La historia de la Humanidad está llena de imágenes míticas, pero no hay muchas que reflejen en sólo un instante toda la brutalidad de una guerra. El norteamericano Eddie Adams lo logró con esta poderosa fotografía. Una instantánea que quedó para la posteridad y le llevó a ganar los premios más prestigiosos de fotoperiodismo, pero también le marcó para el resto de su vida.
Con esta potente instantánea inauguramos una nueva sección donde vamos a ir repasando fotografías míticas de la historia, (aunque alguna vez ya hayamos hablado de ellas) para recordar su importancia, el significado que tuvieron en su momento, cómo fueron las circunstancias de la toma y qué supusieron para sus autores (y también para las personas que las protagonizaron).
Y hemos elegido esta imagen, aparte de su potencia visual, porque (tal y como os contamos) es un excelente ejemplo de cómo una foto puede influir en la historia y también marcar a las personas que aparecen en ella.
La historia de la foto
Lo que a ojos de un espectador inocente podría parecer una “simple” ejecución a sangre fría, captada justo un instante antes de que una bala acabara con la vida el ejecutado y mostrando todo el horror en su cara, por supuesto tiene una historia detrás, y unos protagonistas.
La escena se produjo en Saigón (capital de Vietnam del Sur) en plena calle, el uno de febrero de 1968, cuando unos soldados survietnamitas conducían a un prisionero capturado. Un mando del ejército se acercó a él y, sin mediar palabra, le disparó en la sien.
El momento fue captado por Eddie Adams, un fotógrafo de Associated Press (y curtido fotoperiodista que cubrió hasta trece guerras distintas en toda su carrera) que se encontraba en la ciudad cubriendo el conflicto y llegó al lugar (junto a un camarógrafo de la NBC) atraído por el ruido de disparos.
La persona que disparó era el general Nguyễn Ngọc Loan, un alto cargo del ejercito de Vietnam del Sur, alíado de los norteamericanos en la Guerra de Vietnam que se libró entre 1955 y 1975 en aquel país. El ejecutado se llamaba Nguyễn Văn Lém, y era un miembro del Viet Cong, es decir del bando contrario (que luchaba contra los norteamericanos y el gobierno survietnamita).
“Mataron a muchos de mis hombres y a mucha de nuestra gente”. Para él, aquello fue un acto de justicia que se producía en un contexto de guerra
El ejecutado había dirigido un escuadrón terrorista que, aprovechando una ofensiva norvietnamita, se había adentrado en la ciudad con el objetivo de asesinar a altos mandos del ejército de Vietnam del Sur, entre ellos el general Nguyễn Ngọc Loan. Aquel comando había matado a un compañero del general, así como a su esposa y sus seis hijos, así que el general se tomó la justicia por su mano sin (en principio) dar mayor importancia a aquello.
Según contó el propio fotógrafo, el general se alejó del lugar murmurando unas palabras: “Mataron a muchos de mis hombres y a mucha de nuestra gente”. Para él, aquello fue un acto de justicia que se producía en un contexto de guerra. Un acontecimiento que, seguramente, sin aquella foto no hubiera ido a más.
Sus repercusiones
Pero no fue así. Aquella imagen se publicó en las portadas de los periódicos y revistas de todo el mundo, y como era de esperar llamó la atención convirtiéndose en un símbolo de los excesos de la guerra. Y no sólo porque era una foto que dejaba muy a las claras toda la brutalidad de un conflicto bélico, sino porque rebatía las afirmaciones oficiales sobre que aquélla se estaba ganando…
Por entonces el público estadounidense ya llevaba algún tiempo preguntándose si aquel conflicto bélico, librado a miles de kilómetros y que les estaba costando muchas vidas, seguía teniendo sentido. Y esta foto sirvió para despertar conciencias. La imagen hizo famoso al general, que fue acusado de brutalidad, repudiado por los mandos del ejercito estadounidense y caído en desgracia.
La foto cosechó numerosos premios, entre ellos los más prestigiosos del mundo como el World Press Photo de 1968 y el Pullitzer de 1969
La foto, sin embargo, se hizo tan popular que cosechó numerosos premios, entre ellos los más prestigiosos del mundo, como el World Press Photo de 1968 y el Premio Pullitzer de 1969. Sin embargo, aunque valió el reconocimiento universal para su autor, se convirtió también en una rémora que le acompañó el resto de su vida.
Él mismo fue perseguido por haber hecho aquella la foto y, sobre todo, sintió que había sido mal interpretada: “Si eres este hombre, este general, y acabas de atrapar a este tipo después de que hubiera matado a algunas personas cercanas... ¿Cómo sabes que no habrías apretado el gatillo tú mismo? Tienes que ponerte en esa situación ... Era una guerra”.
Por todo ello, en los años posteriores, Adams se mostró atormentado por su propia foto y por haber sido la causa de la caída en desgracia de Nguyễn Ngọc Loan, a quien llegó a visitar posteriormente, y a quien calificó como un héroe, porque “a veces una imagen puede ser engañosa porque no cuenta toda la historia”.
A eso añadía la frase que hemos utilizado en el titular, “la fotografía es el arma más poderosa del mundo”, aludiendo a cómo una imagen como la suya puede ser capaz de cambiar el curso de una contienda bélica (que, recordamos, acabo perdiendo —por primera vez en la historia— los EE.UU).
¿Qué no enseña esta foto?
La imagen es toda una lección de fotoperiodismo en unos tiempos difíciles para la profesión como los que vivimos. Un magnífico ejemplo de que un buen fotoperiodista debe estar siempre preparado para captar el momento decisivo, que acuño el gran Cartier Bresson.
También aquello que decía Robert Capa, de que si una foto no es lo suficientemente buena es que no estabas lo suficientemente cerca.... Sin duda dos lecciones importantes para cualquiera que quiera dedicarse no sólo a la fotografía de guerra sino a cualquier tipo que tenga que ver con la actualidad.
Pero más allá de esto la imagen también puede enseñarnos algunas cosas desde un punto de vista estrictamente fotográfico. Por ejemplo cómo las reglas están para romperlas cuando es necesario. ¿O acaso importa aquí que el horizonte de la foto esté en el centro del encuadre? Quizá si la foto no estuviera hecha en una ciudad esto hubiera afectado más pero, en un momento así, en el que el fotógrafo tuvo que disparar sin pensar…
Que se hiciera con una Leica es lo de menos, pero no que el fotógrafo conocía bien su cámara como para no tener que pensar en el momento de hacer la foto
En este sentido, tampoco viene al caso el tipo de cámara con la que fue realizada, muy probablemente una Leica M4 (una cámara telemétrica que usaba película de 35 mm), pero sí que el fotógrafo estaba familiarizado con “su arma” de tal manera que la tenía bien preparada para no tener que detenerse a pensar en ajustes técnicos, con peligro de perderse la foto.
La óptica de 35 mm (ideal para disparos cercanos) y una velocidad de obturación de 1/500 segundos le permitió congelar perfectamente el instante, pero es de suponer que el hecho de que la instantánea se produjera justo una milésima de segundo antes de que la bala saliera del cañón fue simplemente casual…
La composición denota que la foto fue hecha por alguien con oficio, pero realmente no sabemos si fue casual que los protagonistas de la toma quedaran situados tal cual aparecen, con el ejecutor a la izquierda y la víctima a la derecha. Es decir, en un esquema ideal según nuestra forma de mirar que permite que visualmente la foto tenga mucha más fuerza que si se hubiera hecho al revés.
La fuerza del momento probablemente hubiera hecho que su repercusión fuera similar, pero es evidente que la fotografía sí que cambia si la volteamos. Sea como fuere, es sólo una suposición que en ningún caso empaña lo que fue una instantánea que queda para siempre como una pequeña lección de historia y como un ejemplo de la influencia que una imagen puede tener en ella.
Foto de portada | ‘La ejecución de Saigón’ Foto de Eddie Adams/Associated Press. Extraída del álbum de Recuerdos de Pandora en Flickr
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