Puede ser que alguna de las personas que leeréis este artículo no sepáis quién fue Marilyn Monroe. Fue una de las grandes actrices del Hollywood de los años 50. Su imagen es mítica, la rubia platino por excelencia. La mujer guapa y sensual que todos deseaban y envidiaban. Pero ella no era ni rubia, ni feliz y no podía estar más apartada del estereotipo que todos veían. Y el único que entendió a Norma Jean, que así se llamaba, fue Richard Avedon en el retrato que le hizo en 1957.
Muchos de nosotros seríamos incapaces de imaginar un mundo sin el cine. Ahí están muchos de nuestros recuerdos, de nuestros miedos y amores platónicos. Sin lugar a dudas Marilyn es una de nuestras actrices favoritas. Es imposible olvidarla en 'La tentación vive arriba', 'Con faldas y a lo loco', 'Los caballeros las prefieren rubias'... Esa era la imagen que había creado ella. Ese era el personaje igual que Chaplin había creado a Charlot para esconderse. Para no enseñar a los demás cómo eran realmente.
A pesar de tenerlo aparentemente todo no tenía nada. No era feliz, no tuvo la fortuna de juntarse con buena gente y murió en extrañas circunstancias un triste 5 de agosto de 1962 rodeada tan solo de pastillas. En la más absoluta soledad y con una imagen pública alejada de la realidad.
Y esa imagen de abandono, de soledad, de querer escapar de todo fue lo que captó Richard Avedon en el famoso retrato que le hizo en Nueva York en 1957. Una fotografía en la que la estrella se mostraba como una persona que no tenía que fingir quién era. Parece la única fotografía en la que Marilyn Monroe desaparecía bajo la sombra de Norma Jean, una chica que solo deseaba que la quisieran.
La verdadera fotografía de Marilyn Monroe de la mano de Richard Avedon
Richard Avedon era un tipo peculiar. Sabía que era bueno. En algún momento de su vida seguro que tuvo la tentación de ser un dios. Todo lo que tocaba se convertía en oro, en tendencia. Los famosos solo podían serlo si él les fotografiaba con su cámara mágica. Tenía el poder de cambiar las cosas y su opinión era tenida en cuenta.
Pero no podemos olvidar que a pesar del glamour era un fotógrafo social, capaz de hacer libros como 'Nothing personal' o 'In the american west'. No se limitaba a fotografiar a las estrellas de la moda, la política y las artes. Quería sacar a las personas que llevaban dentro estos personajes. Era una psicólogo que trabajaba con la mirada que heredó de Francisco de Goya. Como podemos leer en una de sus citas más famosas:
A menudo siento que la gente viene a mí para ser fotografiadas, como irían a un médico o a una adivina, para averiguar cómo son. Así que ellos dependen de mí. Tengo que comprometerlos. De lo contrario no hay nada que fotografiar. La concentración tiene que salir de mí y hacer que participen. A veces la fuerza crece tan fuerte que los sonidos en el estudio siguen sin oírse. El tiempo se detiene. Compartimos una intimidad breve e intensa. Pero es inmerecido. No tiene pasado… ni futuro. Y cuando la sesión ha terminado, cuando la imagen está hecha, no queda nada, excepto la fotografía… la fotografía y una especie de vergüenza. Ellos se marchan… y yo no los conozco. Casi no he oído lo que han dicho. Si me encuentro con ellos una semana más tarde en una habitación en algún lugar, espero que no me reconozcan. Porque no siento que realmente estuve allí. Al menos la parte de mí que era, ahora está en la fotografía. Y las fotografías tienen una realidad para mí que la gente no tiene. Es a través de las fotografías que les conozco.
Como él mismo reconoce en aquella sesión Marilyn se mostró como siempre. Una chica jovial y feliz que no paraba de reír y de bailar. Hay muchas imágenes de aquella sesión en la que se mueve contra un fondo negro con el vestido de lentejuelas sin parar. Debía ser agotador ser Marilyn.
Avedon tenía claro lo que quería conseguir. Se conocían bien y siguió su juego. No podemos olvidar que era un reputado fotógrafo de moda que sabía dirigir a las personas para lograr exactamente lo que quería. Y su objetivo no era otro más que agotar a la estrella para sacarla como nunca antes lo había hecho alguien.
Al final de la larga sesión ella estaba agotada. No podía más con ese vestido, el maquillaje y la obligación permanente de sonreír. Era simplemente una mujer agotada. Y Richard Avedon, como un animal depredador, sacó su Rolleiflex y se abalanzó sobre su presa -desnuda de artificios- para sacarla con la mirada perdida. Esa es la foto que ha pasado a la historia.
La magia de la fotografía
Ella estaba en la cumbre en 1957, el año de 'Bus stop'. Todo estaba calculado. Era muy fácil tener el control en aquellos tiempos sin redes sociales. Pero como cuenta el propio fotógrafo él tenía el objetivo de mostrar la verdadera cara de las estrellas:
Durante horas ella bailó, cantó y coqueteó e hizo de Marilyn Monroe. Y luego estaba la caída inevitable. Y cuando terminó la noche, el vino blanco y el baile, se sentó en la esquina como una niña. La vi sentada en silencio sin expresión en su rostro, y caminé hacia ella, pero no la fotografiaría sin que ella lo supiera. Y cuando llegué con la cámara, vi que no decía que no.
Así encontró a la mujer real que estaba detrás de esa alegría impuesta por los estudios. Una mujer esclava de la imagen que solo buscaba la felicidad. No parece rota ni indefensa, sino una mujer triste. No es una fotografía robada. Si buscamos un poco por la red encontramos más disparos de ese instante en el que personaje sucumbió ante la persona.
Richard Avedon agotó a Marilyn con la única intención de mostrar a Norma Jean. Una mujer más, con sus penas y alegrías, con sus noches de blanco satén y sus días de vino y rosas. Tenía a un icono sexual en el estudio, tenía su confianza y le mostró al mundo que todo es mentira. Que muchas veces somos otro para escondernos.
Está hecha con su Rolleiflex de 6x6, seguramente con la que aparece siempre en la mano. Es una cámara de respeto, que te obliga a agacharte para tomar la fotografía. Todo lo que ves a través de ella está al revés. No es una visión réflex. No es una cámara fácil de utilizar, requiere tiempo de adaptación. En sus manos se convirtió en un icono que muchos tenemos en la estantería.
Es una fotografía única, perfecta. Sencilla hasta la extenuación pero con muchas capas de lectura. En puro blanco y negro. La copia que conservan en el Metropolitan apenas llega a los 60 cm de lado. Está fechada el 6 de mayo de 1957. Seguro que será un placer sentarse delante de ella y contemplar la perfección de la normalidad. Quién fuera como Avedon aquel día de primavera. Hoy ella hubiera cumplido 94 años.