Hemos hablado muchas veces de una de sus fotos, el mítico beso de un marinero a una enfermera en Times Square el día que se anunció el fin de la Segunda Guerra Mundial, pero seguramente Alfred Eisenstaedt sea un gran desconocido para la mayoría más allá de aquella instantánea, algo que nos proponemos remediar.
Y es que este artista no sólo fue un gran retratista de personajes importantes, sino que tuvo una larga e importante carrera en medios de comunicación que le llevó a ser considerado uno de los padres del fotoperiodismo moderno. De hecho, hace unos meses nosotros le incluimos en nuestro listado de los (probablemente) 50 mejores fotógrafos de la historia.
Sus fotos coparon las páginas de la revista Life, del que fue uno de los mejores fotógrafos de su historia. De hecho suyas fueron casi cien portadas, entre ellas la del beso en Times Square. Pero además, se prodigó retratando a todo tipo de personajes conocidos de la sociedad norteamericana. Aunque antes ya había tenido una etapa como fotoperiodista en Berlín en la que incluso tuvo el dudoso honor de fotografiar a Hitler y Mussolini juntos. Vamos a conocerle un poco más.
Alfred Eisenstaedt (1898 – 1995)
El dato de Hitler no es baladí porque, precisamente, nuestro protagonista era de origen judío y nació en Dirschau, una región de Prusia Oriental que actualmente pertenece a Polonia pero, por aquel entonces, era parte del imperio alemán. Siendo aún muy joven su familia se trasladó a vivir a Berlín, donde empezó a hacer fotos gracias al regalo que le hizo su tío: una Eastman Kodak plegable (que debió ser similar a ésta).
Durante algunos años realiza fotos, pero sólo como aficionado, hasta que con 17 años se marcha al frente de la Primera Guerra Mundial. Una contienda de la que sale gravemente herido en las piernas, lo que le obligó a estar un largo tiempo de recuperación (sin poder andar). Algo que, por otro lado, le permitió profundizar en la técnica fotográfica.
Aún así, no tenía intención de vivir de ella (trabajaba como comerciante) hasta que, en 1927, consigue vender su primera fotografía a una publicación. Esto le anima a dedicarse profesionalmente al medio y convertirse en fotógrafo freelance. Primero trabajando para el periódico Berliner Tageblatt y, posteriormente, para otras publicaciones del país, así como para la agencia Pacific and Atlantic Photos Berlin, que después sería absorbida por Associated Press.
Así, rápidamente logra un nombre como fotoperiodista que le permite vivir de la fotografía. Además, un encargo para cubrir los Premios Nobel en Estocolmo, le lleva a realizar un célebre retrato de su compatriota Thomas Mann, lo que le hace adentrarse también en este campo donde empieza a retratar a personalidades como Marlene Dietrich, Albert Einstein y Richard Strauss.
Incluso, como contábamos antes, llegó a retratar (aunque no formalmente sino como corresponsal en una reunión) a los dictadores Benito Mussolini y Adolf Hitler. Y también al funesto Joseph Goebbels (ministro de propaganda del régimen nazi), a quien retrató en una toma famosa por haber sido capaz de captar la funesta personalidad de quien fue uno de los mayores culpables del holocausto.
El salto a los EE.UU
En 1935, dos años después de que Hitler se hiciera con el poder en Alemania, Eisenstaedt emigra a los Estados Unidos (como tantos otros judíos huyendo de la persecución nazi) y se instala en el neoyorkino barrio de Queens. Sólo un año después, en 1936, es uno de los cuatro primeros fotógrafos contratados para el relanzamiento de la Life Magazine, que pasó de ser una publicación de humor e información general a convertirse en un referente del fotoperiodismo, donde las imágenes tenían una importancia crucial.
Esa fue la etapa dorada de Life, que llegó a vender más de diez millones de ejemplares semanales, con Eisenstaedt copando sus páginas: unas noventa portadas (como ya hemos contado) y más de diez mil fotografías suyas publicadas. Allí estaría (nada menos) hasta 1972 y coincidiría con nombres ilustres como Margaret Bourke-White y Robert Capa.
Esos casi cuarenta años dieron para mucho, y aunque también cubrió acontecimientos en el extranjero (por ejemplo, estuvo en Hiroshima y Nagasaki) se dedicó sobre todo a documentar la sociedad americana de los años de la guerra, así como su crecimiento y renacimiento posterior. En ese tiempo fue enviado a todo tipo de actos y reuniones políticas, eventos sociales y demás acontecimientos de la vida norteamericana.
Y, por supuesto, también se dedicó a retratar a personalidades de todo tipo: actrices famosas como Sophia Loren y Marilyn Monroe, escritores como Ernest Hemingway y políticos como Winston Churchill o John F. Kennedy (a quien realizó el retrato oficial cuando fue investido presidente).
En 1942 se convirtió en ciudadano estadounidense y tres años después captó la foto que ha quedado para la posteridad como una imagen icónica de la historia. Hablamos, de nuevo, de la conocida foto del beso, una instantánea que tenía por título ‘V-J Day in Times Square’ (referido al “Día de la Victoria sobre Japón”) y que fue, como no podía ser menos, una de las portadas más famosas de la revista Life en toda su historia.
Claro que su carrera no siempre estuvo ligada a Life, revista que en 1972 (cuando Eisenstaedt se marchó) empezó a decaer, hasta su desaparición en 2007. De hecho el fotógrafo colaboró con otras publicaciones como People, Harper's Bazaar y Vogue, participó en diversos proyectos, publicó varios libros y realizó numerosas exposiciones.
Una de ellas, por cierto, en su tierra natal a donde regresó con 81 años para realizar una muestra con imágenes suyas de los años 30. El caso es que estuvo activo como fotoperiodista hasta los 80 años (falleció en 1995 a la edad de 96 años) y, a partir de la década de los 60, recibió todo tipo de premios y reconocimientos; por ejemplo de la American Society of Magazine Photographers y de la ciudad de Nueva York.
Pionero del fotoperiodismo
Más allá de la foto del beso, su obra está plagada de grandes imágenes, que inmortalizaron la sociedad norteamericana de sus tiempos, y excelentes retratos que supieron captar la personalidad de los protagonistas con una gran naturalidad. A diferencia de otros reporteros de la época, Eisensteadt era un fotógrafo generalista conocido por su “ojo rápido” y su habilidad para tomar buenas fotos de cualquier tipo de evento.
Como fotoperiodista, su éxito se debió a una combinación de aptitudes (determinación, anticipación, buen ojo para la composición y una baja altura que le ayudaba a pasar desapercibido) y al uso de cámaras de pequeño formato, de las que fue pionero desde sus comienzos. De hecho, en vez de las cámaras de gran formato, él trabajó desde el comienzo con pequeñas Leica de 35 mm utilizando sólo luz natural.
Gracias a este tipo de cámaras pequeñas (primero las Leica y más tarde Rolleiflex) conseguía una gran libertad de movimientos, rapidez y flexibilidad para “encontrar y captar el momento que cuenta una historia”. En el campo del retrato, también se limitaba a este tipo de cámaras y al uso únicamente de luz natural. Una forma de trabajar bastante informal para la época, pero que le permitía crear una atmósfera relajada para fotografiar a personajes famosos, a los que trataba como amigos.
Sin duda un personaje que merece la pena conocer, y honrar, para saber un poco más la historia de la fotografía, Porque, más allá de la foto del beso en Times Square, sin duda Alfred Eisenstaedt es uno de los personajes que, por derecho, tiene que figurar en letras grandes como uno de sus imprescindibles.
Foto de portada | Recorte de ‘V-J Day in Times Square’ de Alfred Eisenstaedt con licencia de dominio público. Todas las fotografías de Alfred Eisenstaedt
Ver 3 comentarios