Guardar imágenes por siempre parece ser algo sencillo en esta era digital, donde tan solo necesitamos crear copias en servidores y medios de almacenamiento distintos. Sin embargo, la preservación del material fotográfico de la época analógica es más complejo, en especial si nos vamos a mantener imágenes de hace casi 180 años.
Como podemos ver en el vídeo del Museo de Arte Moderno de Nueva York, el instituto tiene un proceso riguroso y extremadamente delicado para el proceso de limpiar y cambiar un daguerrotipo de su cápsula. Estos retos nacen en el mismo proceso con el que se hacían los daguerrotipos en su época, donde una superficie era bañada en la amalgama de plata, luego revelada en vapores de mercurio y luego secada y encapsulada para evitar la oxidación de los metales.
Debido a esto, el daguerrotipo es muy frágil, pues es básicamente polvo encapsulado donde el contacto con el aire puede producir que la imagen se queme más, se oxiden las imágenes o que puedan ser fácilmente borradas por un contacto mal hecho. Por este motivo, los daguerrotipos deben ser estudiados, se toman sus medidas y se mandan a hacer vidrios a medida. Todo el proceso requiere espacios muy limpios, con aire lo menos contaminado posible; y cada parte es limpiada para eliminar polvo y contaminaciones que puedan deteriorar más la imagen.
La fotografía rescatada muestra el León de la capital y el arco del emperador Septimio Severo capturada en Roma en 1842 por Joseph-Philibert Girault de Prangey. Esta doble exposición fue realizada con una cámara especial diseñada por el fotógrafo para poder girar la placa del daguerrotipo y capturar dos escenas en un mismo cuadro. Algo muy innovador para la época. Sus fotografías fueron descubiertas años después de su muerte, cuando su casa es comprada y las cajas con aquellos daguerrotipos son encontradas posteriormente.
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