Emil Otto Hoppé, fotógrafo inglés de origen alemán, nació en 1878 en Múnich. Hijo de un influyente banquero fue educado en las mejores escuelas para que siguiera los pasos de su padre. No obstante, en 1902 llegó a Londres, ciudad que le ayudó, por suerte, a dejar su puesto en el banco para dedicarse completamente a su pasión, la fotografía.
Considerado una de las figuras más importante de la fotografía modernista de la época eduardiana, Hoppe ha pasado a la historia, sobre todo, por ser el fotógrafo de los intelectuales y artistas, pero también por ser el artífice de que el concepto e ideal de belleza femenina pudiera ser aplicado a toda mujer, no sólo a la mujer blanca.
Hoppé, de banquero a influyente retratista
Tal como he dicho más arriba Hoppé fue hijo de un banquero de Múnich y educado en las mejores escuelas de Múnich, París y Viena. Durante 10 años se formó en bancos alemanes para dedicarse al mismo oficio que su padre, pero en un viaje hacia Shanghai donde tenía que trabajar en un prestigioso banco, hizo escala en Londres, donde conoció a la que sería su mujer y decidió quedarse en dicha ciudad. Cabe decir, que desde un primer momento conectó con el mundo intelectual británico, que le facilitó las cosas en Londres.
Estuvo trabajando en el Deutsche Bank, pero cada vez estaba más obsesionado con la fotografía, finalmente decidió dejar su carrera en la banca y en 1907 abrió un estudio fotográfico especializándose en el retrato. En pocos años consiguió ser el líder del retrato pictorialista en Europa, fue un retratista tan importante que es difícil pensar en algún personaje famoso del mundo un de la política, el arte, la literatura y el teatro que no posará para su cámara.
No obstante, por muy buen retratista que fuera Hoppé no quería estancarse en un sólo campo fotográfico, también sentía la necesidad de plasmar lo ocurrido en la calle. Así pues, en 1920 decidió incorporar en su magnifica obra la cotidianidad de la calle, mostrar al mundo el día a día de una gran ciudad, panorámicas que nos enseñan una vida que existe fuera de las paredes de su deseado estudio.
Londres se le quedó pequeño, necesitaba más ciudades y lugares que fotografiar, con esta idea llegaron los viajes fotográficos por todo el mundo. Imágenes de África, de las calles de Alemania o del rascacielos de Estados Unidos. Nadie ni nada se le escapaba de su cámara fotográfica.
Retratos psicológicos, la importancia de controlar el azar
La carrera fotográfica de Hoppé comienza a finales del siglo XIX, época en que la mayoría de los fotógrafos eran pictorialistas centrándose en la belleza de la imagen. En 1907 cuando abrió su estudio fotográfico decidió realizar retratos, reflejar el perfil psicológico del personaje, enfatizando de esta manera la personalidad del sujeto y no tanto su belleza.
Cabe destacar que cuando Emil Otto Hoppé realizaba una sesión fotográfica no dejaba nada al azar, lo preparaba todo de antemano. Primero realizaba un estudio concienzudo del sujeto a retratar para conocerlo y de esta manera captar lo más indispensable de su personalidad. Hoppé le daba tanta importancia a la forma de ser que intentaba lograr un clima de complicidad con el modelo para encontrar el momento ideal de disparar la cámara, el momento en que el modelo se relajaba y se mostraba tal como era, sin ninguna máscara.
Asimismo para captar más la personalidad del retratado dejaba de un lado todo aquello que podría captar la atención al mirar la fotografía, por ello prescindía de superfluos y rocambolescos decorados y se centraba en mostrar solo aquello que nos hablará de la persona fotografiada, que lo diferenciaba de los demás, como podría ser sus manos, una cicatriz o su mirada.
La calle como lugar de trabajo e inspiración
En 1920 decide salir a la calle a buscar inspiración y nuevas experiencias que poder fotografiar. Su fotografía callejera influenciada por Bernard Shaw intenta mostrar las clases sociales de la Inglaterra de principios del siglo XX. Su trabajo, en este campo fotográfico, es producto de una reflexión psicológica previa. Ante los retratos de personajes famosos y ricos se cuestiona los motivos por los que unos triunfan y otros no. Así, con sus retratos del hombre de a pie, Hoppé intenta comprender esa pregunta.
De esta época encontramos fotografías de bares llenos de personas peculiares, así como interesantes imágenes de otros locales susceptibles a ser capturados por su inquieta cámara. Locales como el estudio del tatuador G. Burchett, hospitales o cementerios de animales pasaron por delante de su lente fotográfica.
Para evitar sospechas y problemas con las personas entraba en los lugares con una pequeña Kodak Brownie escondida en una bolsa de papel de estraza y con el objetivo oculto, recurso similar al de Walker Evans, pero pronto paso a trabajar con la Leica por su rapidez de reacción.
Hoppé no se conformaba con las limitaciones de Londres, así que decidió que el mundo entero era susceptible a ser fotografiado. De estos viajes es fruto el libro The Book of Fair Women (1922) donde pone en cuestión el canon de belleza occidental. El libro causó un gran malestar entre la sociedad pudiente de la época, pero dicho proyecto lo comentaremos en otro artículo sobre Hoppé, el banquero que quiso ser fotógrafo.
Vídeo | HOPPÉ EN FUNDACIÓN MAPFRE de Youtube Fotógrafo | Emil Otto Hoppe