Continuamos con nuestros Grandes Maestros de la Fotografía. Decir August Sander es decir humanidad fotográfica en todos los sentidos. Y en todos los detalles. Los buenos y los malos, todo lo que somos. August Sander, uno de los pocos fotógrafos con lugar propio en MoMA de Nueva York, lo cual ya dice mucho, trató de reflejar a sus contemporáneos tal como eran: buenos y malos, ricos y pobres, hombres y mujeres o niños para componer un paisaje más amplio que nos cuenta cómo era aquella sociedad alemana de primeros del siglo XX.
El desarrollo explosivo de la fotografía como un medio de expresión y vehículo principal de la conciencia moderna se produjo durante las dos décadas inmediatamente posteriores a la Primera Guerra Mundial. A raíz de este primer conflicto con armas totalmente mecanizadas (producto de la revolución industrial de años anteriores), los artistas, ilustradores y periodistas ensalzaron la fotografía como si quisieran descubrir a través de sus mecanismos y materiales algo del alma de la sociedad industrial contemporánea. Es en ese espacio donde encuentra su lugar nuestro protagonista de hoy, August Sander, enfatizando siempre en una objetividad rigurosa basada en la observación minuciosa de los detalles.
August Sander, fotógrafo alemán nacido en Herdorf el 17 de noviembre de 1876 y fallecido el 20 de abril de 1964, es, posiblemente, uno de los fotógrafos más influentes, como ocurre en el caso de Walker Evans, de la comunidad fotográfica mundial, sobre todo en los últimos 40 años. De origen muy humilde, hijo que un carpintero que trabajaba en las minas alemanas, descubre la fotografía de joven casi por casualidad cuando encuentra un trabajo acompañando a un fotógrafo que necesitaba un guía de aquella zona minera que conocía tan bien.
El joven Sander, no lo duda, y decide acompañar a ese extraño armado con un artefacto que, a sus ojos, le resulta extrañamente mágico. Cuenta el propio Sander que aquel hombre le permitió observar el mundo de una forma completamente distinta a través de la cámara y que, por esa razón, decide estudiar fotografía mientras compatibiliza esas salidas con aquel fotógrafo con su trabajo habitual en la mina con su padre y el resto de trabajadores.
Gracias a un familiar suyo, logra comprarse un equipo fotográfico de la época y construir un cuarto oscuro donde realizará sus primeros revelados. Con 21 años es llamado a realizar el servicio militar pero su trabajo, ya de ayudante, de aquel misterioso fotógrafo del cual no se conoce el nombre le permite sobrellevar un duro servicio de dos años, tras los cuales, con 23, decide viajar por toda Alemania.
Sander y su primer proyecto fotográfico en Westerwald
Tras aquella experiencia trabaja en y monta varios estudios hasta que en 1909 se establece en Colonia. Es en ese momento cuando decide que tiene que hacer algo distinto. Que él no puede dedicarse a hacer lo que hacen los demás, trabajo que ya con muchos años de experiencia conoce pero que le termina aburriendo. Cerca de Colonia, en una zona conocida de su infancia, Westerwald, decide que tiene que iniciar un proyecto de retratos pero distinto. Inicia su propio proyecto fotográfico personal fotografiando a los campesinos y trabajadores de la zona. Era el germen de lo que sería su obra más grande, los Hombres del siglo XX.
Llega la primera Guerra Mundial y todo el trabajo de Sander queda oculto por el fuego de la guerra. Poco o nada se sabe de aquella época, tan solo que su primer éxito llegó poco antes del estallido del conflicto armado en la exposición de Werkbund de 1914 en RheinPark, Colonia, una exposición de lujo que cerró en agosto de aquel año justo antes del comienzo de la guerra y destruida poco tiempo después. Hay fuentes que citan que Sander fue movilizado, otras que no.
Tras la guerra, volvemos a encontrar a Sander realizando fotografías para el carnet de identidad, pero comienzan a aflorar en él su afición por el arte moderno. Es en esa época, con ese trabajo rutinario de por medio, cuando se da cuenta del proyecto que inició con aquellos trabajadores y campesinos.
August Sander, Rostros de nuestros tiempos y Hombres del siglo XX
Sander, da un giro a su visión fotográfica en ese momento pues trata de reflejar las personas que de todo tipo, clase o condición que se ven envueltas en un momento muy convulso y negro de la Historia contemporánea.
Su planteamiento es retratar a la gente tal como es situándolo dentro de esa sociedad. Son siempre individuos anónimos de los que aunque conociese el nombre nunca los menciona. Sin embargo, casi siempre, suele mencionar el oficio del retratado. Un planteamiento que da sentido a su gran obra de los Hombres del siglo XX.
El primer libro de August Sander, con el nombre de "Rostros de nuestro tiempo" (a veces como Faces of Our Time o Faces of The Times) fue publicado en 1929 y presenta una colección muy interesante de 60 retratos que pertenecen a ese proyecto que hemos mencionado de retratos del siglo XX.
Con la llegada de los nazis al poder el hijo de Sander, activista comunista, es perseguido y es detenido en 1934, falleciendo en la cárcel diez años después. La pérdida de su hijo marca claramente cierta tristeza en sus fotografías a partir de aquel momento. También sus trabajos son incautados por ser considerados contrarios al régimen.
Consigue recluirse en las afueras de Colonia y pasar desapercibido sin poder siquiera ir a visitar a su hijo encarcelado. A pesar de todo sigue haciendo retratos (incluídos de soldados y oficiales nazis).
Relegar su trabajo al de un taxonomista que clasifica a través de la fotografía es trivializar el trabajo de Sander, un trabajo que nos hace dar cuenta del porqué una sociedad rota, con grandes diferencias sociales y sin apoyo administrativo de ningún tipo cae dos veces en la barbarie de la guerra.
El otro Sander
Aunque el trabajo de Sander es reconocido por ese gran proyecto de cronista entreguerras de la sociedad alemana del primeros del siglo XX, su trabajo abarca mucho más. Pues aunque él quisiera, ya hemos visto, conocidas sus circunstancias que no siempre le fue posible ejercer esa labor de crónica y no ha nada que reprocharle. Su catálogo podemos clasificarlo en: gente del campo (granjeros, campesinos y labradores), negocio (banqueros y comerciantes), mujeres trabajadoras, clases y profesiones, artistas de la calle, la ciudad y el pasado.
El trabajo de Sander da para mucho más. No abarca solamente retrato pero es su legado. Sander tuvo que ganarse el pan con otros trabajos comerciales no exentos de calidad como podemos ver en esta abstracción elegante que en su día llamó mucho la atención y que es la imagen de un anuncio de la conocida marca de bombillas, Osram, una marca que empleaba a muchos artistas de la época para sus anuncios. Esta imagen resulta ser un claro ejemplo del concepto modernista de la época que buscaba combinar el diseño con el placer del consumo.
Tras la Segunda Guerra Mundial trata de recomponer su archivo siendo reconocido internacionalmente a primeros de la década de 1960, un reconocimiento tardío pues Sander muere poco después en el año 1964, dejando el legado que seguramente quiso dejarnos: sus fotografías.
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