Germán Gutiérrez Ruiz (Sevilla, 1979) estudió imagen y sonido, durante un tiempo trabajó como técnico en una emisora de radio. Su curiosidad le llevó a ir enriqueciéndose con diferentes formas de expresión: cortometrajes, técnico de sonido en compañías de teatro, completando su formación con estudios de radio, sonido y steadycam.
La fotografía siempre había estado presente durante su carrera, como el dice: "el cine son 24 fotos por segundo"; sin embargo, nunca había tenido mucho tiempo para profundizar, decidió dedicarse un año completo a descubrir los engranajes del mundo de la imagen fija. Algo que cambió su forma de ver la fotografía y le hizo dar el paso para hacerse profesional, a los treinta años dejó su trabajo y se fue a documentar la vida en los campamentos de refugiados saharauis, más tarde vendría Hungría, Italia, La India, Nepal, Tailanda, Camboya, Vietnam, Laos, Indonesia…
Su trabajo ha estado más enfocado al mundo de los viajes por el mundo, pero un viaje a Vietnam lo cambiaría todo.
En 2011 nos llamó la atención la primera parte de un trabajo que es en si mismo un toque de atención, una llamada al recuerdo. Este año es el cuadragésimo aniversario del final de la guerra que enfrentó a Estados Unidos y Vietnam, hemos hablado con Germán Gutierrez sobre la segunda parte de "Agente Naranja, la Guerra de Vietnam aún no ha terminado" para que nos cuente cómo ve la situación actual del país asiático.
¿Qué es el "agente naranja" (AN)?
El Agente Naranja es un herbicida altamente tóxico que fue utilizado como defoliante por el ejército norteamericano durante la Guerra de Vietnam. Los vietnamitas hacían una guerra de guerrillas, metidos en una selva que conocían muy bien, y los americanos se sentían impotentes ante ese enemigo fantasma, por lo que inventaron algo para matar la jungla. Con este producto la vegetación literalmente desaparecía, convirtiendo selvas en desiertos.
El Agente Naranja tiene una alta concentración de un producto llamado dioxina, que es considerado el producto químico más dañino jamás creado por el hombre.
Además, la dioxina es un producto muy estable y que se deteriora muy lentamente, integrándose en la cadena alimentaria. Esto quiere decir que se puede incluso pasar de animales o vegetales al hombre, incluso de madres a hijos a través de la leche materna.
¿Cuándo decides hacer un trabajo sobre esto?
No sabía nada de esto hasta que no llegué a Vietnam. Había leído que se podían encontrar un gran porcentaje de vietnamitas con problemas mentales debidos a la guerra, y era algo que quería investigar. Pero cuando llegué y empecé a buscar información, lo que me encontré fue algo mucho más brutal. Me impactó tanto que se ha convertido en algo muy importante en mi vida.
¿Te fuiste desde aquí con las manos vacías, sin saber ni lo que ibas a encontrarte ni si ibas a poder hacer algo?
Sí y no. Cuando llegué a Vietnam por primera vez estaba inmerso en un viaje por el sudeste asiático con un amigo escritor. Los dos habíamos dejado nuestros respectivos trabajos y queríamos pasar 3 meses viajando y fotografiando varios temas en diferentes países: refugiados birmanos en la frontera con Tailandia, desplazados en Camboya, y lo que nos habíamos propuesto en Vietnam era investigar algo que habíamos leído en varios sitios: el gran porcentaje de enfermos mentales que había en el país, posiblemente por la guerra química. Pero cuando empezamos a adentrarnos, la realidad nos sobrepasó.
¿Hablas vietnamita?, ¿llevabas un "fixer" por lo menos?
En Camboya sí contactamos con dos trabajadores de una ONG que nos metieron en Andong, un barrio a las afueras de la capital, y en Steung Meanchey, un barrio encima de un basurero. Pero en Vietnam nos encontramos con esta historia de repente, no estábamos preparados. No hablo nada de Vietnamita, sólo se decir 4 palabras, y tampoco hay mucha gente que hable inglés, por lo que fue muy complicado acceder a varios sitios.
Para poder entrar en el primer hospital que fuimos a ver, en Ho Chi Minh City, nos estuvieron dando vueltas por la ciudad durante horas, en busca de un permiso. Nos mandaron de un edificio a otro, y al final nunca encontramos ese dichoso permiso. Pero le echamos cara y nos dejaron entrar. Visitamos varios sitios, y en algunos directamente no nos permitieron hacer fotos. Recuerdo por ejemplo, una ONG inglesa que visitamos en Hoi Ann, y donde el director nos miraba con cara de estupefacción por querer entrar a hacer fotos a los niños. Cuando los directores eran vietnamitas, nos ponían muchísimas menos trabas.
Tu trabajo ha evolucionado, sin perder la esencia de la denuncia gráfica, desde unas fotos muy explícitas a otras "más soportables", ¿a qué es debido?
Cuando salí del primer hospital que visité estaba abrumado. La situación me había superado. Me pareció una de las cosas más injustas de la historia. ¿Qué tenían que ver esa gente con una guerra que había terminado hacía 40 años? Y lo más injusto de todo: nadie conocía nada de esto. Lo que pensé en ese momento es que tenía que causar con mis fotos el mismo impacto que había recibido yo, por lo que busqué las deformaciones más brutales, utilicé un blanco y negro muy contrastado, planos muy cortos y cercanos, y niños mirando a la cámara, directamente al espectador. Quería que la gente mirara directamente a los ojos a esos niños.
Pensé que esa era la forma de hacer que la gente que viera estas fotos se movilizara y que, de alguna manera, algo cambiara.
Pero una amiga me preguntó un día, al ver las fotos: Germán, ¿pero tú quieres que la gente vea estas fotos?…. nadie puede ver más de 3 fotos seguidas…
Y era verdad, no funcionaba. Así que me di cuenta de que tenía que buscar algo más soportable. Al mismo tiempo, tenía la necesidad de que mi trabajo no se quedara en simples fotos de niños anónimos. Pensé que si lograba contar una historia personal, dotar a alguien de nombre y apellidos, las fotos serían mucho más potentes y funcionarían mejor.
La segunda parte se centra en el día a día de un matrimonio afectado por el AN, ¿Cómo conoces a la familia de Hung?
A través de una asociación en Hanoi llamada Friendship Village. En el segundo viaje quería hacer las cosas mucho mejor, así que contacté con ellos antes de ir, contándoles lo que tenía en mente. Me dijeron que ellos conocían a varios antiguos alumnos de la asociación que habían seguido con su vida, se habían casado, habían formado una familia…. La asociación me acogió en sus instalaciones y hablaron con el profesor de informática, también víctima del AN y antiguo alumno del centro. Long (así se llama), es amigo de Hung, se conocieron en la Friendship Village, y sabía algo de inglés, por lo que fue mi fixer.
Es curioso porque la asociación Friendship Village nace en EEUU. Hay muchas asociaciones americanas, y mucha ayuda viene de soldados americanos. Esa guerra fue una locura, bueno, todas lo son, pero estamos hablando de más de 10 años de conflicto, donde no se sabía ni por lo que se estaba luchando, y donde llegó un momento en el que hasta algunos mandos se negaron a mandar más aviones a bombardear o más hombres a luchar. Fue algo eterno.
Cuando vemos un trabajo como el tuyo es normal pensar "¿cómo consiguió que la familia se prestase a las fotos?", por regla general ¿fueron receptivos a las fotografías o te pusieron problemas y líneas rojas?.
Fue fácil porque iba con Long y porque los vietnamitas son gente muy hospitalaria. Él nos presentó y le explicó a Hung y su familia lo que yo quería hacer. Estuvo muy feliz de que yo me interesara por ese problema, y desde el primer día me abrió las puertas de su casa. Incluso me permitió hacerle fotos mientras la mujer lo bañaba, o dentro de su habitación, mientras veía la tele en la cama con su mujer y sus hijas.
Lo más importante en la fotografía es la sinceridad y el respeto. Ser directo y sincero con tus intenciones, decirle a la gente claramente y sin rodeos lo que quieres hacer.
Todo el mundo intuye cuando una persona no es de fiar, cuando quiere sacar algún provecho de algo, y notamos enseguida cuando alguien hace algo porque de verdad le preocupa un tema. Y por supuesto, es muy importante ser respetuoso con la familia, saber estar. He tenido que comer cosas que casi me hacen vomitar.
Si no se hubieran fiado de mi, no me hubieran dejado hacer ni una foto. Además, la cámara no engaña, si no consigues que las personas actúen como si no estuvieras allí, no vas a conseguir fotos cercanas. Y para conseguir ese clima estuve mucho más tiempo hablando y relacionándome con ellos que haciendo fotos. Recuerdo que alguna vez, los primeros días, me preguntaron que si de verdad era fotógrafo, porque no me veían hacer fotos. Estaba hablando con los vecinos, jugando con los niños, tomando té con la familia, preguntándoles por su idioma y su cultura, jugando al ping pong o al bádminton...
Prácticamente te acogieron como un miembro de la familia.
Yo era el invitado de honor. Desayunaba con ellos, almorzaba, cenaba… al final intenté pagarles por los gastos y las molestias, pero me fue imposible, no aceptaban mi dinero. Lo que hice fue comprar carne y verduras y organizamos una comida de despedida todos juntos.
Estoy deseando volver a verlos para llevarles en papel muchas de las fotos que les hice. A ellos y también a los vecinos
Estar allí y ver en primera persona que el pueblo sigue pagando, más de 40 años después, las consecuencias de una guerra debe ser muy duro, ¿hay alguna estimación acerca de hasta cuando puede seguir ocurriendo esto?
Nadie lo sabe. Además de la exposición directa al producto, hay mucha gente que se ha visto afectada porque el AN contaminó la tierra y el agua. Es decir, que comer verdura o beber agua puede ser una actividad de riesgo. Además, puede que a ti no te afecte, ni a tus hijos, pero de repente tus nietos nazcan sin ojos. La dioxina sigue ahí, y seguirá durante muchos años. Eso es lo peor de todo, que nadie sabe cuándo demonios parará.
Por lo visto Hung y su mujer Hoa tienen dos hijas que nacieron sin problemas, esto en principio es algo que parece positivo pero por lo que dices AN puede manifestarse en cualquier momento de la vida, ¿hay algún programa de detección precoz a población de riesgo o algún programa de salud pública?
Tumores, cáncer, enfermedades raras… todo puede aparecer de repente. La dioxina altera el ADN.
El gobierno da a las víctimas subsidios, unos 20-50 euros al mes, dependiendo del grado de minusvalía. No es mucho, ni tampoco llega a todo el mundo. También les ayudan con la sanidad, que es de pago en Vietnam, si no tienes seguro ni trabajo, pero se hace una excepción con las víctimas del Agente Naranja, que no tienen que pagar gastos médicos.
Hay repartidos por el país diferentes centros de ayuda a las víctimas, y también se cuenta con muchas asociaciones nacionales e internacionales. Es curioso, pero hay muchas asociaciones y ayudas que vienen de EEUU. Mucha gente que ayuda son antiguos combatientes americanos. También muchos de ellos sufrieron y siguen sufriendo las consecuencias del AN, ya que se vertieron sin importarles que hubiera tropas americanas.
Las dos principales ONGs son VAVA (Vietnam Association of Victims of Agent Orange), y Friendship Village, que la verdad es que hacen una tarea increíble, dando apoyo, educación, y sanidad a todas las víctimas. Además hacen una muy buena labor de comunicación.
En cuanto a la detección precoz, creo que no se hace nada a las embarazadas, ya que son pruebas que cuestan mucho dinero. Lo que sí hacen son pruebas a los bebés que acaban de nacer y que son de familias en riesgo. Pero bueno, en realidad la dioxina puede estar en cualquier sitio, nadie está a salvo. Pero si le preguntas a cualquiera que si tiene miedo de tener hijos, muchos te dicen que no, que su familia no es de riesgo, que sus abuelos vivían en zonas donde no fumigaron con Agente Naranja.
Esto recuerda mucho a las consecuencias de Chernobyl pero, a diferencia de este, nadie habla del desastre Vietnamita, ¿a qué crees que se debe este silencio?
Hay varios actores muy poderosos en esta película. En primer lugar, EEUU, y en segundo lugar, Monsanto, que fue uno de los creadores del Agente Naranja.
Para muestra del poder que tienen, atentos a este detalle:
En 1986 el tribunal falló a favor de una demanda interpuesta por excombatientes americanos y sus familias contra las principales industrias químicas creadoras del Agente Naranja, fijando una indemnización para estos de 185 millones de dólares. Años después, una demanda idéntica, esta vez mediada por una asociación de vietnamitas afectados por los mismos síntomas, con el mismo objetivo y ante el mismo juez, fue desestimada por éste con el pretexto de que no había pruebas suficientes para asociar directamente estos nuevos casos con la dioxina.
A día de hoy, los vietnamitas no han recibido ninguna indemnización.
Lo que cuentas es muy duro y resulta difícil quedarse impasible ante esto, creo que después de lo que has contado conocemos la respuesta, pero la pregunta es obligada, ¿Das por finalizado tu trabajo?
No, aún no siento que haya terminado. Tengo varias historias más que me gustaría abordar en cuanto el tiempo y el dinero me lo permitan. Una de estas ideas es hacer unos retratos, de frente, con fondo blanco o negro, mirando a cámara. Que tengamos que mirarlos a los ojos a la fuerza.
Libro, exposiciones, ¿qué será lo próximo?
No lo sé, estoy intentando encontrar un público interesado en este tema, pero creo que ahora mismo en España no tenemos tiempo ni fuerzas para preocuparnos de otras cosas, tenemos nuestros propios problemas y la verdad es que son muchos.
Estoy planteándome hacer algunas exposiciones por el norte de Europa, creo que tendría mejor acogida. He intentado moverlo en revistas, diarios y otros medios de comunicación, pero casi siempre la respuesta es la misma: demasiado duro, no podemos publicar eso.
Todas las fotografías de este artículo son por cortesía de Germán Gutiérrez Ruiz.
Ver más | Primera Parte del trabajo (imágenes duras) Segunda parte del trabajo
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