El día y la hora en la cual se presentaba esta exposición yo estaba caminando de paseo al FolkeMuseum de Oslo. Después se me pasó el arroz porque reconozco que me daba cierta pereza visitarla por la mayoría de dramas que en ella se presentan. Aún así, sabiendo que mañana se clausura y que más de uno se me echará encima por haber hablado de ella tan tarde, me apetece contaros lo que al final sí vi, aquello que llamó mi atención y sobre todo su carácter homogéneo pese a tratar diversos temas gracias a los distintos autores.
A este tipo de exposiciones hay que ir preparado, yo por lo menos estoy bastante cansada de asumir las noticias que van mellando poco a poco el alma, que nos envejecen, que nos hacen caer lágrimas por las desgracias que se plasman en cualquiera de las formas en las que se nos transmiten. Lo sé, nunca podría haber sido una gran reportera de guerra, pero es que tampoco soy una buena espectadora de ese tipo de imágenes.
Me consta que es una de las exposiciones más visitadas de este comienzo de temporada, sólo había que ver el ajetreo de gente por sus salas un miércoles a las 12 de la mañana en comparación con la planta de arriba donde se encuentra la muestra del maestro Catalá-Roca. Pero bueno, nos va la marcha, es una exhibición con empaque fotográfico y soy consciente que muestras como estas hacen falta aunque nos marchiten.
Dicho esto, lo cual es una opinión personal tan válida como otra cualquiera, es lo que siento, no voy a reprimirlo, sí me gustaría recalcar al menos varios autores que me hicieron tilín y en global comentaros ciertos aspectos comunes a cada uno de los trabajos presentados.
El aspecto homogéneo en la exposición de World Press Photo
Sin lugar a dudas lo que hace que haya una continuidad visual es el hecho de que todas las fotografías, aunque a diferentes tamaños, han sido impresas con la misma técnica y presentadas con un mismo tipo de enmarcación. El acabado mate, del cual soy fan desde que imprimía mis copias a los diez años, confiere a todas las imágenes un toque pictórico, aparte de que muchas fotografías, sobre todo aquellas centradas en el reportaje de guerra, están procesadas en torno a lo que podría parecerse a un HDR aunque más moderado.
Ese aspecto nos hace involucrarnos de un reportaje a otro, de un autor a otro, sin saltos visuales que nos despisten, sin que uno nos quiera llamar la atención por encima de otro. Aquí la última palabra la tiene la calidad, la crudeza o el poder visual de la imagen en sí. Y en este sentido, me parece un acierto por parte del comisariado de esta muestra, aunque es un arma de doble filo porque entorpece la decisión del propio fotográfo que no puede elegir la técnica de impresión que cree mejor puede ir con su obra.
Los autores más interesantes en la exposición de World Press Photo
Cabe decir que en esta selección mi mirada se va hacia otro tipo de reportajes más alejados de los documentales sobre guerra o conflictos de ese tipo, por una cuestión de atracción, y es que muchos de los expuestos están cortados por el mismo patrón. Encuadres dinámicos, planos de gente sufriendo en la calle, desolación, destrucción, muy potentes en cuanto a contenido y estética pero lineales en cuanto a originalidad.
Quizá por esa búsqueda de originalidad me atrajo la serie de Paolo Pellegrin (2º premio reportajes gráficos temas de actualidad) gracias a esa estética a la que nos tiene acostumbrados, aunque reconozco que he visto trabajos suyos mejores, sí destacaba entre esa homogeneidad de la que hablaba antes.
Frederik Buyckx me fascinó con una de las fotografías tomadas en las favelas, donde una pareja aparece entre un juego de luces nocturnas que envuelve la escena, como si estuviésemos asistiendo a un fotograma de una película. Preciosa.
En la sección de deportes hubo varios autores que me hicieron cambiar el chip sobre lo que normalmente suelo ver en este tipo de trabajos. De Roman Vondrous, por ejemplo, me atrajo una fotografía sobre carreras de caballo cuyo acabado pictórico en blanco y negro podría recordar vagamante a la pintura expresionista. Hay fuerza en la pincelada fotográfica.
Chris McGrath es otro de la sección de deportes que cambia el discurso de este tipo de fotografía gracias a los planos desde arriba. Nuestra percepción se ve desviada hacia la no realidad por unos puntos de vista a los cuales no estamos acostumbrados. Ello le confiere otra dimensión que podría alejarlo del documental como lo conocemos para llevarnos hacia algo más artístico.
En cuanto a retratos, Ebrahim Noroozi juega con las telas del fondo de las retratadas para conferirles también un halo más pictórico en cuanto a texturas; a las obras de Maika Elan le va muy bien el acabado mate de la impresión, los tonos pastel se acentúan y convierten el conjunto en algo muy fresco para documentar la vida de homosexuales en Vietnam; Ai Wei Wei retratado por Stefen Chow es sensacional; otro trabajo también muy potente visualmente, claustofóbico, es el de Fausto Podavini sobre el alzheimer; y para terminar una de esas obritas coherentes en lo que quieren transmitir, el retrato de una chica albina por Anna Bedynska trabajado en clave alta, sin palabras.
En resumen
Me dejo en el tintero la fotografía de Paul Hansen, que aparece ante nosotros nada más cruzar el umbral de entrada a la exposición y otras tantas que se han convertido ya en icónicas gracias a la publicidad de esta muestra y de los premios. Algunas también están comentadas en el vídeo que os comparto y por supuesto en la web de World Press Photo donde está el listado de ganadores.
Para quienes no hayáis asistido, pido disculpas por no haber escrito esta crónica antes, aunque aún tenéis hoy y mañana para visitar la sala del Círculo de Bellas Artes. Por lo demás, me quedo pensando en Terry O'Neill para olvidarme un poco de los desastres de este mundo.
Más información Círculo de Bellas Artes
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