Estaba tardando en comentar la exposición del gran maestro de la fotografía española, Catalá-Roca, que tan buenas críticas está teniendo por aquellos que la visitan. Estuvo compartiendo edificio con la muy visitada World Press Photo en el Círculo de Bellas Artes, pero sigue su andadura hasta comienzos de 2014 y es por ello que no quise apresurarme a hablar de ella.
Sin duda es una exposición para detenerse en cada fotografía. Para percibir la grandeza de un fotógrafo que trabajó captando la esencia de la calle en ciudades como Barcelona y Madrid (que en los años 50 gozaban de un parecido muy razonable) así como se adentró en lugares más rurales o capitales de provincia como Cuenca.
Y todo ello desde su particular manera de mirar a través del objetivo, adelantándose al momento decisivo, eligiendo encuadres situándose por debajo de las escenas, sabiendo muy bien dónde colocarse, apuntando maneras, generando un catálogo de estilo que quedaría en nuestra memoria de forma permanente.
Al hacer una fotografía tenemos tantas posibilidades, puntos de vista y situaciones que el mero hecho de escoger ya es una recreación.
Estas líneas escritas por Catalá-Roca resumen esta exposición (y su carrera). Describen cómo concebía él la fotografía, algo que además está plasmado en sus imágenes. Los puntos de vista utilizados son el resultado de una reflexión sobre dónde posicionarse con la cámara.
Agachado, en picado, en contra picado, retratando gracias al reflejo en un espejo en uno de los salones del Casino de Cadaqués, todo está donde tiene que estar, las escenas se recogen y quedan enmarcadas por los cuatro costados de la imagen fotográfica.
La perfección que ha dejado un legado de 200.000 negativos impecables de luz y composición, desechaba lo superfluo y sólo seleccionaba los disparos perfectos. Por su mente no pasaban los "por si acasos".
El fotógrafo jamás puede dudar en el momento de disparo
Otra frase que puede leerse en una de las paredes de la exposición que también hace honor a su forma de trabajar, y que aunque sí es cierto que tenía más sentido en la era analógica en la que él estaba inmerso, no deja de ser una lección para todos aquellos que nos dedicamos a la fotografía. Un segundo es capaz de convertir un gesto de premio en un negativo olvidado.
150 obras maestras que resumen la esencia de un maestro comparable a Robert Doisneau o Henri Cartier-Bresson, cuya grandeza residía en otorgar el valor a la imagen sobre todas las cosas, porque al fin y al cabo éso es fotografía, el poder de la imagen en sí misma, en lo que ahí está representado y que es capaz de ser asimilado por el espectador en un sólo pestañeo. Sin discursos detrás. Sin envolturas. Y punto.
De ahí las imágenes que componen su serie sobre una corrida de toros en "Carrascosa del Campo", en la que dijo haber hecho las mejores fotografías en una sola sesión, se presentaban para mi sorpresa sin marco. Algo que después comprendí ya que de este modo están expuestas como Catalá-Roca quería, sin bastidor, marco ni cristal que pudieran perturbar la fuerza de la imagen y que a su vez representa su idea de reprodución infinita en contraposición al concepto de obra artística única.
Otra lección sobre fotografía, que deja un buen de sabor de boca, como lo deja su exposición, así que no dejéis de acercaros a verla. Y para los que no podáis, echad un vistazo al vídeo donde el comisario Chema Conesa habla de ella a raíz de la misma muestra en Valladolid y donde complementa con más detalles.
Más información | Círculo de Bellas Artes
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