Allá por los años 60, en concreto en 1967, tuvo lugar una exposición fotográfica en el MoMa que es clave en la historia: ‘New Documents’. En ella participaron tres figuras clave para la fotografía de la época: Garry Winograd, Diane Arbus y Lee Friedlander.
Fueron la punta de lanza de una nueva fotografía documental y, en concreto Friedlander, se distinguió con un estilo propio, diferente al habitual lenguaje fotográfico y que sería clave para siguiente generaciones de fotógrafos.
Pero hasta esta exposición el trabajo de Friedlander bien merece reseñarse. Y no menos su posteriores trabajos. Diferentes etapas para intentar conocer el talento de un genio fundamental de la historia de la fotografía. Un innovador y un punto de referencia del post-modernismo fotográfico.
Sus comienzos
Si nos vamos a sus primeros encuentros con la fotografía debemos remontarnos a su adolescencia cuando asistió por primera vez a la magia del relevado y el cuarto oscuro. Nació en Aberdeen en 1934, cerca de Seattle, pero su futuro como artista le llevaría a la soleada California. Allí es donde estudió y se formó para desarrollar su carrera. Aunque no siguió mucho los preceptos académicos y ya demostraba su inquietud en transgredir lo establecido. Le gustaba la experimentación y, tras esta etapa de formación decidió dar otro salto.
Viajó a Nueva York ya convencido (y convertido) en fotógrafo freelance donde empezó a realizar sus primeros encargos documentales. A mediados de los cincuenta se relacionó con figuras tan destacadas como Robert Frank, Garry Winogrand, Walker Evans, Diane Arbus o Helen Levitt entre otros nombres. Mientras fotografiaba las calles iba forjando su particular estilo, con una composición geométrica, compleja y rompedora.
Mucho más que portadas de jazz
Aunque empezó a despuntar con otra serie de trabajos, fotografiando a grandes figuras del jazz para portadas de discos. Trabajó para Atlantic Records en una época gloriosa para el género y suyos son algunos retratos inolvidables a Duke Ellington, John Coltrane, Charlie Mingus o Miles Davis, durante más de dos décadas. Su contribución fue asombrosa: supo captar la verdadera personalidad de esos genios, mostró quiénes eran de verdad y contribuyó a otorgarles el respeto y la admiración que tenían como músicos. También Friedlander recibió a cambio la influencia del jazz en su fotografía. Aunque su fotografía posterior tomó otro rumbo, no se le puede olvidar su talento para el retrato que siguió cultivando así como los desnudos (quizás el mas famoso y valorado fue a una joven Madonna a finales de los setenta).
Con todo, Friedlander seguía muy interesado en fotografiar el paisaje. Un paisaje social que mostraba los cambios de la sociedad, de cómo eran los Estados Unidos, pero básicamente dejándose llevar allá por donde iba y viajaba. Así encontramos multitud de elementos urbanos, de interior y exterior en su fotografía. Fue su principal rasgo: sujetos banales, letreros y señales viales,… acumulando elementos en un aparente caos con su arriesgada forma de composición. Sus fotos generan extrañeza, e incluso incomodidad. No era algo casual, era el estilo que Friedlander había forjado y que suponía una innovación a la hora de documentar. Además de en la forma, también innovó en el fondo: no buscaba una historia concreta, se dejaba llevar por su instinto. Fotografiaba a modo de diario visual, lo que le llamaba la atención, incluso objetos tan banales y comunes (como empezaron a ser en los sesenta) como los televisores.
Ese fue otro de los temas que trató durante la década de los sesenta. Un trabajo enigmático. Escenas enigmáticas de televisores encendidos en habitaciones de hotel. Sin presencia humana. Un objeto de la cultura popular que Friedlander adoptó como tema para su trabajo de esta época. De nuevo con la experimentación y con su propio lenguaje como denominadores comunes. De aquí surgió ‘Little Screens’, un libro muy destacado que contó con prólogo de Walker Evans. Lo que venía a demostrar el enorme respeto y admiración que Friedlander ya había adquirido en esta época.
Lee Friedlander, la carretera, el pasiaje y los objetos cotidianos
Otro elemento cotidiano de la época que tuvo importancia crucial en su fotografía fue el automóvil. Desde el viaje al volante y capturando el paisaje que encontraba, hasta el coche como objeto (The New Cars 1964).
Lo que nunca abandonó y siempre estuvo presente en las diferentes etapas de su obra fueron los autorretratos. En reflejos, sombras, otros más directos… no eran simples ejercicios, sino conscientes, incluyéndose en sus trabajos. Quizás como una forma de reivindicar la tarea del creador, del artista. En todo caso siempre de una forma ambigua, sorprendente, aparentando aparecer casualmente cuando se trataba de encuadres muy cuidados. Formaba parte de su particular lenguaje. Ese que le llevó a innovar en el documentalismo y a formar parte de esa famosa exposición en el MoMa que mencionaba al comienzo.
Otro punto de inflexión en su carrera llegó cuando sufrió problema de artritis y tuvo que operarse de las rodillas. Algo que, para un fotógrafo de sus características podría ser letal. Ya no podía perderse en el paisaje, en las calles, caminar y deambular. Ahora se encontraba más estático, postrado en su hogar, lo que podría haber acabado con su trayectoria. Algo que no ocurrió, porque, a pesar de este hecho y de la edad, siguió explorando su lenguaje con los objetos cotidianos que le rodeaban y con… autorretratos, por supuesto.
Libros, exposiciones y premios
En cuanto a su bibliografía es tan extensa y destacada que se hace difícil hacer una selección (podemos apuntar 'The American Monument'. El libro fue uno de los medios que mejor expresaban sus historias, donde desarrollar sus inquietudes y Friedlander trabajó muy intensamente y de cerca la realización de los mismos (hasta el punto de publicarlos bajo su propio sello: Haywire Press). Ha expuesto en todo el mundo en la más importantes galerías y museos (la primera fue en 1963 y la última más destacada fue una retrospectiva del MoMa en 2005) y entre los premios, podemos destacar el Premio Hasselblad en 2005. Y no se puede olvidar que también es Doctor en Bellas Artes por la prestigiosa Universidad de Yale (2004), la de Pennsylvania (2004) y el Art Center School of Design (2005), donde, curiosamente, inició sus estudios artísticos.
Concluimos con una reflexión de este genio:
“Me fascina que haya una variedad de sensaciones sobre lo que yo hago. No soy un fotógrafo premeditado. ‘Veo’ una un fotografía y la hago. Si tuviera la ocasión, estaría disparando a todas horas. No tienes que ir a buscar fotografías. El material es generoso. Sales y las imágenes te buscan a cada paso”
Foto inicio | Lee Friedlander. New York City, 1963