Acabo de llegar de una de esas charlas o conversaciones que ahora están tan de moda donde, aprovechando la visita del fotógrafo americano Stephen Shore, a propósito de su exposición en la Fundación Mapfre (Bárbara de Braganza) que se inaugurará el próximo viernes 19, hemos podido conocer un poco más de cerca varios episodios de su carrera, los cuales llevan a la reflexión en nuestra cabeza.
La suerte del fotógrafo de la que hablo, viene por un episodio de aquel momento en que expuso en el Metropolitan de Nueva York, un espacio que por aquel entonces tenía una política que no permitía la exposición a artistas vivos pero cuya obra llegó a ellos en un momento en que esas normas habían cambiado días antes, lo que nos lleva a esa idea de estar en el lugar y momento adecuado, algo que en estas profesiones que tienen el componente fama hacen que un fotógrafo de pronto sea expuesto al gran público gracias a un golpe de suerte.
Un nuevo lenguaje fotográfico
No digo con ello que Stephen Shore sólo tuviese una estrella acompañándole, a él le debemos que el lenguaje fotográfico cambiase e incluso que el color se empezase a valorar dentro del circuito artístico fotográfico. Su fotografía, que tanto influyó y sigue influyendo en los fotógrafos actuales y en los no fotógrafos de forma inconsciente, tened en cuenta que el plato vacío de postre que ahora subimos a Instagram está bebiendo de esa nueva forma de ver esta disciplina por parte del newyorkino que, como nos ha contado, pretendía ser un homenaje a la instantánea haciendo algo que hasta ese momento nadie se había planteado.
Esa banalidad de lo cotidiano, como ha comentado Marta Dahó, que con el tiempo se convirtió en algo artístico, se basaba, como en sus postales, en la idea de llevar a la fotografía los paisajes que a ningún fotógrafo se le había pasado por la cabeza fotografiar. Lugares los cuales vemos a diario pero que no para todo el mundo responden a una misma fuente de poesía visual. De ahí que su fotografía no se entienda para quienes tienen otra idea de lo que debe ser fotografiado. Y aquí entramos en otra reflexión acerca de la naturaleza de las fotografías. ¿Por qué la fotografía sobre una escultura es entendible y aceptada por el gran público pero un retrete no?
La edad útil de los grandes fotógrafos de la historia
Entre las anécdotas contadas en la tarde de hoy, un episodio que también nos lleva a la reflexión. Cenando en una ocasión con Ansel Adams, llegaron a la conclusión que muchos de los grandes fotógrafos que por alguna razón cambiaron los lenguajes dentro de esta disciplina, tuvieron una producción artística muy corta situada en muchas ocasiones al principio de su carrera. Le pasó al mismo Adams pero también a Robert Frank por nombrar a alguno, si lo contraponemos a Friedlander que siempre se reinventaba a si mismo. En ese momento él supo que no quería ser de ese primer grupo sino que intentaría innovar durante su carrera.
La inspiración fuera de las aulas
Marta Dahó ha sacado a la palestra aquel corto, "Elevator", que le hizo entrar en contacto con la factoría Warhol, un lugar como nos ha comentado Shore, donde por primera vez vio a los artistas trabajando. Con ello nos ha contado cómo dejaba las clases para utilizar esas horas a cultivarse ya fuese a través del cine o la lectura. Su implicación con el universo Warhol le ayudó también a introducirse en los circuitos artísticos, lo que hizo no obstante que esa suerte de la que hablábamos al principio, fuera una mezcla compuesta por fomentar las relaciones y el talento a nivel conceptual que le hizo ser uno de los fotógrafos más influyentes de la cultura norteamericana.
En resumen
Daremos buena cuenta de la exposición de la que ya os adelanto es una gran retrospectiva, la cual abre la temporada expositiva en la Fundación Mapfre, siguiendo con ello la estela de las buenas muestras que vienen haciendo en torno a la fotografía.
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