Manuel Moraleda es un fotógrafo de esos que se resiste al empuje de lo digital “con uñas y dientes”. Un romántico, si le queremos llamar así, que además sólo utiliza película en blanco y negro montada en su Canon EOS 5 con la que lleva haciendo fotos desde hace más de 20 años.
Le conocimos a propósito de este artículo dedicado precisamente al auge de la fotografía química (o analógica) que publicaron nuestros compañeros de Xataka y nos pareció buena idea conocerle un poco más y que nos hablara sobre su trabajo y cuáles son los motivos por los que sigue fotografiando sólo con película.
Muy buenas Manuel. Gracias por atendernos. Como siempre solemos hacer, lo primero es preguntarte por tu trayectoria ¿Cómo fueron tus comienzos? ¿Qué es lo que te llevó a convertirte en fotógrafo?
Mi primera aproximación fue hace como veinte años, de la mano de dos amigos fotógrafos profesionales. En ese momento vivía en Barcelona, y la ciudad era una segunda universidad. No sólo aprendí que la fotografía, como ocurre con otras manifestaciones artísticas, te enseña a mirar la realidad con otros ojos, sino algo incluso más importante: Me di cuenta de que es una manera de vivir en sí mismo, de relacionarte con tu entorno, de expresarte y comunicarte con el resto de personas.
Yo estudié Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en la Universidad Autónoma de Barcelona, y la literatura en aquel entonces ocupaba todo mi mundo. Con el tiempo, la fotografía fue adentrándose en mi vida, a partir sobre todo de las conversaciones con mis dos amigos y de un viaje iniciático que hice a Italia por mi cuenta, acompañado de mi Minolta SRL. Sumergirme por las calles de Venecia, Florencia y Palermo fue toda una experiencia.
Luego conseguí un lectorado en la Universidad de Duke, en Carolina del Norte, y durante un año académico estuve enseñando español para extranjeros. Aproveché para viajar por la costa Este de EEUU y en Nueva York acabé comprándome una Canon EOS 5 en la mítica tienda B&H Photo Video, que es todavía la cámara que utilizo hoy en día. Ya de vuelta en Europa, primero viví una temporada en Dublín y luego me establecí en Madrid, que es donde vivo ahora.
En estos últimos quince años he viajado todo lo que he podido, o las circunstancias me han permitido, y cada viaje ha sido una oportunidad para hacer fotos en un nuevo contexto. No hay nada más placentero que descubrir nuevas culturas y nuevas formas de vida mientras uno viaja. Recientemente, hace como un año y medio, me decidí por fin a hacer mi página web y a enseñar parte de mi trabajo y de mis fotografías, imágenes que hasta ese momento guardaba celosamente para mí.
¿Te dedicas sólo a la fotografía o la compaginas con otro trabajo? ¿Crees que hoy en día se puede vivir de la fotografía en España?
No me gano la vida como fotógrafo, trabajo para una entidad bancaria, pero claro que me gustaría vivir de la fotografía, siempre que pudiera hacer las fotos que a mí me interesan. Y eso, hoy en día en España es muy difícil, según me comentan algunos amigos y amigas fotógrafos que sí se ganan la vida con la fotografía. Eso sí haciendo reportajes de boda y demás encargos, imágenes que no les ilusionan, pero con las que al menos consiguen pagar las facturas. Pero aun así, sí que conozco a algún fotógrafo que se gana la vida dignamente con la fotografía que le gusta, y eso es un lujo en estos tiempos, pero es una minoría.
¿Cómo definirías tus fotografías? ¿Cuál es tu filosofía de trabajo?
Yo me defino principalmente como un fotógrafo artístico y callejero. Como sabes, solamente hago fotografías en blanco y negro y con cámara analógica. Mis fotografías son por lo general narrativas, busco explicar una pequeña historia con cada una de ellas, o bien captar una emoción o un estado de ánimo, según el paisaje, la escena urbana o persona que retrate. A veces he llegado a la conclusión de que mi fotografía es narrativa por la gran influencia que la literatura ha ejercido en mi persona y en mi vida. Me gusta “literaturizar” la vida que me rodea o hacerle ejercicios a la memoria. De hecho una de mis últimas exposiciones en solitario, que fue en febrero de este año en Gijón, la titulé ‘Mundos en miniatura’.
En cuanto a mi filosofía de trabajo es muy sencilla: Siempre que viajo voy con mi cámara a cuestas, y hago fotos de todo aquello que me sacude el alma o me llama la atención. No me importa esperar media hora o una hora en un sitio para capturar una imagen. Viajo por lo común con mi pareja, que también es fotógrafa, por lo que en ese sentido nos entendemos. En fotografía para mí las prisas no existen. Hay fotos que las haces al momento, por las circunstancias que se dan en ese preciso y único momento (que son la mayoría), pero otras en cambio es conveniente volver al mismo sitio en otra hora del día (o incluso al día siguiente) si las condiciones de luz, las personas o los elementos que la complementan no son las mejores.
¿Por qué sólo usas película en blanco y negro?
Uso película monocromática, y no en color, porque sencillamente el mundo que me rodea lo veo en blanco y negro, cuando miro fotográficamente no me planteo nunca los colores. Es cierto que ante ciertos paisajes o lugares, como en una selva tropical, un mercado de frutas en Latinoamérica o ciertas ciudades, el color reclama su presencia, pero aun así sigo haciendo fotos sólo en blanco y negro. Por eso pienso que quizá la literatura, el peso de la nostalgia o mis referentes fotográficos también tengan mucho que ver en esta elección.
¿Cuáles son tus referentes?
Hay muchos y muy variados fotógrafos y fotógrafas que me gustan, por muy diversas razones. Siempre intento ver las fotografías en un conjunto, no de forma aislada, de ahí que tenga varios libros de fotografía que me encantan, tales como ‘Photographs’ de Mona Kuhn, ‘Immediate family’ de Sally Mann, ‘Fotografías de Barcelona, 1958-1964’ de Joan Colom, ‘Many are called’ de Walker Evans, ‘Paris in Hopscotch, homage to Julio Cortázar’ de Héctor Zampagglione, ‘En los ferrocarriles’ de Juan Rulfo y ‘Leer’ de André Kertész, entre otros. Aparte de estos libros, hay otros fotógrafos que me interesan especialmente, tales como Bill Brandt, Manuel Álvarez Bravo, Robert Doisneau, Francesc Català-Roca, Sebastiao Salgado, Francesca Woodman y un largo etcétera.
Háblanos sobre tu último proyecto fotográfico…
Mi último proyecto fotográfico finalizado se trata de un fotolibro, que lleva por título ‘Abandonados’, que se está distribuyendo a través de Fanzinant, una plataforma para amantes de los fotolibros y fanzines autoeditados que está creciendo a pasos agigantados. Con este trabajo (que se puede ver íntegramente en mi web), busqué profundizar en la idea de los “lugares-frontera”, esos espacios de tránsito como aeropuertos, estaciones ferroviarias o de buses, por los que de un modo o de otro debemos atravesar para llegar a nuestro destino.
Aquí el propio viaje funciona como motor de creación. Las fotos de ‘Abandonados’ las hice en Bolivia, con película de 3.200 ISO, como buscando en mis imágenes esa sensación de ausencia, lejanía e incomunicación. El ruido del grano se ajustaba mucho a la idea que yo quería transmitir. Ahora estoy trabajando en otro fotolibro, cuyas fotos las haré este verano, y espero que salga para finales de año.
En ‘La vida todo locura’ además de fotógrafo ejerces de escritor. Ya nos has hablado de la influencia de la literatura en tu obra pero ¿nos puedes contar algo más?
Como te comenté, mi aproximación a la fotografía es desde la literatura, sobre todo a nivel temático o de enfoque, porque también escribo, y empecé a hacerlo mucho antes que a hacer fotos. En ‘La vida todo locura’ (cuyo título original es ‘El tiempo todo locura’ y se puede comprar en Amazon) traté de aunar ambas artes, la literatura y la fotografía, acercándome a esa idea de la hermandad de las artes que tanto me gusta. Y lo hice por medio de 19 relatos breves (no más de quince líneas por relato) que escribí yo también, y que acompañé cada uno de ellos con tres fotografías.
En las historias quise plasmar la idea de búsqueda personal. Cada protagonista de los relatos se busca a sí mismo de diferente manera, a través de los recuerdos, los viajes, de un diario personal, de su relación con los cactus, de la fotografía, de los miedos, o de la familia, por ejemplo. Porque en el fondo cada uno de nosotros nos buscamos con lo que tenemos más a mano, o con aquello que nos obsesiona o nos sentimos a gusto. Mi idea en un futuro es ahondar más en esta relación de fotografía y literatura, y me encantaría colaborar con otros artistas (escritores, fotógrafos y collagistas) para llevar a cabo algún proyecto en común.
Hablas de la fotografía como una búsqueda… ¿Qué es lo que buscas?
Para mí la fotografía es una manera de abarcar el entorno que nos rodea, de detenerlo por un instante y de reflexionar posteriormente en él. Me gusta la magia de capturar ese instante decisivo del que hablaba Henri Cartier-Bresson, que a mí me gusta llamar el “instante preñado”. Conocer el entorno te permite luego conocerte a ti mismo, y ése debería ser el fin último de toda búsqueda, idea que está muy en la línea de las protagonistas de mis relatos de ‘La vida todo locura’.
¿Eres de lo que llevas siempre tu cámara a todos lados? ¿Qué equipo sueles utilizar? ¿Qué es lo que llevas en tu mochila?
Si viajo fuera de Madrid normalmente siempre voy equipado con mi EOS 5 y mis lentes, sobre todo porque visitar una nueva ciudad o un nuevo país te hace estar atento a la novedad, y eso es un estímulo para todos aquellos que nos gusta la fotografía callejera. Soy por lo general una persona muy curiosa e inquieta, ávida de conocimiento, que me gusta mirar a todas partes. De ahí que siempre lleve mi equipo encima, aunque en muchas ocasiones no sea del todo cómodo, porque después de varias horas caminando empiezo a notar el peso de la cámara y de cada uno de los objetivos. Los que utilizo, todos ellos Canon, son un 24-85, un 17-40, un 100-300 y un 50 mm, y los carretes son de la marca ILFORD, 400 ISO o 3.200 ISO.
¿Qué le dirías a un joven fotógrafo que empieza y no sabe si usar una cámara digital o una analógica?
La cuestión no es tanto si usar una cámara digital o una analógica, pues eso lo determinan más cuestiones de índole personal. Para mí lo que sí es importante es que es necesario mirar mucha fotografía, ir a muchas exposiciones, ya que conviene educar el ojo, independientemente de si la fotografía expuesta es de tu estilo o no. Fijarse en los encuadres, la luz, los detalles que hacen que una imagen sea una gran fotografía. Aparte, claro está, conviene hacer fotos, muchas fotos, pero con criterio, sabiendo muy bien cómo queremos hacer la foto y cómo queremos que ésta salga.
¿Te gustaría contar algo más a los lectores de Xataka Foto?
Antes de nada, quisiera agradecerte este ratito de conversación y aprovechar la oportunidad para hablar de dos festivales de fotografía en los que voy a participar en breve. El primero es el Festival Revela-t de fotografía analógica, que este año se celebra en la localidad barcelonesa de Vilassar de Dalt, del 19 al 28 de mayo, y en el que participo con una fotografía en la exposición 'We are back', cuyo tema son retratos hechos por detrás, en los que no hay que enfrentarse a ninguna mirada, pero plantea otras cuestiones.
La segunda muestra en la que participo, gracias al fotógrafo Antonio Graell, es el Festival OFF SEMAD, una serie de actividades culturales que se van a desarrollar en la capital desde finales de mayo y hasta justo cuando arranque el Salón Erótico de Madrid. En concreto, participo con un proyecto que hice conjuntamente con la fotógrafa Miriam de Diego, titulado ‘Letraheridos’, que se basa en retratos y desnudos artísticos con libros. La muestra se inaugura mañana en la calle Mancebos 4, muy cerca del metro de La Latina, y por supuesto estáis invitados.
Pues muchas gracias Manuel. Y gracias también por la atención prestada y por habernos pasado estas fotos para ilustrar el artículo que, para información de nuestros lectores, son inéditas. Te deseamos mucha suerte para estas exposiciones y, cómo no, para tu trayectoria en general.
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Todas las fotografías de Manuel Moraleda reproducidas con permiso del autor