Sin pretender entrar en polémicas existenciales, el hecho es que hay muchas personas que defienden que el aura de los seres vivos existe. Y Robert Buelteman es una de ellas. Su proyecto más personal, y al que se lleva dedicando más de 10 años, pretender dar fe de ello.
Este fotógrafo, que ya ha colgado su obra al lado de nombres como Ansel Adams o Edward Weston, crea singulares obras de gran belleza como las que os mostramos en este artículo, inspirándose en una compleja técnica llamada Fotografía Kirlian. Y con ellas pretende mostrarnos o sugerirnos esa parte de la realidad que nuestros ojos no son capaces de ver.
Este tipo de fotografía se hizo famoso en los años 40 porque supuestamente capturaba el aura de las personas. Desde un punto más científico, las cámaras Kirlian serían ingenios capaces de capturar electrofotografías de alta frecuencia, y cuya base teórica estaría en algunos experimentos de Tesla.
Pero serían Semyon y Valentina Kirlian quienes desarrollaran completamente esta técnica y comenzaran a experimentar con ella con el fin de averiguar si se apreciaban variaciones según el estado anímico o físico de lo que se exponía, por ejemplo una mano, una hoja etc.
Dejando a un lado consideraciones pseudocientíficas, Robert Buelteman no utiliza cámaras Kirlian para realizar estas fotografías, sino que sigue un proceso más artesanal. Un proceso muy complejo, por el que apenas ha conseguido producir 80 tomas a lo largo de diez años de intenso trabajo en el que es ya su gran proyecto personal.
Todo el proceso se desarrolla dentro de un entorno totalmente a oscuras. Construye la composición con flores, hojas, ramas que situa en una placa fotográfica. Después cubre todo con una placa difusora para obtener más detalle, y el conjunto a su vez lo pone en un bastidor que consiste en una hoja de metal flotando sobre silicona líquida y sobre la que aplica 80.000 voltios. Esta descarga, ioniza el aire que hay alrededor creando ese aura que podéis apreciar en las fotos. Después, para rematar el resultado, utiliza un filamento de fibra óptica con luz blanca.
Como véis, un proceso muy artesanal en el que Robert trabaja directamente sobre la película, sin necesidad de ninguna cámara de fotos, lente ni ordenador. Lleva el famoso dicho "pintar con luz" hasta sus últimas consecuencias. Una obra ganadora del prestigioso premio de oro de la revista B&W en 2008.
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