El fotograma ideal para una historia primero tiene que tener significado y en segundo lugar, tener forma. Una buena composición que lleve el ojo al punto focal.
El trabajo por encima de todo
Él mismo reconocía la importancia de la fotografía para informar, siempre con un texto al lado que la explicara. Se alegraba de cómo las imágenes cambiaron la percepción de la guerra de Vietnam. Sin embargo siempre se lamentaba de cómo se presentó en sociedad a la bomba atómica, como un espectáculo de la naturaleza y fuerza del hombre, en vez de mostrar los estragos que causaba. El espectacular hongo en vez de los jirones de piel de quien lograba sobrevivir.
Pero si leemos sus memorias '¡Consigue la foto! Una historia personal del fotoperiodismo' veremos que después de todo se quedaba siempre con la amistad. Que después de todo el trabajo y el estrés de dedicarle 16 horas diarias a la fotografía lo importante eran los amigos:
Henri Cartier-Bresson, Robert Capa, Alfred Eisenstaedt, Margaret Bourke-White, David Seymour "Chim", Werner Bischof, Gjon Mili, George Rodger, Bob Landry, Ralph Morse, Carl Mydans, Elliot Elisofon, Hansel Mieth, Elliot Erwitt, Phillippe Halsman, Eugene Smith, Cornell Capa, Inge Morath, Dmitri Kessel, David Douglas Duncan, Fritz Goro, Myron Davies, George Silk, Peter Stackpole, John Florea, Hans Wild, Frank Scherschel, Dave Scherman, Ernst Haas, Lee Miller, Bill Vandivert, Ruth Orkin, Sol Libsohn, Esther Bubbley, Gordon Coster, Larry Burrows, Eve Arnold, Burt Glinn, Erich Hartmann, Dennis Stock, John Phillips, Erich Lessing, Jane Evelynn Atwood, Marc Riboud, Kryn Taconis, Bill Snead, Ernie Sisto, Barton Silverman, Neal Boenzi, Edward Hausner, Jack Manning, Don Hogan Charles, Peter Magubane, Michel Laurent, David Turnley, Peter Turnley
Trabajó con todos ellos. Compartió su mirada en todo momento. Pero siempre tuvo tiempo para terminar la noche disfrutando del momento. Pero su gran amigo fue Robert Capa. Él estuvo envuelto en la famosa historia de las fotografías perdidas del desembarco de Normandía, las que casi le cuestan la vida al genial fotógrafo. Fueron las prisas que trasladó al técnico de laboratorio lo que llevó a perder aquellos carretes salvo los once fotogramas que salvó en Londres y mandó a Nueva York.
Después de la guerra, y después de escapar de nuevo con la muerte, fue nombrado editor gráfico de 'Ladies Home Journal' en 1946. Era una de las revistas más prestigiosas de la época. Por poner solo un ejemplo, él mismo mandó a su amigo Capa y al escritor John Steinbeck a Rusia para uno de los reportajes más famosos de la historia.
Uno de sus trabajos más importantes y recordados vino en 1953: Director Ejecutivo de la Agencia Magnum. Allí estuvo doce años trabajando codo con codo con Henri Cartier Bresson para levantar económicamente la mítica agencia de fotógrafos en la que ellos mismos eran los dueños de los negativos. De allí partió al 'The Washington Post' y después al 'The New York Times', dos de los más famosos periódicos de los Estados Unidos.
En aquellas décadas la historia de la humanidad pasó por sus manos desde las miradas de los mejores. Si recordamos algo de aquellos años muy probablemente lo decidió él. Pero su trayectoria profesional no terminó aquí. Su sueño era terminar en París, y lo consiguió. Desde 1983 fue editor gráfico de 'The National Geographic'.
El poder de la fotografía
Durante sus últimos años se dedicó a recorrer el mundo dando clases y a promocionar su gran libro de memorias en 1998, fundamental si queremos saber qué es eso de ser fotoperiodista. De su lectura podemos sacar grandes lecciones y descubrir el poder de la fotografía.
Por poner solo un ejemplo, en la edición española de 2013 leemos una reflexión que nos hace ver la importancia de documentar todo con imágenes libres, para que no quede ninguna duda de lo que hay que hacer:
Uno de los motivos por los que la Gran Guerra se prolongó tantos años es que viéramos tan pocas fotografías del conflicto. Un fotógrafo llamado Jimmy Hare trató de tomar fotos en el frente. El espionaje francés confiscó su cámara y su película. La Fuerza Expedicionaria Estadounidense, que se sumó a la lucha armada en 1917, se paresuró en suscribir la censura aliada sobre la fotografía de prensa... Si el público hubiera visto la carnicería que se vivía en las trincheras, ¿cuánto menos habría durado la guerra en el frente occidental?
Creo que la figura de John G. Morris debería estar entre las más importantes del mundo de la fotografía. Sus ojos vieron antes que nadie la realidad del mundo a través de los mejores fotorreporteros. Y siempre eligió el disparo certero para que se nos quedaran grabadas en la retina. La memoria fotográfica del siglo XX es la historia de su vida. Sin él sería totalmente distinta.
En Xataka Foto| Así es como trabaja un fotógrafo dentro de una guerra