Es muy importante cuando se ve una fotografía y en ese momento se reconoce a su autor. Es lo que pasa cuando actualmente uno pone el pie en la galería Espacio Foto de Madrid, que al entrar y mirar alrededor, inmediatamente se reconoce a Jose María Díaz-Maroto en las imágenes que hay colocadas en la pared.
Para esta ocasión, y aunque se haya realizado un discurso con el hilo de conductor de azules y ocres, recogidos a través de su mirada en los numerosos viajes que ha ido realizando en los últimos cinco años, esa forma de mirar a la cual nos tiene acostumbrados está presente en cada milímetro de copia fotográfica. Porque Jose María Díaz-Maroto convierte en suya cada postal que contempla.
Es indiferente que nos presente una perspectiva digna de cualquier cuadro del renacimiento italiano, o que nos ofrezca una vista de una ciudad, o un retrato difuso con un rostro ladeado en primer plano. Las imágenes son perfectamente reconocibles como suyas y todas ellas forman un todo que hace que la muestra se torne en un viaje homogéneo a través de sus emociones plasmadas en instantes fotográficos.
Interesa mucho de la obra de este autor, esa capacidad para darle vida a los colores, ofreciéndonos una realidad que no está inventada, cualquiera podría estar delante de esos encuadres, pero que se personaliza, se hace suya, por medio de una serie de calificativos que hacen que lleve impregnado su sello. Como nos cuenta Francisco Carpio:
Creador de parajes fotográficos, cazador de territorios, muchas de las fotografías que presenta en este nuevo proyecto siguen arrojando una mirada tan teñida de sus propias experiencias que parece haber sido proyectada más sobre un mundo inventado que sobre un mundo inventariado. Esa necesidad impulsiva y compulsiva por conocer nuevos espacios, humanos y naturales, que supone el viajar está, pues, bien presente a lo largo de toda la trayectoria artística de José María Díaz-Maroto.
Se respira tranquilidad, se respira esa sensación por querer dar énfasis al ojo fotográfico, a esa línea entre lo que vemos con o sin una cámara delante, de ahí esos desenfoques sutiles o ese juego con la profundidad de campo que sólo se hacen posibles a través de una lente fotográfica. Se respira su sentimiento viajero pero desde la perspectiva de quien quiere descubrir otros lugares que no aparecen en las guías.
Un viaje al interior de esos rincones, al azul del mar, al ocre de la tierra. También a las personas que lo habitan. Que aparecen en esos escenarios llenos de luz y que nos cuentan historias sin hablar, interactuando o no con la cámara, pero siendo conscientes de la presencia de quien quiere completar una escena con las personas que ayudan a que las paredes no queden como anécdotas decadentes de un paisaje que se presta a ello.
La exposición, que se inauguró ayer, estará abierta al público hasta el 31 de enero de 2015, y es una buena oportunidad para conocer la obra de uno de los fotógrafos que más está ayudando a fomentar la cultura fotográfica, ya sea a través de la Colección Alcobendas como a su labor como profesor. Un placer que Espacio Foto cuente con su arte.
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