Sabemos gracias a las personas que lo conocieron que Joan Vilatobà i Fígols era inteligente, inquieto, y, en cierto modo, rebelde. Nació en la localidad barcelonesa de Sabadell, en 1878, en el seno de una familia acomodada y culta. De su infancia no tenemos apenas información, pero es probable que su pronto contacto con los movimientos republicano y artístico de la época propiciase algunas de las decisiones que tomó durante su juventud, y que le llevaron a erguirse como la figura de la fotografía por la que ha pasado a la posteridad.
Como vamos a ver unas líneas más adelante, Vilatobà es uno de los máximos representantes españoles del pictorialismo fotográfico, una manifestación artística que surgió en Europa y Estados Unidos a finales del siglo XIX, y que pretendía reivindicar la fotografía como arte frente a la fotografía «vulgar» que propusieron la comercialización de las primeras cámaras de Kodak y el sistema industrial de revelado. Pero esto es tan solo una pincelada en la biografía de un auténtico maestro de la fotografía cuyo legado perdurará a través de su obra.
Deserción y primeros pasos como retratista
Joan Vilatobà era un pacifista convencido. Durante su juventud España estaba sumida en la guerra con la que pretendía apaciguar la ambición de independencia de Cuba, lo que provocó que, cuando llegó el momento de su incorporación al ejército para hacer el servicio militar, decidiese desertar y huir al extranjero. Pasó varios años en Francia y Alemania, dos países en los que tuvo su primer contacto con el impresionismo y el pictorialismo fotográfico, que ya tenían unos cimientos sólidos tanto en Europa como en Estados Unidos.
Unos años más tarde, a principios del siglo XX, Vilatobà ya estaba enamorado de la fotografía, por lo que, aprovechando que los ánimos se habían calmado, decidió regresar a España y abrió un estudio en su localidad natal. La experiencia que había acumulado durante los años que pasó en Toulouse y París le permitieron granjearse en poco tiempo una fama muy notable como retratista. De hecho, el rey Alfonso XIII se hizo con algunas de sus obras y le pidió que retratase a Victoria de Battemberg, su prometida.
En esta misma época están fechadas sus primeras fotografías de marcado carácter pictorialista, cuya calidad le hizo merecedor de varios premios importantes, como la Medalla de Honor de la Exposición Nacional de Madrid de 1905 o la Medalla de Oro del Concurso Fotográfico de la Ilustración Catalana. Su prestigio le permitió forjar una relación estrecha con varios artistas e intelectuales de la época, como Santiago Rusiñol, Andrés Segovia, Enrique Granados o Joaquín Sorolla, entre muchos otros.
El pictorialismo y la fotografía como arte
Como he mencionado al principio del post, el pictorialismo fue una manifestación artística que no pretendía en absoluto recrear fielmente la realidad, haciendo suyos los preceptos del romanticismo del siglo XIX. Por esta razón, las fotografías de Vilatobà exudan la melancolía y el tono poético que también es posible encontrar en la obra de otros pictorialistas de su época. Sin embargo, a diferencia de algunos de sus contemporáneos, se especializó en el uso de la técnica de positivado por copia al carbón, aunque también usó con menos fidelidad el bromóleo y la goma bicromatada.
En cualquier caso, su pericia le permitió dotar a sus fotografías de una estética muy personal y una poética visual muy sólida, que cultivó especialmente a través de las figuras, los paisajes y las composiciones. Estas últimas, de hecho, tienen una importancia capital en su obra porque son las imágenes que más se parecen a la pintura, aunque las técnicas que utilizó Vilatobà eran puramente fotográficas. Las fotografías que ilustran este post nos permiten entrever la clara influencia de la pintura del siglo XVII en su forma de componer y de definir los personajes.
La característica más llamativa que nos permite identificar sus fotografías, que tenían una intención muy firme de afianzarse como manifestaciones artísticas en toda regla, al margen de su maestría en la técnica de impresión al carbón, es su utilización de las sombras y las texturas. Este recurso le permitió incrementar la carga dramática y poética de su obra, muy en la línea con otros pictorialistas europeos y norteamericanos que defendían estos mismos preceptos.
Adiós fotografía, adiós
Joan Vilatobà fue muy admirado y respetado durante sus primeras tres décadas de carrera. Sin embargo, no se sintió cómodo con el desarrollo que experimentó la fotografía durante los años 20 del siglo pasado, posiblemente porque se alejaba de la idea que él tenía de la fotografía como manifestación artística, lo que le llevó a abandonar su carrera como fotógrafo en 1931. A partir de ese momento se dedicó en exclusiva a dar clases de pintura y dibujo en la Escuela de Artes y Oficios de Sabadell, una labor que compaginó con la pintura.
Murió en 1954, olvidado como el gran fotógrafo pictorialista que fue, pero, afortunadamente, su obra recuperó la relevancia que nunca debió haber perdido en la década de los 80, lo que ha propiciado que algunas de sus fotografías formen parte de la colección permanente del Museo Nacional de Arte de Cataluña y el Museo de Arte de Sabadell.
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