Robert Doisneau, el fotógrafo de un teatro llamado París

Robert Doisneau, el fotógrafo de un teatro llamado París

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Robert Doisneau, el fotógrafo de un teatro llamado París

La escuela de la calle le enseñó a Robert Doisneau que París es un gran teatro que fotografiar lleno de historias y personajes. Contemporáneo y amigo de Picasso, Kertész, Cartier-Bresson o del poeta Jacques Prevert entre otros muchos, compartió con todos ellos la inquietud y la fascinación en buscar historias en los suburbios de la ciudad del amor.

Niños, adultos o artistas callejeros eran habituales protagonistas de sus imágenes. "Gestor normales de gente normal en situaciones normales" es una frase con la que Doisneau describe su trabajo. Sintió la picadura de la fotografía trabajando como ayudante en el Atelier Ullmann, y con el paso de los años se convirtió en una figura de la fotografía humanista con icónicas imágenes cargadas de humor y optimismo que leídas entre líneas descubren la crudeza del mundo.

Robert Doisneau, la suerte del paseante



"París es un teatro en el que se paga asiento con el tiempo perdido. Y yo continúo esperando". Esta es una de las citas célebres del fotógrafo, un profesional de la imagen que esperaba al momento adecuado paseando por su París natal con una Rolleiflex. Con un planteamiento muy acorde a Cartier-Bresson y su 'momento decisivo', ambos trabajaron juntos tras la liberación de París en la agencia ADEP en 1945 gracias al extenso reportaje que Doisneau realizó durante la ocupación nazi.

A pesar de que las imágenes de Doisneau muestren una deliciosa complicidad entre el fotógrafo y los protagonistas, lo cierto es que comenzó tomando fotografías distantes debido a su timidez. Una de sus primeras imágenes de las que se tiene constancia es de una pared repleta de carteles deteriorados en 1930. Su batalla interna entre el retrato humanista y su timidez se solucionó rápido, y a los pocos años fotografiaba a los habitantes de París desde las distancias. "Al final, las limitaciones tampoco son algo malo. Mi timidez me impedía fotografiar de cerca a las personas. Por ello siempre estaban inscritas en un entorno, y eso es algo que luego intenté recuperar".

Apenas cinco años después de iniciarse en la fotografía, encontró trabajo como fotógrafo para Renault que le permitió descubrir el mundo de los explotados obreros industriales, un mundo de dignidad y solidaridad que le quedaría grabado a fuego. Fue despedido en 1939 por llegar tarde sistemáticamente a su puesto de trabajo. "La desobediencia parece una función vital en mí, y debo confesar que la he practicado en muchas ocasiones. [...] Para mí, Renault supuse el verdadero inicio de mi carrera como fotógrafo y el fin de mi juventud".

La resistencia y liberación de París



Tras quedarse sin trabajo en 1939, estalla la Segunda Guerra Mundial y el fotógrafo sobrevive en una París ocupada vendiendo postales con pinturas y grabados de Napoleón en el Hôtel des Invalides. Durante la ocupación, retrató a la Resistencia y la Liberación de París desde un punto de vista privilegiado y peligroso a la vez. Estas imágenes le permitieron posteriormente acceder a la Agencia ADEP, donde confluyeron durante un breve período de tiempo Cartier-Bresson, Robert Capa y Pierre Jahan entre otros.

Tras trabajar colaborando en diversas publicaciones, es fichado para Vogue en 1949 como fotógrafo de moda de día, mientras por la noche paseaba por la noche de su querida París retratando los locales de jazz y la gente que los frecuentaban entre los que se encontraban famosos como Jean-Paul Sartre, Albert Camus o Simone de Beauvoir. Este archivo personal lo confeccionó a modo de antídoto ante el trabajo próspero y ostentoso que realizaba para la revista.

El punto cúlmen, la serie 'Besos'

En 1950 llegaría de la mano de LIFE el encargo que más popularidad le otorgó, la serie 'Besos' en la que se encuentra una de las fotografías más románticas de la historia: 'Le baiser de l'Hôtel de Ville' ('El beso frente al Ayuntamiento'). Si bien las fotografías estaban preparadas, la complicidad entre el fotógrafo y los protagonistas dieron un aire tan natural, que no es de extrañar que todo el mundo las tomara por improvisadas.

En Estados Unidos, la serie le permitió exponer en el MoMA, y en Francia se editaron en dos diarios: Ce Soir y Point de Vue. A partir de aquí empezaría a trabajar en multitud de proyectos publicitarios y publicaciones de moda, a la vez que seguía atesorando en su archivo estupendas fotografías del pueblo parisino como 'Los carniceros melómanos'.

Tras su popular serie, además de poder dedicarse a proyectos comerciales, también dedicó su tiempo a proyectos personales como la publicación de su libro 'Instantanés de Paris' en 1956 y ganando en dos ocasiones el Premio Niepce en los años 1956 y 57. Durante los años 60, la fotografía cayó en un eclipse y, liberado de multitud de cargas profesionales, decidió volver a retratar las calles tranquilamente como solía hacer a menudo.

Del trabajo duro a la consagración

Fue a partir de los años 70 cuando la fotografía de autor retomaría cierto protagonismo gracias al festival Rencontres Internationales de la Photographie d'Arles renovando el valor de la fotografía francesa e internacional. Tras editar en 1979 'Trois secondes d'eternité', las nuevas generaciones de fotógrafos quedaron maravillados por un trabajo sin pretensiones, realizado por el placer de fotografiar la vida. A partir de aquí, el trabajo duro hizo que Doisneau se consagrara siendo premiado con multitud de distinciones.

No se vió abrumado por estos reconocimientos, que con poco trabajo que hacer, volvió a las calles a retratar a la gente. "Por supuesto que hice lo hice deliberadamente. Fue intencionado, pero nunca pretendí crear una obra con mis fotografías, simplemente quería dejar un recuerdo del pequeño mundo que amé". Sin embargo, tras tanto tiempo alejado de las calles, París había cambiado y así se lo describió a Michael Guerrin en 1992...

"Los fotógrafos ya no inspiran confianza. Ya no me reciben como antes. Se ha perdido la magia. Es el fin de la fotografía "pura", de quienes desenterraban tesoros ocultos. He perdido la alegría. [...] El cemento ha reemplazado a los enlucidos en yesoy a las cabañas de madera... Ya nada atrapa la luz."

Doisneau pasó sus últimos días en su apartamento de Montrouge, donde vivió desde 1937 paseando por sus zonas predilectas entre París, Montrouge y Gentilly con fotografías tristes, inmerso en el desasosiego que inundó sus últimos años.

Fotografía de portada | "El beso en el Ayuntamiento", Robert Doisneau, 1950

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