Aprovechando la publicación del fotolibro "Everynight temo ser la dinner" de la fotógrafa Sofía Ayarzagotia, hablamos con uno de los reponsables de la edición de este trabajo, Gonzalo Golpe, con quien conocemos como ha sido el proceso de edición de este trabajo y hablamos sobre los entresijos de la edición y publicación de fotolibros en nuestro país.
En la selección de la maqueta "Everynight temo ser la dinner" has formado parte del Equipo Asesor de La Fábrica junto a otros profesionales, seleccionado este trabajo entre las más de las 300 obras presentadas al segundo concurso de maquetas de fotolibro convocada por La Fábrica
¿Cual es la función de este equipo asesor y qué criterios habéis tenido en cuenta para decidiros por esta obra?
El equipo asesor de La Fábrica está integrado por profesionales de la fotografía de diferentes nacionales y perfiles profesionales, como Simon Bainbridge, Susan Bright, Ana Casas, Alberto Salván, Bill Kouwenhoven, Sérgio Mah… que son consultados por diversas razones. En mi caso, como editor independiente, ese tipo de consultas suelen enmarcarse dentro del terreno de los libros, puede ser que me pidan opinión sobre un libro o un autor en concreto o que me encarguen la edición y coordinación de un libro.
El jurado del premio internacional de maquetas estuvo integrado por parte de ese equipo asesor, y en la segunda edición del premio decidió seleccionar un trabajo titulado “Every night temo ser la dinner” de Sofía Ayarzagoitia, una joven fotógrafa mexicana. Su trabajo causó una fuerte impresión en el jurado y desde las primeras rondas de visionados de maquetas ya figuraba entre los favoritos. Yo ya conocía a la autora al haber sido su profesor en el máster que cursaba en Madrid. Sabía de la fuerza del trabajo y que no iba a dejar indiferente a nadie. Además la maqueta estaba bien resuelta, algo que sin duda es fundamental a la hora de poder valorar un trabajo. Contaba con un diseño muy efectivo realizado por Nerea García Pascual del estudio N2, pionero en este país en el mundo de los fotolibros. Además, durante sus estudios Sofía tuvo como tutor a Ricardo Cases, uno de los fotógrafos y editores más interesantes del panorama nacional, algo que sin duda le ayudó a asentar la mirada y conceptualizar el trabajo de forma más precisa.
Finalmente, el libro que saldrá publicado difiere bastante de la maqueta, sobre todo en el orden interno, la selección de fotos y algunos enfrentamientos, pero todo ese trabajo de los profesionales que colaboraron en la maqueta previa ha sido fundamental para entender cómo debíamos encarar el proyecto. La autora ha estado impecable durante todo el proceso; enfocada, implicada, generosa… ha sido un placer colaborar con ella. Además se da una bonita coincidencia y es que mi asistente editorial, Sara Arroyo, que se está formando conmigo como editora, fue compañera suya en el máster y tienen una relación de amistad y confianza que sin duda ha contribuido a que el proceso de edición haya sido tan disfrutable. Me gustaría destacar también los magníficos textos escritos por Sofía en “pocho”, fusión mexicana del inglés y el español similar al espanglish, que articulan todo el texto y que personalmente me fueron de gran utilidad para posicionarme como editor frente al libro.
Eres filólogo especializado en la edición de libro, con muchísimos trabajos a tus espaldas, principalmente fotolibros que además han sido en su gran mayoría auto editados. Muchos lectores pueden pensar que cuando un fotógrafo publica un libro con sus imágenes, él diseña la edición del libro así como la narrativa del mismo, algo que no es muy poco común ya que generalmente se cuenta con editor, un diseñador y otras figuras.
¿Podrías explicarnos cuales son tus tareas y funciones principales como editor? ¿Qué otros compañeros de faena se hacen indispensable a la hora de editar un libro?
Como editor ejerzo mi profesión de una forma bastante personal, soy editor independiente y experto en producción gráfica. Trabajo tanto con autoeditores y editoriales independientes como con grandes sellos editoriales y organismos oficiales. Me interesa interactuar con los autores y los libros pero también con el sistema editorial y la comunidad lectora. La independencia no es una posición sencilla de mantener, ni aquí ni en ninguna parte, pero en un país tan bipolarizado como España apenas hay espacio para moverse entre líneas. Además ya no basta con que seas independiente, además tienes que parecerlo y demostrarlo a cada tanto. Es algo agotador, la verdad.
En cuanto a cómo veo mi trabajo: yo creo que un editor de arte lo que hace es ayudar a los autores a preparar un contenido para su divulgación a través de un soporte, sea este un libro, una web, una aplicación o una exposición. El editor es un interpretador; su labor no pasa por dar sentido a la obra, esa es la misión del autor, su trabajo consiste en arrojar luz sobre las particularidades del proceso y el soporte elegido, para que el autor pueda tomar el control en la materialización del discurso. También debe ayudarle a acotar la esencia del mensaje para poder distinguir lo pertinente de lo superfluo, lo accesorio de lo fundamental, así como preparar la obra para su difusión sin que la forma o el canal elegidos desvirtúen el propósito del autor.
Una de mis funciones suele ser formar el equipo de trabajo, asegurarme de que los integrantes no sólo cuentan con la experiencia necesaria, sino que además la actitud profesional es la adecuada, es decir: que entiendan su trabajo como una labor de servicio al autor y a la comunidad lectora y que sepan templar los ánimos en los momentos de mayor tensión. El mundo de las artes gráficas puede ser muy duro y desgastante, se trabaja mucho por muy poco y la vocación es un factor determinante. He de decir que en este sentido tengo la suerte de compartir mi vida profesional con algunos de los mejores técnicos y creativos del país. Puede que mi trabajo destaque más debido al rol que desempeño, pero sin ellos no habría libros y yo no podría desempeñar gran parte de mi trabajo diario ni dar garantía alguna a los autores.
Muchas veces que funcione mejor o peor narrativamente y estéticamente un fotolibro, no depende tanto de las imágenes que se tienen, sino de cuales se eligen, como se estructuran y en definitiva, como se editan. En cierta forma, el editor es casi como el montador de una película.
Con la cantidad de fotolibros y exposiciones que tienes a tus espaldas, estoy seguro de que habrán propuesta de edición que en su momento parecieron demasiado arriesgadas pero que finalmente fueron clave en que funcionara un trabajo. ¿Podrías darnos algunos ejemplos?
Me vas a permitir darle la vuelta a esta pregunta, porque me gustaría responderla aunque sea invirtiendo los términos. Dice mucho de cómo entiendo mi relación con los autores y las obras.
Yo considero que gran parte de mi labor consiste en que los autores reafirmen su autoridad a través del proceso creativo que realizan y de las interacciones que su obra establece con el sistema editorial y con los lectores. Soy un facilitador, por eso no considero que mi trabajo deba ser destacado, al menos de la manera que comentas. Funciono de forma opuesta, si mi trabajo está bien hecho lo que se ve es el trabajo del autor, la obra. No me gusta vivir del crédito ajeno y tampoco pensar que dejé mi huella en un libro. Como ya he dicho, lo mío es una labor de servicio, así lo entiendo, que consiste en supervisar todo el proceso editorial desde diferentes planos, modulando mi grado de intervención en función de lo que necesita el trabajo o el autor.
Tengo una formación editorial bastante amplia, lo que me permite tener una visión general de todo el proceso, de cada una de las fases, entender los diferentes roles que intervienen en un libro y tratar de que cada profesional vinculado pueda trabajar de forma cómoda y dar lo mejor de sí. Mis conocimientos de producción gráfica los considero vitales, recurro constantemente a ellos, ya que me permiten realizar proyecciones de resultados de forma previa a la toma de decisiones y además interactuar con los técnicos gráficos en un plano de respeto y comprensión por su oficio. La historia del libro podría ser planteada como la historia íntima de una relación a dos entre las tintas y los materiales que las reciben. No se puede plantear la impresión de un libro sin atender a estas dos naturalezas, sin preparar de antemano el éxito de su unión. Por eso insisto cuando doy clases en que los editores y diseñadores deben tener sólidos conocimientos de producción gráfica, para entender realmente su trabajo y poder aspirar a un desarrollo equilibrado y completo de su profesión.
“Muchos fotógrafos ya han dado muestras de conocer la verdadera naturaleza de los libros, que los escritores ya revelaron para la literatura hace siglos: su poder para transformarnos. Saben que los buenos libros, los que permanecen, se revelan cuando los cerramos, se hacen presentes en su ausencia, en el recuerdo que dejan, y que es entonces cuando crecen y configuran su verdadera significación, cobrando sentido a través de nosotros, cambiándonos tal vez para siempre”.
Te cito textualmente, y a juzgar por tus palabras, tienes una total fe en el fotolibro como herramienta de comunicación que más allá de modas, se perfila como un canal que ha llegado para quedarse por su efectividad.
¿Qué nos da un fotolibro que no podemos encontrar en una exposición?
La fotografía entendida como disciplina creativa ha encontrado en el libro un medio afín a sus intereses, pues además de permitirle superar las limitaciones que lo expositivo tiene en la difusión y registro del quehacer de los autores, también le da la posibilidad de mantener un diálogo sostenido en el tiempo.
El libro presenta una tipología de opciones editoriales tan amplia que difícilmente los fotógrafos interesados en este formato dejarán de encontrar en este medio una vía adecuada para plasmar su trabajo: pequeñas ediciones de sellos independientes, con tiradas ajustadas a demanda y difusión local o nacional; grandes tiradas con editoriales de distribución internacional; libros autoeditados como ejercicios de autogobierno; ediciones de artista de comercialización en los circuitos artísticos de galerías y museos, fanzines rabiosos que necesitan de calle...
En gran medida yo entiendo el soporte libro a la manera de Ulises Carrión. Este autor dejó escrito en su manifiesto “El nuevo arte de hacer libros” que el libro es una secuencia de espacios y momentos, una secuencia espacio temporal. Esta me parece la mejor definición que he leído sobre lo que es un libro. Yo también pienso que el libro es un dispositivo espacio temporal. Añado lo de "dispositivo" porque todo libro es un mecanismo preparado para producir una acción prevista. No debemos olvidar que el libro es un objeto, una estructura, un conjunto de tensiones enfrentadas que deben aspirar al equilibrio. Cada distancia, cada peso, cada material, están pensados de acuerdo a un complejo sistema de decisiones que enfrenta los deseos con la experiencia. Lo espacio temporal es más complejo de explicar porque tiene muchas derivadas. Todo lector sabe que un libro te puede hacer viajar en el tiempo y en el espacio y que puede así mismo encerrar cualquier tiempo y cualquier espacio, pero estoy hablando desde un punto de vista más analítico. El espacio del que hablo viene de la interpretación que se hace del formato, del libro abierto y cerrado.
En el caso del fotolibro, de un libro construido con imágenes, el formato es algo fundamental, ya que plantea la distancia de lectura, nos impone cogerlo de una determinada manera, acercar o alejar la mirada en función del tiro, de la distancia ideal de lectura de la página o de la doble página. Si tenemos en cuenta que la diagonal imaginaria trazada desde la esquina superior izquierda a la esquina inferior derecha es la distancia mínima que necesitan los ojos para contemplar de un vistazo la totalidad de la página, esta diagonal representa en sí misma un atributo esencial en la articulación del discurso, pues va a ser la responsable de medir lo cercano o lejano que queremos que esté el lector respecto de la obra. Así, una obra de contenido íntimo y personal pedirá en principio que hagamos menguar esa distancia hasta tener al lector próximo al libro. Sin embargo, las páginas enfrentadas o las fotografías a doble página le harán distanciarse de él, convirtiéndose además en un elemento rítmico que le mantendrá conectado, que le hará interactuar, acercándose o distanciándose del libro a voluntad del autor.
El tiempo lo da el pasar de las páginas. La articulación y sucesión de los planos de papel sobre el eje del lomo. El autor de fotolibros toma un espacio contenido entre estos planos de papel, limitado por un lomo y las cubiertas, y construye una narración a través del pasar de páginas cuya primera instancia puede ser de naturaleza física, pero que en el ejercicio comunicativo pasa a ocupar un espacio mental y emocional dentro del lector. La modulación de este espacio y tiempo compartidos es la razón de ser del fotolibro. Esto es lo que el libro puede ofrecer a los fotógrafos.
Cómo conocedor del mundo de la autopublicación en el terreno de los fotolibros me gustaría preguntarte si crees que existen grandes diferencias entre el trabajo de los sellos independientes y los autoeditores frente al de los grandes sellos editoriales.
En el mundo de lo fotolibros no existen en mi opinión diferencias tan acusadas entre la edición independiente y la establecida, como ocurre por ejemplo en la literatura. Los habituales criterios de diferenciación como lo estructural, el volumen de mercado, las tiradas, el tipo de autor u obra que se publica, los acabados de producción… pueden dar resultados engañosos si se utilizan para analizar el mercado del fotolibro. De hecho, creo que en pocos medios editoriales la edición independiente, la “establecida” y la autopublicación conviven de manera tan natural. Si acaso, en los sellos independientes es más fácil percibir una mayor integridad o coherencia en sus publicaciones, algo que no es tan sencillo que ocurra en los grandes sellos, más propensos a multiplicar esfuerzos y a responder a diferentes intereses.
Producir fotolibros es muy costoso y su margen de beneficio escaso. Además su mercado es reducido y muy endogámico, lo que en mi opinión representa el mayor problema al que se enfrenta actualmente el fotolibro. Resulta preocupante que un estallido de creatividad a nivel internacional como el que se está viviendo actualmente en este medio no venga refrendado por un significativo aumento de lectores nuevos. Más bien parece lo contrario, el mundo del fotolibros emite señales de agotamiento: los editores se quejan de la competencia, de lo difícil que es dar visibilidad a sus publicaciones; los autores recelan de la situación; el sistema productivo se las ve y se las desea para mantener el ritmo de producción acorde con sus estándares de calidad mientras los beneficios se reducen... Lo cierto es que el mundo del fotolibro no sólo crece a base de obras, de autores, de editoriales, de concursos, premios y festivales, todo esto es positivo y contribuye reforzar y estabilizar el sistema, pero lo que de verdad se necesitan son nuevos lectores.
Sofía Ayarzagoitia | Página oficial